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El Carácter Cristiano: La Fruta del Alma

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¿Quién eres cuando nadie está mirando?

de un sermón por Joe Bishop

Estamos viviendo en los últimos días, cuando Jesús puede venir en cualquier momento. Si Él tarda, sin embargo, la Iglesia seguramente enfrentará una intensificada persecución. Creo que la capacidad para resistir la persecución se desarrollará alrededor de lo que nosotros podríamos llamar “carácter cristiano.”

Nuestro carácter tiene que ver con quienes somos cuando nadie está mirando. Nuestra reputación, por otra parte, concierne a nuestro comportamiento como es visto o percibido por otros. El “buen” comportamiento sin carácter se convierte en hipocresía. Esto se dio a conocer a la iglesia en Sardis: “Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y está muerto” (Apocalipsis 3:1).

El Libro del Apocalipsis se escribió, en gran medida, como una profecía de los últimos días. Se dio también como una advertencia a la Iglesia. Nosotros, como cristianos, somos la Iglesia. Dado que Jesús puede venir en cualquier momento, debemos prestar atención a las advertencias. El mensaje de Dios a Sardis era que ellos tenían un nombre —una buena reputación— pero estaban muertos. Ellos vivían en la hipocresía. Un buen nombre es importante; queremos tener eso. La base de nuestra reputación debe, sin embargo, ser el carácter cristiano. Esto es lo que nos ayudará a resistir cualquier persecución que pudiéramos encarar.

Dios está preocupado sobre quiénes somos nosotros realmente. A veces nosotros podemos ser engañados por algo que parece bueno por fuera, pero Dios nunca es engañado. Mi familia vivió por un tiempo en Woodlake, California. Una abundancia de frutas y vegetales crece en esa área, y a veces nuestros vecinos o la gente de la iglesia dejaría una bolsa de productos sobre nuestro pórtico. Una tarde, nosotros regresábamos a casa de la iglesia, y nuestros niños tenían hambre. Alguien había dejado una bolsa de fruta sobre el pórtico, así que mi esposa le dijo a los niños que se adelantaran y comieran algunas de las manzanas. Ellos comenzaron a hacerlo, pero al morderlas, hubo sonidos de desagrado. “¡Bah! Esto no está bueno.” Los niños no nos podían decir exactamente qué estaba mal con la fruta, pero sabían que no tenía buen sabor. Cuando examinamos la fruta más detenidamente, nos dimos cuenta que no eran manzanas; ¡eran membrillos! Ves, nosotros podemos ser engañados por el aspecto; pero Dios, no.

En el Antiguo Testamento, leemos que el profeta Samuel fue instruido por Dios para ir a la casa de Jesé y untar a uno de los hijos de Jesé para ser rey. Cuando Samuel encontró al hijo mayor de Jesé, vio que era un buen jovencito y se sintió seguro de que él era el señalado por el Señor. El Señor respondió, “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” Dios sabe lo que hay adentro, y por el contrario había elegido al hijo más joven.

Nosotros no podemos fabricar fruta espiritual en nuestras vidas así como el granjero no puede hacer fruta sobre sus árboles. Dios es aquél que hizo la semilla. Él es quien ocasiona al árbol crecer, las ramas y hojas aparecer, los brotes florecer y la fruta madurar. El granjero no puede hacerlo; él simplemente colabora con Dios. Lo mismo es cierto espiritualmente.

En nuestra casa, nos gusta decorar un árbol de Navidad. Usualmente no importa qué tipo de árbol compremos, pues no se puede ver el árbol —¡tiene todas estas cosas colgando sobre él! Pero nunca he visto un abeto al cual le crezcan luces eléctricas. Nunca he visto un pino crecer adornos de cristal. Esas son cosas que nosotros ponemos en el árbol.

La Biblia nos dice específicamente que, como cristianos, deberíamos hacer ciertas cosas. La acción se encuentra involucrada. Dios está más preocupado, sin embargo, respecto a quiénes somos que respecto a qué hacemos. Las buenas obras no nos salvarán. Podríamos hacer todos los actos buenos de los cuales hemos oído, y no sería suficiente. Podemos ser muy cuidadosos en contribuir al fondo misionero. Podemos darle monedas al hombre sin hogar de la esquina. Podemos servir en nuestra cocina de caridad local. Pero si, a la vez, degradamos a nuestras esposas o descuidamos a nuestros niños, algo está mal. El carácter es algo que viene del corazón. El buen carácter producirá fruta buena, pero cuando el corazón no está bien, agregar actos buenos es como colgar adornos sobre un árbol. Podrá verse bien, pero no es verdadero. Nunca meteremos al Señor en nuestras vidas por medio de hacer buenas obras, pero una vez que hayamos introducido al Señor en nuestras vidas, habrá buenas obras —buena fruta.

Considera la virtud —uno de los atributos del carácter que debemos poseer. En 2 Pedro 1:5 se nos dice: “Añadid a vuestra fe virtud...” ¿Cómo añadimos la virtud? ¿Haciendo algo virtuoso? Quizá nosotros decidamos ser muy cuidadosos al vestir modestamente. Podríamos hacer eso tan virtuosamente pero entonces voltearnos y criticar, argumentar o quejarnos. ¡Sí ese es el caso, entonces algo está mal! No importa lo que digamos, las buenas obras que hagamos o lo que la gente piense de nosotros, si no tenemos un corazón que quiera hacer lo correcto, hay algo que está mal. Nosotros queremos tener la fruta que sale del alma, porque eso es lo que nos sostendrá en los tiempos peligrosos. Un espectáculo hacia fuera no hará nada por nosotros cuando la prueba venga.

Algunos de nuestros compañeros se están volviendo más viejos y encaran dolor, sufrimiento, y soledad —circunstancias que los derribarían si no tuvieran algo verdadero en sus corazones. En vez de quejarse, sin embargo, ellos dicen, “¡Aún tengo al Señor!” A veces la enfermedad viene y destruye el cuerpo o la mente, pero no puede tomar del corazón lo qué Dios ha hecho. Eso es el carácter cristiano. Cuando todo lo demás se ha ido, todavía tenemos lo que está en nuestros corazones.

Cuando tenemos carácter cristiano, la evidencia estará en nuestro comportamiento. Cuando una persona es salva, hay evidencia de salvación. Si alguien dice, “Yo soy salvo,” pero continúa mintiendo, robando, y viviendo inmoralmente, es bastante evidente que no está salvo. Si usted se salva, su comportamiento cambia como evidencia de que algo cambió en el interior —en el corazón. Nosotros leemos en 2 Corintios 5:17, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” Si no hay cambio en el comportamiento, entonces el corazón no cambió.

La santificación, también, es una experiencia definitiva que trae una diferencia en nuestras vidas. La Palabra de Dios nos enseña que la santificación provee una limpieza de la naturaleza interior del pecado con la que todos nacen. Habrá evidencia en tu vida de que has sido santificado —pureza en el interior que se mostrará en tu vida diaria.

Cuando obtengas el bautismo del Espíritu Santo, lo sabrás, y lo sabrán los otros. El bautismo hará una diferencia en ti. Habrá un nuevo poder en tu vida. Tu relación con Dios se pasará a un nuevo nivel, porque el Consolador estará residente en ti. ¡Se mostrará!

Los rasgos de un buen carácter no son aprendidos en un programa de diez pasos o en un libro de autoayuda. Son más que simplemente tratar de ser mejores. Llegan mediante la obra de Dios en el corazón. La cosa que nos sostendrá en el tiempo de persecución y peligro será algo que Dios nos haya dado, no algo que nosotros hayamos tratado de desarrollar por nosotros mismos. El secreto se encuentra en 2 Pedro 1:3, que dice, “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder.”

Dios dijo, “Sé santo.” Él no nos pidió que hiciéramos algo a fin de parecer santos. Él dijo, “sé” santo. Tú no te puedes hacer a ti mismo santo así como no puedes salvarte a ti mismo, pero cuando obtengas la santidad de Dios en el interior, tu vida y comportamiento será santo y agradable a Dios.

Pedro nos instruye en este mismo capítulo, “añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1:5-7). Él no nos pidió hacer algo virtuoso o santo o bondadoso. Él nos instruye a ser virtuosos, santos y bondadosos en el interior. Eso es el carácter. Dios nos ayudará a ser estas cosas si oramos y se lo pedimos.

El Libro de 2 Pedro no es el único lugar en la Biblia donde nos encontramos esta instrucción para ser, más bien que meramente para hacer. Sí, hay ciertas cosas que Dios nos dice que hagamos, pero hay más cosas que Él nos dice que seamos. Filipenses 2:15 dice, “Sé irreprensible.” Apocalipsis 2:10 dice, “Sé fiel.” Apocalipsis 3:2 dice, “Sé vigilante.”

¿Es tu deseo ser lo qué Dios quiere que seas? La ayuda del Señor está disponible. Esto es una norma alta, y Dios quiere que nosotros nos acerquemos a él. Necesitamos esa seguridad para los últimos días. La necesitamos si vamos a estar listos cuando Jesús venga. La necesitamos si vamos a permanecer seguros y fieles en los momentos de persecución y peligro.

¿Soportará tu carácter cristiano la prueba?

Joe Bishop es pastor retirado de la Iglesia de la Fe Apostólica.