de un sermón por Earl Phillips
Qué bueno sería si los niños llegaran al mundo con un nombre asignado que encajara perfectamente con su personalidad. La decisión de qué nombre dar a un niño es muy importante para los padres, pero no siempre es fácil. Muchas veces, se revisan largas listas de posibilidades en búsqueda del nombre perfecto. De hecho, existen libros y páginas web con cada popular y extraño sobrenombre alguna vez inventado, con completas definiciones, modernas adaptaciones y hasta orígenes del nombre para ayudar a los padres en tomar la decisión final. Algunas veces, la abuela y el abuelo, y hasta la bisabuela y el bisabuelo, intentan ayudar dando sus ideas. ¡Yo he escuchado algunas ideas que me asustan! Pero al final, cuando un niño o niña llega y se le da su nombre, generalmente le queda perfectamente.
Para María fue fácil. El ángel le dijo el nombre perfecto para darle a su hijo—un nombre que reflejaría quien sería Él. Lucas 1:30-31 dice, “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”. En Mateo 1:21, leemos que el ángel le dijo a José, “Y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” Su nombre sería el Nombre perfecto por encima de todos los nombres. El Mesías había llegado finalmente a la tierra, y Su nombre reflejaba Su misión.
Aún cuando el Nombre de Jesús no se conocía hasta que la historia de Su nacimiento fue contada en los Evangelios, se pueden encontrar referencias al Mesías a lo largo de todo el Antiguo Testamento. El nacimiento de Jesús en el pesebre fue profetizado mucho antes de que ocurriera, y Su propósito – dar Su vida en la Cruz para que el hombre pudiera vivir eternamente—era bien conocido en los días precedentes a Su nacimiento.
Aún aquellos que no conocían el Nombre de Jesús podían identificarle. El Libro de Daniel cuenta la historia de Sadrac, Mesac y Abed-nego, quienes fueron prisioneros en un país bajo el reinado del Rey Nabucodonosor. El rey construyó una estatua recubierta de oro alta nueve pisos. Pasó un decreto para las personas de su reino, ordenando que se agruparan debajo de la estatua e hicieran reverencia ante ella cada vez que sonara la música. El castigo para los que desobedecían el decreto del rey era morir lanzado en un horno de fuego ardiendo. Esto no asustó a Sadrac, Mesac y Abed-nego; ellos permanecieron firmes en su postura y no hicieron reverencia. Abiertamente, declararon su devoción a Dios.
Lo que decimos y lo que hacemos deben ser consistentes, pero nuestras acciones hablarán más fuerte que nuestras palabras. Estos tres hombres podrían haber comprometido sus creencias y evitado el horno diciendo: “Haremos reverencia ante la estatua, pero solo con nuestras rodillas, no con nuestros corazones.” Eso no es lo que pasó; ellos no hicieron reverencia. Su desobediencia enfureció al rey. Les dio otra oportunidad para obedecer y rendir reverencia a la estatua, pero ellos dijeron: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto” (Daniel 3:16). No votaron. No sostuvieron una reunión para decidir el curso de acción. Ellos simplemente se pararon juntos, creyendo en sus corazones que Dios les libraría. Le dijeron al rey: “Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo,” y luego continuaron diciendo que aún si Dios no los libraba, ellos no venerarían la imagen dorada.
El rey se enfureció tanto que ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo normal. Los investigadores dicen que las llamas probablemente eran altas cerca de 15 metros (15 meters - 50 feet – is conversion right?). Sadrac, Mesac y Abed-nego fueron lanzados al horno ardiente, pero ese no fue el final de la historia. Luego que fueron lanzados adentro, el rey miró en el horno y vio cuatro figuras entre las llamas. Preguntó: “¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego?” Sus ayudantes le aseguraron que sí. Él dijo: “Veo cuatro varones . . . y el aspecto del cuarto es semejante al Hijo de Dios.” El rey lo reconoció en el horno junto a los tres hombres hebreos.
Existen muchas historias victoriosas de personas que supieron de Jesús y del poder de Su nombre, y volvieron sus vidas hacia Él. En la isla de St. Martin, en las Antillas, mi esposa y yo asistimos a un servicio de iglesia en el cual había cerca de 250 personas en la congregación. A medida que escuchábamos al coro cantar un bello himno, un joven, que nunca antes había estado en una iglesia, entró al santuario. Había estado caminando cerca del edificio de la iglesia y escuchó cantar al coro. Sintió que algo jaló su corazón y decidió entrar. Allí, escuchó el Nombre de Jesús por primera vez en su vida y, con el llamado del altar, se arrodilló a orar y a recibir a Jesús en su corazón.
En las colinas de China, una mujer asistía a un servicio de iglesia donde escuchó el Nombre de Jesús por primera vez. Se dirigió a un altar de oración y fue salvada. Jesús cambió su vida ese día. Tiempo después, ella volvió a la iglesia y dijo: “Él me salvó. Pero, por favor, dígame Su nombre otra vez.” Las personas de la iglesia le dijeron, “Su Nombre es Jesús, Nombre por encima de todos los nombres.”
Everett Wayne era un borracho que solía tambalearse cerca de un edificio de la Iglesia de la Fe Apostólica cuando ésta se encontraba ubicada en la Sexta Calle y Burnside, en Portland. Las apuestas habían maldecido su vida y ocasionado que perdiera su esposa e hijo. Robar había sido su modo de vida; inclusive le había costado su ciudadanía. Luego, una noche, escuchó una Voz decirle: “Viejo, si no haces algo, ¡serás un desahuciado!” Everett sabía tan poco acerca de Jesús que no entendió que era el Señor que le hablaba, pero algo lo obligó a dejar sus fichas y parase de esa mesa de apuestas. Dijo, “Voy a entrar a esa iglesia por donde solía tambalearme. Voy a entrar y voy a arrodillarme a orar frente a esos altares.” Esa noche Everett Wayne conoció a Jesucristo, Hijo de Dios y su vida se transformó.
Hace muchos años, Dios le habló a los corazones de dos jóvenes amigos: Cliff Copko y yo asistíamos al servicio de la iglesia juntos. Yo no le dije a Cliff que Dios había estado hablándome, y él no me dijo que Dios le había estado hablando a él. Después del sermón de ese día, nos paramos para irnos. Un ministro caminó hacia nosotros y nos dijo: “Me alegra verlos a ambos con nosotros. Si alguna vez gustan orar, son bienvenidos.” Luego se retiró. Otro ministro se acercó y dijo casi las mismas palabras. Yo me volteé hacia Cliff y dije: “No sé que vas a hacer tú, pero yo voy a orar.” Ese día, le pedí a Jesús que entrara en mi corazón y revelara Su piedad y gloria en mí. Todos mis deseos habían cambiado. Cuando me desperté en la mañana siguiente, no salté de mi cama para fumar un cigarrillo inmediatamente como había lo hecho anteriormente. En cambio, encontré mi pequeña Biblia que mi madre me había dado cuando era chico, me arrodillé y dije: “Gracias, Jesús, por salvar mi alma.” Me di cuenta que el poder en el Nombre de Jesús me había cambiado profundamente.
¡Si las personas creyeran, hoy, en el Nombre de Jesús!. Si sólo le oraran, Él respondería sus oraciones; Él tiene el poder. Los que vivieron en la antigüedad no conocían el Nombre de Jesús. No podían entender Su amor por ellos porque Él aún no había dado Su vida para salvarlos de sus pecados. Nosotros estamos tan bendecidos de conocer personalmente nuestro Salvador maravilloso y misericordioso. Podemos llevarle todos los problemas de nuestras vidas. Si el país se tornara hacia Jesucristo, no haría falta construir prisiones más grandes. Si más personas se tornaran hacia Jesucristo, no escucharíamos historias devastadoras acerca de adolescentes muriendo y enfrentándose a una eternidad perdida a causa de las drogas. No escucharíamos noticias horrendas acerca de jóvenes disparándole a sus compañeros en salas de clase y cafeterías en los colegios de nuestro país. A medida que miramos este mundo, nos damos cuenta que Jesús vendrá otra vez, pronto. Las personas necesitan orar, ahora más que nunca.
¿Conoce usted a Aquel cuyo Nombre está por encima de todos los nombres de cada poderosa figura religiosa y política en la historia del mundo? Su Nombre es Jesús, y en ese Nombre está la respuesta a todos los problemas del mundo. ¡Podemos llamarlo por Su Santo Nombre!. Y cuando lo hacemos, Él nos escucha y responde a nuestras oraciones.
Earl Phillips es integrante del ministerio de la Iglesia de la Fe Apostólica de Portland, Oregon.