De un sermón por Darrel Lee
¿Está usted interesado en una vida llena de alegría? Las palabras de Ezra nos dicen, “El gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10). Si la alegría del Señor es nuestra fortaleza, entonces ciertamente queremos saber qué es la alegría, cómo obtenerla y cómo mantenerla.
La alegría del Señor es diferente de la felicidad. La felicidad es un sentimiento externo, mientras que la alegría es interna. La felicidad a menudo es el resultado de circunstancias agradables. La alegría del Señor es duradera; es el resultado de conocer a Dios y morar en Él. La felicidad es impredecible, ya que no sabemos cuándo las circunstancias agradables cruzarán nuestro camino. Temporalmente, cubre el desaliento—si nos sentimos deprimidos y ocurre un evento feliz, nos olvidamos de nuestros problemas por un tiempo. La alegría, sin embargo, hace más que cubrir el desaliento: ¡lo derrota! La alegría es un estado vital en vez de una emoción temporal. Eso no significa que estaremos siempre sonriendo y riendo, pero cuando existe alegría en nuestros corazones, algo adentro de nosotros nos sostiene sin importar la situación que surja. Existe una paz profunda y arraigada y un sentimiento de contentamiento como resultado de nuestra relación con Jesús Cristo.
Jesús les habló a Sus discípulos acerca de morar en Su amor. Les dijo, “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:1011). Estar (morar) en el amor de Dios trae alegría, y esa alegría permanece.
El lugar donde “moramos” provee ciertas ventajas. Yo crecí en las afueras de Roseburg, Oregon, en una granja que estaba ubicada al lado del Río Umpquah Norte. Había algunos beneficios de vivir allí. Teníamos muchos lugares en los cuales divagar en la granja, y durante el calor del verano, podíamos bajar y saltar en el río cada vez que queríamos. El siguiente lugar en el cual viví fue Dallas, Oregon. Una de las ventajas de vivir allí fue que estábamos cerca de las Reuniones Evangélicas Anuales que se realizaban en Pórtland. Luego nos mudamos a Eureka, California, cerca del bosque de Secoyas. Las personas viajan grandes distancias para ver las Secoyas y nosotros estábamos justo al lado de esos árboles majestuosos. Ahora vivimos en Pórtland, cerca del océano y de las montañas y ¡aún más cerca de las Reuniones Evangélicas Anuales! Así que hay ventajas dondequiera que vivamos.
En este pasaje de Juan 15, el apóstol describe un lugar donde vivir: se refiere a él como “morando”. Morar significa, “tener una morada, un lugar donde vivir.” Cuando Juan habló de “morar en la vid,” estaba describiendo la relación entre un individuo y Dios. ¡Esa relación es lo que provee la alegría! Esa es una razón por la cual Jesús vino—para que podamos tener una vida y tenerla más abundantemente. No debemos pasar por la vida con nuestras cabezas bajas y con desaliento en nuestros corazones. Podemos morar en la Vid. Podemos tener una relación con el Señor y que Él sea nuestro lugar de morada. Él vive donde nosotros vivimos, trabaja donde trabajamos, mora donde moramos y comparte cualquier circunstancia que nos cruza el camino. Podemos morar en el Señor, y si lo hacemos, nuestra alegría será plena.
Dios no quiere que Su alegría simplemente nos “visite” y nos provea una experiencia efímera que nos haga felices momentáneamente. Él dijo, “que mi gozo esté en vosotros.” La alegría está aquí hoy, mañana y pasado. No importa qué circunstancias nos rodean, la alegría del Señor es nuestro lugar de refugio. Nótese, también, que esta alegría no es parcial. Él dijo, “y vuestro gozo sea cumplido.” Realmente no hay otra forma cómo pueda existir la alegría. No podemos tener una alegría parcial— ¡o la tenemos o no la tenemos!
Dios es alegría. En la parábola de la oveja descarrilada, leemos cómo el buen pastor dejó a noventa y nueve ovejas en el rebaño y salió a buscar esa sola oveja perdida. Cuando la encontró, llamó a sus amigos y tuvieron una gran fiesta. El escritor ilustra la alegría de esa ocasión diciendo que hay alegría en el cielo cuando un pecador se arrepiente.
Podemos prontamente visualizar la alegría en la tierra cuando un pecador se arrepiente. Cuando el Señor entra en el corazón, existe alegría en ese individuo. Hay alegría en aquellos que oran con él cuando toca el Trono de Dios en su oración y recibe una respuesta del cielo. Leemos en Lucas 15:7 que también hay alegría en el cielo. ¡Dios está de júbilo! Dios mira hacia abajo y considera Su gran plan de redención y cómo la Sangre derramada de Jesús en el Calvario provee la redención del pecador, y eso Lo llena de alegría.
En el Antiguo Testamento, también, encontramos referencias acerca de la alegría de Dios. Leemos, “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17). El Señor canta. En otro lugar, leemos que el Señor grita. El Señor está más que contento. Él personifica a la alegría.
Nosotros hacemos alegre al Señor cada vez que miramos hacia Él. Leemos, “La oración de los rectos es su gozo” (Proverbios 15:8). A Él le gusta eso. Es irónico que nosotros prefiramos resolver los problemas con nuestra propia fuerza. Cuando nos encontramos incapaces de resolverlos, sin embargo, hacemos lo que debimos hacer desde un principio: buscamos al Señor a través de la oración y decimos, “¡Señor, ayúdame!” Nuestra oración es Su gozo. Le trae alegría al Señor cuando miramos hacia Él.
Leemos en Lucas 15 acerca del hijo pródigo que desperdició su herencia en una vida desenfrenada. Cuando se encontró a sí mismo en un punto de desesperación, decidió volver a la casa de su padre. ¡Qué alegría hubo cuando volvió a casa! Su padre le dijo a su sirviente que preparara una celebración por el regreso del hijo pródigo. En el medio de todo ese regocijo, sin embargo, hubo uno que no participó—el hermano del hijo pródigo. Él estaba molesto a causa de la celebración en homenaje del que había partido y desperdiciado la herencia recibida. Hubiese podido unirse al regocijo, pero no lo hizo.
Estar centrados en uno mismo nos robará la alegría. Si nuestras vidas giran alrededor de nuestras propias preocupaciones y problemas, la alegría no puede crecer. ¡Mucho mejor es enfocarse en el Señor! Cuando cambiamos nuestra atención desde nuestra situación y nos enfocamos en el Señor y en el privilegio de morar en la Vid, encontraremos la alegría, una vez más, surgiendo en nuestros corazones.
Otra cosa que robará nuestra alegría es estar enfocados en las personas. Eso es fácil de hacer, ya que vivimos en un mundo de personas, pero si quitamos nuestra vista del Señor y nos enfocamos en los defectos de los que nos rodean, la alegría partirá. Si falta la alegría en nuestras vidas, necesitamos pensar en qué nos hemos estado enfocando. Al mirar hacia el Señor, encontramos alegría, fuerza y victoria.
Enfocarnos sobre las circunstancias también nos desalienta. Las pruebas le llegan a todos; la lluvia cae sobre los justos y los injustos por igual. Por eso debemos morar en la Vid y no dejar que las circunstancias nos roben nuestra alegría.
En la parábola del sembrador y la semilla, aprendemos que el estar afectados por las preocupaciones de la vida también nos puede robar de nuestra alegría. Existen incontables decisiones por tomar, tanto por hacer, decenas de cosas que capturan nuestra atención. Estas preocupaciones no necesariamente son malignas, pero si no tenemos cuidado, estos asuntos pueden envolvernos y robar nuestra alegría.
Debemos protegernos de estos ladrones de alegría. ¿Cómo trataría usted a un criminal que entra a su casa para robarle? ¿Le invitaría a sentarse y tomarse una taza de café con usted antes de permitirle tomar sus bienes? No, usted tomaría las medidas para prevenir su entrada. ¡Usted ciertamente no lo entretendría! ¿Por qué, entonces, vamos a entretener un modo de pensar que permitiría que nos roben nuestra alegría?
La persona que ha experimentado el perdón es alguien que conoce la alegría del Señor. Tuvimos una vida atada y encadenada por el pecado. Infringimos la ley de Dios y violamos Su plan para nuestras vidas, pero nos dimos cuenta que podíamos volvernos hacia el Señor y pedirle perdón. Esa experiencia de salvación nos libera. Nada es más alegre que un individuo que acaba de orar y sabe que sus pecados han sido perdonados.
La salvación es sólo el comienzo. Las alegrías de una vida morando en Cristo son demasiadas para enumerarlas. Es una alegría estar en la presencia de Dios. Es una alegría entrar en la Casa de Dios. Durante toda la semana, cuando compartimos nuestros testimonios con otros individuos, nos trae alegría en nuestros corazones saber que hemos hecho nuestra parte en cumplir la gran tarea. Nos trae alegría a nuestros corazones pasar el tiempo leyendo la Palabra de Dios – detenernos cada día y abrir el Libro para ver qué nos dice Dios a nosotros como individuos.
¿Tiene usted la alegría del Señor en su corazón hoy? ¡Puede conseguirla!
Darrel Lee es Director General del trabajo de la Fe Apostólica y pastor de la iglesia central en Pórtland, Oregon.