de un sermón por Darrel Lee
Recientemente, leí un relato acerca del explorador, Sir William Perry, quien dirigió tres expediciones a Canadá del Norte y Alaska en búsqueda del Paso Noroeste. En su viaje de 1827, él y otros miembros de su grupo tomaron dos botes con remolques de acero y se dirigieron tierra adentro, pensando que avanzarían más rápido si arrastraban los botes por tierra hasta llegar al mar. Luego de viajar por un par de días, se detuvieron para ubicarse y descubrieron que su latitud se encontraba más al sur de cuando habían comenzado, aún cuando ellos se dirigían hacia el norte. Lo que Perry no sabía era que estaba viajando sobre una gran masa de hielo que flotaba, con la corriente, hacia el sur, sin rumbo definido.
En nuestras vidas espirituales, si no tenemos cuidado, podemos vagar sin rumbo con la corriente del mundo y no darnos cuenta que nuestra posición se ha movido.
En Hebreos 2:1 leemos, “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.” La palabra original para traducir deslizar, es el término náutico que sugiere, “ir a la deriva.” Una embarcación en mar abierto sin ancla se moverá hacia donde la lleve la corriente. Así, otra forma de decir esto sería: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que vayamos a la deriva respecto de ellas”.
Hoy en día, la palabra deslizar tiene un significado ligeramente distinto que cuando se tradujo originalmente. Si algo se nos desliza de las manos, hay algo de repentino en ello que nos toma por sorpresa. Sin embargo, ir a la deriva es más sutil y ese es el sentido de este verso. Ir a la deriva puede ocurrir sin que nos demos cuenta. Podríamos movernos lejos de las cosas que hemos escuchado sin ni siquiera darnos cuenta que ha ocurrido.
Podemos ver este tipo de advertencia enfatizada repetidamente en la Biblia. El escritor de Hebreos hizo referencia a “las cosas que hemos oído,” hablando de las enseñanzas del Señor. Algunos miembros de las primeras iglesias escucharon las enseñanzas del mismo Jesús. Al pasar el tiempo, sin embargo, la iglesia estuvo en riesgo de ir a la deriva, lejos de esas verdades, especialmente, a medida que los primeros testigos fallecieron. Aquellos que permanecieron, necesitaron hacer un esfuerzo consciente para retener lo que habían escuchado.
Pablo no tuvo miedo de que pudieran rechazar sus enseñanzas. El peligro más grande era que simplemente desatendieran lo que habían escuchado y estuvieran a la deriva. En otro lugar, les dijo que no abandonaran sus reuniones, sino más bien que se exhortaran los unos a los otros diariamente. Recordar los unos a los otros las verdades que habían aprendido, con frecuencia, mantendría esas verdades frescas en sus mentes. Les dijo: “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (Hebreos 3:14).
Judas tuvo la misma preocupación. Le escribió a los que leerían su epístola: “por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3). Les estaba diciendo: “No olviden lo que les fue enseñado. Esfuércense para ello y préstenle seria atención.”
Algunos sí se fueron a la deriva. Pablo le preguntó a los Gálatas, “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad?” (Gálatas 3:1). Les preguntó: “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?” (Gálatas 5:7). En otras palabras, “Tuvieron un buen comienzo, pero ahora deben revisar su posición. ¿Se encuentran donde estaban al comienzo o están a la deriva?”
Cuando los Hijos de Israel ingresaron a la tierra que Dios les dio, se les advirtió que tuvieran cuidado de no olvidar. Nosotros no queremos olvidar lo que Dios ha hecho por nosotros. Queremos apreciar este maravilloso Evangelio que nos ha sido entregado y queremos mantenerlo y valorarlo.
Las iglesias también están a la deriva. Las organizaciones religiosas que sostuvieron un estándar de conducta Bíblica hace una o dos generaciones, ya no lo hacen. La tendencia parece ser predicar lo que las personas aceptan en lugar de predicar lo que las personas necesitan. Sin embargo, debemos ser guiados por la Palabra de Dios. Aquellos que escuchan pueden rechazar la verdad, pero no podemos dejar que eso nos influencie. Debemos retener las cosas que hemos escuchado, para que no se nos deslicen, en cualquier momento.
Cuando era un adolescente, recuerdo que quedé impactado cuando alguien en mi familia se divorció y luego se volvió a casar. No tenía ninguna formación religiosa, pero me parecía que algo estaba mal. Hoy en día, en nuestra cultura muchos clérigos llevan a cabo ceremonias de matrimonio para personas que ya han estado casadas. ¡Estamos a la deriva!
El diseño de Satán es que la iglesia se torne más parecida al mundo. Se nos dice que para poder atraer al mundo, debemos ser más como el mundo. Sin embargo, mientras más la iglesia se parece al mundo, menos impacto tiene sobre el mundo.
Lo qué era errado hace una o dos generaciones, de pronto ya no se identifica como errado. En lugar de llamar pecado al pecado, la santidad ha sido redefinida para acomodar una conducta pecaminosa. Dios dijo que debíamos vivir “en este siglo, sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:12), y es posible vivir de esa forma. Es posible obtener la salvación y el perdón de nuestros pecados, presionarnos más y obtener la santificación y la erradicación de esa naturaleza carnal, y mantener la salvación y santificación desde ese día hasta el día en el cual dejemos este viejo mundo. Hoy en día, el pecado ha sido minimizado, pero Dios nos llama a resistir a la corriente que va en contra de las enseñanzas de Su Palabra.
Hace algunos años, un amigo y yo decidimos ir a pescar en uno de los ríos cerca de la Costa de Oregon. El agua se movía rápidamente y nosotros estábamos en un bote de aluminio de cuatro metros (4 meters-14 feet – is that conversion correct?). Nos dirigimos río abajo pero no pescamos mucho. ¡Pasamos casi todo el tiempo tratando de mantenernos en posición! Miramos a nuestro alrededor y vimos que los otros pescadores estaban todos pescando en botes de pesca con redes traseras—embarcaciones diseñadas con un fondo cóncavo que resisten flotar a la deriva y prácticamente se estacionan en medio de una corriente rápida. Si hubiésemos estado en un bote así, hubiésemos podido pescar. El Evangelio es como un bote de pesca de buena calidad. Podemos estar rodeados de la maldad del mundo, pero resistimos a esas fuerzas si estamos asentados en el Evangelio.
Es posible. La Biblia dice: “No os conforméis a este siglo; sino transformaos” (Romanos 12:2). No dejen que el mundo los forme de acuerdo a lo que considere apropiado. ¡Dejen que Dios los forme! Dejen que el Señor los moldee; dejen que Él renueve sus mentes y sus procesos del pensamiento.
Pablo desafió a los creyentes en Corinto: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo” (2 Corintios 6:17). El llamado del Evangelio es un llamado a una vida santa. Si escogen ese camino y lo mantienen, encontrarán que tienen algo que los sostendrá, sin importar la corriente que pueda venir.
Si nos volvemos demasiado ocupados en la vida, demasiado descuidados o negligentes, iremos a la deriva, pero eso no es necesario. Podemos hincarnos ante el Señor y preguntarle: “¿Dónde estoy espiritualmente comparado a donde estaba hace un año, cinco años o diez años atrás? ¿Mantengo aún ese espíritu educable, el mismo corazón interrogante ante Dios? o ¿ El tiempo me ha impactado negativamente? ¿Estoy a la deriva?”
Nosotros queremos estar entre los que dejan que Dios los sostenga firmemente. Él puede hacerlo si nosotros prestamos la más seria atención a lo que nos ha sido enseñado y ¡nos cuidamos de no estar a la deriva!
Darrel Lee es Superintendente General de la Iglesia de la Fe Apostólica y pastor de la iglesia con sede en Portland, Oregon.