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Obstáculos Convertidos en Victoria

Testimonios

Este ministro zimbabuense fue criado para adorar a los espíritus ancestrales, pero todo cambió cuando se eoncontró con el Dios de los cielos.

Dios ha hecho maravillosos milagros en mi vida. A pesar de que mi padre murió cuando yo tenía trece años, Dios hizo posible que yo asistiera a una escuela Cristiana que se encontraba a unos 320 kilómetros de donde vivía mi familia.

A la edad de veinte años, cuando era estudiante en esa escuela, me enfermé muy seriamente. Todo el lado derecho de mi cuerpo estaba paralizado. No podía sentir nada ni podía moverme por mi propia cuenta. Estaba cerca de la muerte. El director de la escuela pensó que no tenía sentido que yo permaneciera en la escuela, así que organizó un grupo de personas para que me acompañaran al área de donde vine.

La noche antes de partir, un estudiante quien se había encontrado la revista La Luz de la Esperanza [el nombre anterior de la revista Camino Más Alto que se publica en Portland, Oregon] visitó el dispensario donde fui hospitalizado. Me dio la revista y la leí completamente. Contenía testimonios de personas que habían experimentado el poder de Dios en sus vidas. Ellos testificaron el ser salvados, santificados, bautizados por el poder del Espíritu Santo y sanados de diversas enfermedades. Eso me interesó y al seguir leyendo, me puse a orar entre mí mismo.

Al día siguiente, el profesor que fue designado para acompañarme a mi casa llegó temprano en la mañana con tres estudiantes para sacarme del dispensario. Me llevaron a la parada de autobús en la carretera. Llegamos allí a las ocho en punto, y el autobús iba a venir alrededor de las diez de la mañana. Mientras estábamos esperando allí, yo estaba acostado, orando en silencio. Le pregunté a Dios si Él estaba allí. Si no estaba, yo quería morir. Oré de tal manera que si Él era real, Él me hiciera capaz de escapar del Infierno. También oré para que si lo que había leído en la revista La Luz de la Esperanza fuera verdad, Dios me sanaría. Le dije que le daría toda la alabanza a Él y no a los hombres, y que le serviría por el resto de mi vida.

Desde Parálisis a Alabanza

Mientras esperábamos en la parada del autobús, el Señor me salvó y al instante me sanó. Salté hacia arriba y abajo, alabando el Nombre del Señor y diciendo: “¡Jesús me ha sanado! ¡Estoy curado, estoy curado!” Yo estaba correteando, alabando a Dios y batiendo las palmas. Las personas que me habían llevado a la parada de autobús y todos alrededor podrían verlo. Mi corazón estaba burbujeando de alegría, y yo estaba testificando con alegría a todo el mundo que Jesús está vivo. No sólo había sanado mi cuerpo, sino que también había salvado mi alma.

Le dije a los que estaban conmigo que a pesar de que estaba curado, no iba a regresar a la escuela en ese momento. Quería ir a Bulawayo, Rhodesia (hoy Zimbabwe) a la dirección de la iglesia indicada en la revista La Luz de la Esperanza, para ver a la gente que predicaba la Palabra de Dios de esta manera. En el viaje en autobús a Bulawayo, continué diciéndole a la gente a mi alrededor que el Señor me había curado.

Cuando llegué a la Misión de la Fe Apostólica (la cual era la iglesia central del Sur de África en ese entonces), le dije al líder, el reverendo Morgan Sengwayo, que yo era un estudiante y había venido a confirmar que en Bulawayo hay un sitio de la Fe Apostólica. Le dije lo que el Señor había hecho por mí y cómo Él me había sanado y perdonado. El Reverendo Sengwayo se regocijó conmigo y me invitó a quedarme en la misión durante varios días y asistir a las reuniones. Durante mi primera reunión dominical el Señor me santificó.

Ese domingo por la noche abordé un tren y regresé a mi escuela. Cuando testifiqué ante el director cómo el Señor me había sanado, se quedó sorprendido. Se sorprendió de verme vivo, alegre y muy fuerte. Sin embargo, dijo que no creía que el Señor me había curado.

Cuando testifiqué ante los estudiantes, algunos de ellos querían tener reuniones para aprender más. Muchos de ellos buscaron al Señor. Algunos de ellos no asistieron a clases, pero fueron en cambio al bosque a orar. Tantos estudiantes estaban fuera orando que los instructores no podían enseñar sus lecciones.

El director me llamó y me advirtió que no debía testificar o tener reuniones con nadie. Me dijo que estaba confundiendo los estudiantes. Traté de explicar que en todo caso, yo estaba ayudando. Durante sesenta años, aunque esta era una escuela religiosa, nada como esto había sucedido en esa escuela. Le recordé que personas estaban haciendo restituciones a él por los males que habían hecho. Yo mismo estaba diciendo del mal que había estado haciendo en la escuela. Sin embargo, él continuó instruyéndome que no le dijera mi testimonio a nadie.

Eventualmente ese director fue trasladado de la escuela. Cuando el nuevo director se enteró de nuestras reuniones, nos permitió tener reuniones regulares, y nos dejó utilizar las campanas de la escuela para llamar a la gente a que viniera. Nos lo pasamos de maravilla, testificando en los pueblos cercanos. Una vez fuimos a la casa de una mujer que estaba muriendo de cáncer, quien había sido llevada a casa del hospital. Oramos por ella, y el Señor la sanó completamente.

Dando la Espalda a la Adoración de Espíritus Ancestrales

Cuando terminé mis estudios y era hora de que yo regresara a mi casa, le dije a mi familia que había nacido de nuevo y que era una nueva criatura en el Señor. Les expresé con claridad que ya no adoraría a los espíritus ancestrales, porque ahora estaba adorando al Señor Jesucristo. Cuando ellos adoraban a los espíritus, les dije que no debían mencionar mi nombre. Entonces, les dije sobre mi decisión de mudarme a Bulawayo y buscar un empleo, diciéndoles que el Señor proveería a alguien para cuidar de mí hasta que tuviese uno.

Cuando llegué a Bulawayo, no tenía un lugar donde vivir, así que me quedé en la estación de tren. Cuando el Reverendo Sengwayo se enteró de eso, se puso muy triste y me invitó a ir a la misión hasta que obtuviese un trabajo. Mientras estaba viviendo en la misión, el Señor me bautizó con el Espíritu Santo. El poder y la gloria de Dios llenaron mi alma.

El Señor me ayudó a conseguir un trabajo en un banco. Después de algún tiempo allí, grandes dificultades surgieron. Una mañana, mi supervisor me dijo: “Usted no está en condiciones de trabajar en el banco”, y ella me dijo que tenía que dar mi renuncia y debería dejar mi trabajo al final de ese mes.

No le dije a nadie sobre lo que había sucedido, pero oré sobre el asunto. Antes del final de ese mes, un inspector de la oficina central del banco llegó a nuestra rama. Inspeccionó todo y revisó a todos. Al final, puso su recomendación en un sobre sellado y se lo entregó al gerente. En esa carta, él dijo que yo era la persona más indicada para tomar una posición en Harare, donde yo sería un subcontador. Dos días antes de que tenía que dejar ese empleo, mi supervisor me dijo: “Usted pensó que le había despedido, pero en cambio te estoy promoviendo. Usted va a ser el primer africano en ir a Harare como un subcontador”. En Harare, me dieron un coche de la empresa. Sin embargo, todavía no tenía una licencia de conducir, por lo que un chofer me conducía.

Una Acusación Falsa

Después de algún tiempo, me fui promovido a un puesto de administración. Una vez, el dueño de una gran empresa llamó para decir falsamente que yo le había gritado. Insistió en que me despidieran o él iba a cerrar su cuenta. Me pidieron que trajera todas las llaves de la oficina y el coche a la oficina central del banco. Allí me dijeron que estaba siendo despedido por gritarle a un cliente. Cuando les dije que nunca le había hablado de esa manera a nadie, discutimos el asunto por un largo rato. Finalmente, los funcionarios del banco dijeron que no me iban a despedir, pero que me debía reportar a otro departamento del banco a la mañana siguiente. A medida que pasó el tiempo, fui ascendido a un puesto administrativo en ese departamento.

Más tarde me fui a trabajar para la Zimbabwe Broadcasting Corporation, y fui el primer africano en supervisar la contabilidad de allí. El Señor me permitió ocupar varios cargos ejecutivos durante mi estancia de dieciocho años en ZBC, terminando con el puesto más alto. Después de dejar ZBC, el Señor me dio un negocio próspero.

Obstáculos Cambiados por Completo

Una y otra vez, ha habido situaciones que parecían ser grandes obstáculos, pero el Señor les dio la vuelta y los convirtió en mejores cosas. Siempre me ha beneficiado confiar en el Señor. Dios me dio una esposa maravillosa y le servimos juntos. Tuvimos el privilegio de criar a nuestros cinco hijos conociendo a Dios, y ahora somos abuelos de dos nietas preciosas.

Con el tiempo, tuve la oportunidad de decirle a mi familia acerca de Jesús. Algunos de mis sobrinos y primos fueron los primeros en ser salvados. Seguí en oración y con el tiempo, mis oraciones fueron contestadas cuando mi madre se salvó en 1999, a la edad de 100 años. Ella fue la primera de mi familia inmediata en ser salvada, luego mis dos hermanas y dos hermanos oraron y recibieron su salvación. Mi madre se mudó de nuestra casa rural a vivir con mi familia hasta que la llamó a su hogar en el Cielo a la edad de 113 años.

Mi hermano mayor, quien es el primogénito, ahora vive en Harare. Él y su hijo quemaron sus materiales espirituales ancestrales después de que mi hermano fue salvado. Él está disfrutando el Evangelio y lamenta el tiempo que pasó negando la salvación. Unos cuarenta y cinco miembros cercanos de mi familia, incluyendo los miembros de mi familia inmediata, han respondido a la llamada del Evangelio, como resultado de que aprendí de Cristo y le di mi vida a Él.

En los últimos años, he tenido el privilegio de ver a Dios trabajando entre Su pueblo en el sur de África. Ya sea en Botswana, Mozambique, Angola, Sudáfrica, o muchos otros países, el Evangelio es el mismo. Cuando un corazón está abierto a la verdad, Dios entra y hace un cambio. Los resultados se muestran en la vida de esa persona. ¡Es maravilloso!

Aparte de Jesucristo no hay nada que quiero usar mi tiempo haciendo. Sólo quiero ser usado por Él en cualquier manera que Él considere mejor.

Oniyas Gumbo es el Superintendente del Distrito para el Sur de África de la Iglesia de la Fe Apostólica.