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El Poder de un Testimonio Personal

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El ejemplo de Pablo revela tres partes clave de un testimonio Cristiano eficaz.

de un sermón por John Musgrave

Un testimonio personal es una herramienta poderosa. En un tribunal, los argumentos que se basan en evidencia material y motivo pueden tener impacto, pero a menudo un testimonio personal posee la mayor influencia sobre un juez o jurado.

Hace algunos años, me encontraba en un tribunal y observé un juicio donde se acusaba al demandado de robar algunas tiendas. El fiscal presentó evidencia que vinculaba al acusado con la hora y lugar del crimen. Sin embargo, lo que en realidad estableció la culpabilidad del demandado fue el testimonio de los empleados de la tienda. Se les llamó uno a uno al estrado y se les solicitó que corroboraran la información presentada al tribunal. Luego, se les pidió que identificaran al ladrón si se encontraba presente en la sala y uno a uno señalaron al demandado. ¡Eso fue devastador para su caso! De hecho, el juicio finalizó antes que el jurado se reuniera para determinar el veredicto. Una mañana el juez se nos informó que el demandado había decidido aceptar un acuerdo judicial antes que seguir con el juicio. Los testimonios personales que apuntaban a su culpabilidad no podían refutarse.

En el Libro de los Hechos 26, leemos el testimonio personal que Pablo da al Rey Agripa. Capítulos anteriores describen cómo Pablo había sido llevado ante las autoridades Romanas y acusado en falso de sedición por los líderes religiosos judíos. Afirmaban que había contaminado el Templo en Jerusalén y que era el cabecilla de la fe Cristiana, o la secta del Nazareno, como la llamaban. Pablo negaba la acusación. Finalmente, su caso fue llevado ante el Rey Agripa, quién conocía bien la Ley Judía y se le dio una oportunidad al Apóstol para defenderse.

Pablo era un hombre muy educado y poseía suficiente conocimiento tanto de la ley religiosa como de la seglar para ofrecer una defensa fuerte contra los cargos que se levantaban contra él. Pudo haber usado de manera efectiva el conocimiento de las Escrituras para hacer su caso, dar buenos argumentos y convencer a todos los presentes que Jesús era en realidad el Cristo. Sin embargo, cuando se le dio la oportunidad de defenderse ante el Rey Agripa, Pablo eligió compartir su testimonio personal de salvación.

En los versículos 19-23 leemos la conclusión del testimonio de Pablo: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme. Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles”.

El Apóstol Pablo comprendió el poder y valor de un testimonio personal. Y la manera en que da su testimonio en Hechos 26 nos brinda un buen patrón a seguir sobre cómo dar nuestros testimonios Cristianos en una manera eficaz a los no creyentes.

Existen tres partes clave para dar un testimonio eficaz y todas pueden encontrarse en Hechos 26. En primer lugar, debemos decir cómo éramos antes de nuestra conversión. En segundo lugar, debemos relatar qué nos hizo cambiar—nuestra experiencia de salvación. Finalmente, debemos describir cómo hemos sido desde que ocurrió el cambio.

¿Cómo era Pablo antes de su conversión? En los versículos 4-11 narra una breve historia de su vida pasada, concluyendo con una descripción de su condición justo antes del encuentro con Dios. Reconoció: “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras” (Hechos 26:9-11).

Lo que Pablo no hizo fue jactarse en su vida pasada, dar espeluznante cuenta de su comportamiento impío o pasar mucho tiempo morando sobre lo mal hombre que había sido. De manera similar, cuando damos nuestros testimonios, no llevamos la atención del oyente hacia nosotros morando excesivamente sobre nuestro pasado. Decimos sólo lo necesario para indicar que teníamos gran necesidad de salvación. El enfoque debe dirigirse hacia Cristo, quién puede salvar a todos.

Aun cuando recontemos nuestro pasado, el objetivo de un testimonio es dar honor y gloria a Dios. El salmista dijo en el Salmo 107:1-2: “Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo”. Los redimidos del Señor—quienes hemos renacido—debemos dar gracias a Dios quien extendió misericordia en nosotros y nos salvó del enemigo. Este debe ser nuestro propósito al compartir nuestros testimonios.

Luego, en los versículos 12-18 Pablo describe de manera muy directa su conversión en la camino a Damasco. El Señor Jesús se le había revelado de manera tan vívida que Pablo aún podía recordar las palabras exactas que habían intercambiado. No necesitaba apuntalar su testimonio de ningún modo. Su simple historia fue convincente debido a que había sido una experiencia definitiva en su vida. En pocas palabras, pudo explicar cómo Dios lo había encontrado, lo que había dicho y lo que deseaba de él—una vida de servicio con la meta de dirigir a otros hacia el arrepentimiento y la salvación.

En los versículos 19-23 Pablo declaró que había obedecido ese llamado y que por medio de la ayuda de Dios había podido continuar sirviendo al Señor hasta ese día, dando testimonio a pequeños y a grandes. ¿Qué decía? Relataba cómo había sido su vida desde su salvación. El Señor le había otorgado victoria y con Su ayuda había podido compartir su testimonio y testificar ante todos que el Señor había dirigido a su rumbo. ¡Qué testimonio tan bueno, sólido y victorioso!

Un simple testimonio de lo que Dios ha hecho en una vida tendrá impacto. Luego de esta historia leemos de dos de quienes escucharon a Pablo aquel día. El versículo 24 relata la reacción de Festo, desde que escuchó el testimonio de Pablo no parecía contenerse—un posible indicador de convicción. Dice que respondió en fuerte voz: “Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco”. Es evidente que no podía explicar lo que había escuchado, o lo que sentía por haberlo escuchado.

En el versículo 28, el Rey Agripa respondió: “Por poco me persuades a ser cristiano”. Hay diferentes interpretaciones en cuanto a la forma en que dijo estas palabras. Algunos piensan que puede haber dicho sarcásticamente, mientras que otros suponen que era sincero. De cualquier manera, el Rey Agripa se sintió obligado a responder al testimonio que acababa de oír. El testimonio de Pablo le afectó personalmente. Cuando damos nuestro testimonio, las personas nos pueden despedir. Sin embargo, un testimonio victorioso es algo difícil de rechazar en el interior debido a la impresión que deja en quien lo escuchó.

A veces nuestros testimonios no pueden darse verbalmente, pero aun así pueden causar un impacto. Expertos en lenguaje corporal dicen que el 70% de la comunicación es no verbal. Recuerdo a un compañero de mi clase de redacción de secundaria en Bozeman, Montana, Estados Unidos. Yo sabía que él era Cristiano. Él nunca me dijo su testimonio, él nunca me dijo nada que indicaba que se había salvado. Sin embargo, yo sabía que él era un Cristiano simplemente observando cómo se comportaba y cómo respondía a otros estudiantes que le jugaban bromas. Nunca se enojó. Nunca reaccionó mal. Cada día traía una actitud positiva a esa clase. ¡Y me di cuenta! Cuatro años más tarde, cuando yo estaba fuertemente convencido por la forma en que estaba viviendo, ese testimonio no verbal del joven era una de las cosas que surgieron ante mí. En mi corazón sabía que un Cristiano puede vivir una vida victoriosa. Ese compañero me lo había demostrado cada día, a pesar de que su testimonio nunca me fue dado verbalmente. Hasta el día de hoy le agradezco su testimonio Cristiano.

Otro de los resultados de nuestros testimonios se revela en Apocalipsis 12:11. Dice: “Y ellos le han vencido [a Satanás] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Cuando damos nuestro testimonio, empuñamos un arma de conquista que nos ayudará a obtener la victoria sobre el enemigo.

¿Tiene un testimonio personal hoy? Si no es así, Dios puede darle un poderoso testimonio que no sólo habla de la victoria sobre el enemigo, sino también le da una manera de hablar a los demás y animarlos a una vida satisfactoria, llena de esperanza y que conduce a una recompensa eterna.

John Musgrave es Director Regional de Europa del Este para la organización de la Fe Apostólica, y ministro de la iglesia sede en Portland, Oregon, Estados Unidos.