¡Nosotros servimos a un Dios que se especializa en la restauración de vidas!
de un sermón por Gary Bertram
La restauración es un concepto con el que estamos familiarizados en nuestra sociedad. Recientemente, la ciudad de Tacoma, Washington, Estados Unidos, donde vivo, comenzó a restaurar un puente histórico en nuestra área. El puente Murray Morgan conecta el centro de Tacoma con los puertos donde llegan los barcos. Se construyó en 1913 con el fin de remplazar un puente giratorio de 1894 y cruza una hermosa vía acuática donde se encuentran colocados los botes. El puente posee ciertas características inusuales: se encuentra más alto por encima del agua que la mayoría de los puentes levadizos, se construyó en un grado variable, y posee una estructura superior diseñada para cargar una tubería de agua. La vista desde el puente es maravillosa; recuerdo haberlo cruzado muchas veces en el auto cuando era niño.
El Departamento de Estado para el Transporte de Washington cerró el Murray Morgan en 2007 debido al deterioro y deficiencias estructurales. Por un tiempo, la ciudad de Tacoma no sabía qué hacer con el puente. En cierto momento, se tomó la decisión de demolerlo, pero las autoridades de la ciudad olvidaron preguntarnos a los que habíamos vivido allí toda nuestra vida cómo nos sentíamos al respecto. Recientemente, se hicieron planes para restaurar el puente, debido a que personas preocupadas vieron valor en conservar esta estructura histórica. Cuando se finalice el trabajo, se les permitirá a los vehículos y peatones transitar por allí una vez más.
Mientras los especialistas trabajan para preservar los objetos físicos y estructuras, nosotros servimos a un Dios que se especializa en la restauración de vidas. ¡Él es el Maestro de la restauración! No sólo tiene el poder de renovar, sanar y reconstruir, sino que Su único propósito gira en torno a hacerlo. Él ve valor en los individuos que el hombre puede ver como desesperanzados o irreparablemente dañados.
Las Escrituras registran muchos ejemplos del poder de Jesús para restaurar el cuerpo físico. En el Evangelio de Mateo, encontramos una cuenta de cómo Jesús sanó a un hombre con una mano seca. Leemos, “Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos, y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? El les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra” (Mateo 12:9-13).
Jesús enfrentó mucha oposición mientras estuvo en esta tierra. Los fariseos no creían que fuera el Hijo de Dios. Realmente lo odiaron y trataron de desacreditarlo o tenderle trampas en numerosas ocasiones, pero siempre fallaron. Esta fue una de esas ocasiones. Sin embargo, en medio de toda esa oposición a Su ministerio, Jesús alcanzó a alguien que necesitaba restauración.
La cuenta de Mateo establece que este hombre se encontraba en la sinagoga el día de reposo. No se nos dice si sabía que Jesús estaba en el área o si tenía alguna expectativa de que Jesús se presentara en la sinagoga. Tuviera o no alguna esperanza de ver a Jesús, eso fue exactamente lo que ocurrió.
Cuando Jesús le dijo al hombre: “Extiende tu mano”, le estaba pidiendo algo completamente imposible físicamente. El hombre puede haber pensado, “No sé si puedo obedecer esta orden – ¿Me será posible extender la mano?” La Biblia no nos dice por cuanto tiempo había tenido el hombre la mano seca. No da detalles acerca de si había sufrido un golpe o lesión, qué edad tenía el hombre, o por cuanto tiempo había estado en esa condición. Sólo nos dice que tenía una mano inoperante; no podía usarla.
Los detalles acerca de por qué no podía usar su mano no le importaban al Señor. Lo que le importaba era que el hombre con la mano seca conoció al Maestro de la Restauración. Cuando extendió la mano con fe y en obediencia a Quién estaba frente a él, algo ocurrió. ¡Gloria a Dios! Esta es la manera en que funciona. Dentro de un momento, Jesús restauró esa mano seca y se volvió tan sana como la otra.
Hoy Jesús posee el mismo poder para restaurar. La Biblia nos dice que Jesús vino a destruir los trabajos del diablo. Él aún se encuentra restaurando vidas. Aquellos que hemos renacido a través de Su poder sabemos que lo ha hecho en nuestras vidas. Lo hará por usted si no ha renacido. No importa lo que haya hecho o cuanto tiempo haya estado en condición pecadora. No importa si su situación parece desesperanzadora. ¡La fe y la obediencia siempre traerán resultados! Puede tener la seguridad establecida y anclada en lo profundo de su corazón de que ha sido recibido por Dios. Sabrá que Él ha tocado su vida y la ha transformado. Sabrá que ha recibido algo que vale la pena, algo de gran precio. Y esa seguridad lo llevará a través de cada factor opositor, cada lugar difícil y cada prueba que se enfrente en los días subsiguientes.
Siempre me han sorprendido las personas que poseen el talento y habilidad de restaurar casas, edificios, carros u otros objetos de valor histórico–cosas que las personas han tenido por años que muestran los efectos del desuso, abuso o simplemente deterioro natural. Cuando alguien que sabe lo que hace reacondiciona un objeto hasta el punto de dejarlo como nuevo, se produce una transformación. Sin embargo, conocemos a Alguien que es un Maestro en la restauración de las vidas de las personas. ¿Qué puede ser más maravilloso que eso? Dios puede restaurar lo que ha sido derribado por el pecado. Puede sanar el daño hecho por cosas tomadas en nuestro cuerpo. Puede curar los efectos de años de comportamiento destructivo. Estábamos yendo por nuestra cuenta, y debimos haber sufrido los efectos y angustias de nuestros delitos por el resto de nuestras vidas, pero Dios tuvo misericordia. ¡Gracias a Dios por eso!
Luego que Jesús sanó al hombre con la mano seca, Mateo relata que Él “se apartó de allí”. Sin embargo, grandes multitudes lo siguieron, y la Biblia nos dice Él los sanó a todos (versículo 15). La sanación no era la misión primordial de Jesús cuando vino a la tierra. La salvación de las almas perdidas era Su prioridad principal, pero en Su infinito amo y misericordia, ayudó a aquellos que venían a Él para que los sanara. Ese es nuestro Señor. Quería salvar sus almas, pero tuvo tanta compasión y misericordia de ellos que también respondió a sus necesidades físicas.
En los versículos 18 y 20 Mateo citó a Isaías 42:1, “He aquí mi siervo [Jesús], a quien he escogido; Mi Amado, en quien se agrada mi alma; Pondré mi Espíritu sobre él y a los gentiles anunciará juicio . . . La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará”. Los analistas notan que la caña era un símbolo de debilidad. Isaías se refería a una “caña cascada” que significaba algo al borde de la muerte. ¡Oh, la gentileza divina de Jesús que atiende a aquellos que están cascados y dañados por el pecado!
Tal vez la vida no ha sido muy buena para usted y se pregunta si realmente existe un Dios en el Cielo que se preocupe por usted. Usted es como la caña cascada, pero el Señor ofrece restauración. Una caña cascada era algo sin valor, pero usted no es sin valor. ¡Jesús lo ama! ¡Él dio Su vida por usted!
Si ha arruinado su vida con el pecado y el enemigo le ha dicho que nadie puede ayudarlo– que ha hecho tantas cosas malas que nunca podrá ser perdonado–eso no es verdad. Jesús puede restaurarlo hoy ¡Él desea restaurarlo! Esa restauración no tomará meses o años. No tomará un proceso humano o un programa de diez pasos. El poder de Jesús puede bajar hoy y hacerlo completo en un instante. ¡Él quiere que sea completo!
La paz y seguridad que le dará no se deteriorará o envejecerá. Estará siempre fresco y nuevo en su corazón debido a que Él le dará el poder para conservarla. Ninguno de nosotros podemos servir a Dios con nuestra propia fuerza, pero Él nos da fuerza día tras día mientras mantengamos nuestras manos en las Suyas. Este Evangelio es simplemente puro poder del cielo y hará por usted lo que nada más puede hacer. Jesús es el Restaurador. Vino a la tierra para morir por nosotros de manera de que pudiéramos estar completos, y esa verdad nos ha hecho libres.
Si en este momento no tiene paz con Dios en su corazón, admítanlo y pídanle a Dios ayuda superior. Cuando vuelva del pecado arrepentido honestamente y lo alcance con fe, Él lo hará por usted. Lo restaurará y le dará una nueva vida.
Gary Bertram es ministro en la Iglesia de la Fe Apostólica en Tacoma, Washington, Estados Unidos.