La consagración es la ruta para todo lo que recibimos de Dios. El pecador que viene ante Dios en arrepentimiento debe dar a Dios su vida y prometer servirle con todo su corazón. Luego, Jesús aplica Su Sangre y esa alma se convierte en una nueva criatura en Cristo. Esta es la justificación.
Pero a ese punto, la consagración ha sólo comenzado. El corazón convertido desea la santificación y hace una consagración más profunda, más profunda de lo que se puede decir con palabras. El poder de la Sangre baja y santifica por completo, otorgando la experiencia que purifica el corazón.
Luego, es necesaria una consagración aún más profunda para recibir el bautizo del Espíritu Santo. Y no se detiene aquí. El Apóstol Pablo dijo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-2).
Según la Ley de Moisés, los Israelitas trajeron animales, los colocaron sobre el altar y los mataban. Pero Pablo dijo que los Cristianos deben presentar sus cuerpos en sacrificio vivo. ¿Cómo es eso posible? Pablo también dijo, “Cada día muero”. En otras palabras, me ofrezco a mí mismo a Dios, mis servicios, mis talentos, todo lo que soy, a diario.
¿Acaso el Señor está pidiendo demasiado? A veces puede parecer que Dios está requiriendo más de lo que puedes dar en cuanto a tus capacidades naturales. Ves tus imperfecciones e incompetencias, pero con Dios todo es posible. El requisito es que estés dispuesto, que ofrezcas a Él tu vida y que dejes que Él se hace cargo de ella. Pablo dijo que tal consagración es un “culto racional”. Es racional porque el Señor pagó el precio de tu redención a través de Su muerte.
La palabra consagración significa, “ofrecer, dedicar, rendir o apartar para un fin sagrado”. Dios requiere que Su gente se someta ante Él continuamente, en un acto de consagración. Esto es lo que trae las bendiciones de Dios y hace que el progreso Cristiano sea posible en nuestras vidas.
Se necesita examinar el corazón para saber qué es lo que el Señor requiere. A medida que rindes tu vida ante Dios, entrégale cualquier área específica que Él te muestre. Dios requiere que todo le sea entregado—tu tiempo, tus pensamientos, tu todo. Esto te será pagado abundantemente en bendiciones de tu alma, por no hablar del canal de bendiciones que serás para los demás. Dios te dará tu deseo, el más profundo deseo espiritual en tu corazón, cuando hagas una consagración total. Deja que Dios controle tu mente, tu corazón y tu alma.
Si hay algo en la vida que temes dejar en las manos de Dios, no has hecho una consagración completa. Cuando la consagración es total, Dios puede ponerte a prueba. Entonces sabrás si estás enteramente consagrado. Muchos han creído estar completamente comprometidos con Dios, pero al ser puestos a prueba, fallaron en mantener sus ofrendas sobre el altar. Cuando estés completamente consagrado, Dios podrá enviarte donde Él quiera, podrá ponerte a prueba como Él quiera. Es posible que las fibras de tu corazón estén estrujadas, pero dirás, “Dios, lo prometí y estoy en Tus manos para hacer Tu voluntad”.
Los buscadores sinceros harán sus consagraciones ante Dios, en esencia diciendo, “Dios, dedico a Ti mi vida y todo lo que tengo y que espero tener”. Dios requiere una consagración como esta para que puedas progresar espiritualmente. Para aquél que esté dispuesto a someterse a la poderosa mano de Dios, existe la gracia. La consagración crea el espacio para la totalidad de Dios al vaciar el corazón.
La consagración no es un acto que se realiza una sola vez, en un compromiso total ante Dios. La vida Cristiana requiere de una consagración diaria. Es necesario mantenerte entregado, mantener tu voluntad en las manos de Dios y tu vida sin manchas del mundo, obedeciendo la Palabra de Dios.
David dijo, “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmo 40:8). El lugar más sagrado en la tierra, para cada alma, debe ser el centro de la voluntad de Dios. Muchos dicen que desean conocer Su voluntad, pero no viven en cercano contacto y en constante comunión con Él. Un corazón consagrado y una vida abierta a Dios son necesarios para que Él nos revele continuamente Su voluntad. Existe una gran alegría en conocer la voluntad de Dios y en ejecutarla.
El regocijo total y la misión de Jesús en la tierra fueron los de hacer la voluntad del Padre. Él dijo, “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Él sabía que la Cruz yacía ante Él, y que debía dar la Sangre de Su vida para la salvación del mundo. Pero la alegría que siempre existía para Él era la de hacer la voluntad de Su Padre.
Cada hijo de Dios puede hacer esa consagración sin reservas. Arrójate a los brazos de Dios, entrégate a Él. No importa cuáles han sido tus faltas. Si logras alcanzar el lugar en el cual te entregas totalmente a Su voluntad con un corazón sincero y honesto, Él dará lo mejor de Sí y te convertirá en instrumento de Su servicio.
Dios honra una vida santa y consagrada. Es esencial para el crecimiento Cristiano y traerá la bendición de Dios. Las consagraciones hechas hace años atrás no son suficientes. Tu vida debe ser entregada a Dios continuamente, diariamente y cada hora.