por Cheryl Downey
Los científicos ahora dicen que una serie de rajas, y no una cortada profunda y enorme, destruyeron el Titanic. El barco crucero opulento y de 274 metros de largo se hundió en 1912 durante su primer viaje desde Inglaterra hasta Nueva York en el peor desastre marino de la época. Luego de la evaluación por parte de un equipo internacional de buzos y científicos de los restos del naufragio, se determinó que seis rajas relativamente angostas a lo largo de seis bodegas herméticas ocasionaron el hundimiento de la inmensa embarcación.
Un daño pequeño, invisible a los ojos de la mayoría, puede hundir un gran barco. Y las “pequeñas” desviaciones de los principios morales de la Palabra de Dios, son aún más peligrosas, ya que conllevan consecuencias eternas.
Vivimos en un mundo en el que la corrupción, la deshonestidad y la inmoralidad están cada vez más común. Sin embargo, siendo Cristianos, estamos llamados a ser gente de integridad espiritual, a pesar del ambiente en el cual nos encontramos. La Palabra de Dios establece ciertos principios duraderos que son fundamentales y universales. Por ejemplo, los Diez Mandamientos nos ofrecen ciertos absolutos morales. Estos principios no cambian con las circunstancias, las culturas o las eras de la historia, y son el fundamento que determina cómo uno debe vivir la vida Cristiana.
Nuestra vida diaria está repleta de opciones. Vivir de manera ética es cómo el creyente aplica los principios morales invariables de Dios a las circunstancias cambiantes de la vida.
José, cuya historia se cuenta en el Libro del Génesis, capítulos 37-50, fue uno que ejemplificó la integridad en cara a circunstancias extremadamente retadoras. Cuando José fue vendido por sus hermanos como esclavo, él no permitió que la amargura o el odio destruyeran su relación con Dios.
Siendo un esclavo en casa de Potifar, José continuó tomando decisiones éticas que no solamente complacieron a Dios, sino que además ocasionaron que Potifar lo pusiera a cargo de su casa. Cuando la esposa de Potifar acusó falsamente a José de haberla seducido y él fue encarcelado, él continuó haciendo lo correcto y tratando a sus carceleros y compañeros de celda de manera ética. Él sintió compasión por el copero y el panadero del rey, e hizo lo que pudo para ayudarles en sus tiempos de desespero. Finalmente, Dios bendijo a José y lo puso de segundo en el mando del reino del Faraón. Inclusive después de haber sido elevado a este cargo de poder, no buscó venganza sobre sus hermanos, sino que trajo a su familia a vivir en la tierra de Egipto donde ellos serían bien alimentados durante la fuerte hambruna. En toda circunstancia en la que José se halló, hizo lo que pudo para reflejar valores de Dios e influenciar a aquellos a su alrededor de manera positiva.
Daniel es otro personaje bíblico que mantuvo su integridad de cara a circunstancias adversas. Siendo un joven, Daniel fue alejado de su familia y forzado a vivir en una sociedad pagana en la que las maneras de Dios no eran ni respetadas ni seguidas. Estando lejos de su familia y de sus influencias previas, él podría haber fácilmente escogido rechazar las leyes de Dios y participar en los pecados y paganismos de su nuevo ambiente. En cambio, él escogió continuar siguiendo las leyes de Dios durante toda su vida.
Cuando se vio enfrentado a decisiones éticas de si comer carne que le había sido ofrecida a los ídolos, o de si dejar de orar por el decreto del rey, él tomó las decisiones correctas de seguir las leyes de Dios y no las leyes del hombre. Dios lo bendijo y fue una influencia positiva en los reyes paganos a quienes sirvió.
Siendo creyentes en esta era, nosotros también debemos demostrar la presencia transformadora de Dios en nuestras vidas, y esto se refleja de la manera en que manejamos las circunstancias que cruzan nuestro camino.
Mantener nuestra integridad en un ambiente malvado se relaciona muy de cerca con la experiencia de entera santificación. La santificación trae nuestros corazones a un sometimiento total ante Jesucristo y nos coloca con un deseo profundo de complacer a Dios en cada aspecto de la vida. A medida que nos dedicamos plenamente a Él y nos apartamos para Sus fines, nuestros motivos se ven transformados. Nuestra conciencia se ve guiada por la justicia de Dios.
Sin embargo, recibir la experiencia de la santificación no elimina nuestra necesidad de andar en el Espíritu para poder evitar amoldarse a la mentalidad del mundo. Pablo dijo a los creyentes en Galatia, “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). En el verso 18, él habla acerca de ser “guiados por el Espíritu”. La santificación no es eliminar nuestra naturaleza humana, pero nuestro sometimiento ante el Espíritu resulta en Dios dándonos el poder que necesitamos para negar la carne y vivir en la forma que le complazca a Él. No nos estamos meramente conformando a una serie de normas, sino que nos estamos comportando con integridad a través del poder transformador de Dios quien nos da poder para ser libres del pecado y obedientes a Su propósito en nuestras vidas. Cuando somos santificados, tenemos deseos de recibir instrucciones, estamos prontos a obedecer la Palabra de Dios y tenemos una motivación para complacerle en todo lo que hacemos.
Siendo creyentes santificados, debemos darnos cuenta que el dominio de nuestra naturaleza espiritual sobre nuestras naturalezas mentales y físicas es imperativa para mantener la santidad de Dios en nuestras vidas. Debemos seguir el ejemplo de Pablo de poner su cuerpo “en servidumbre” (1 Corintios 9:27). También debemos practicar la disciplina para “absteneos de toda especie de mal” (1 Tesalonicenses 5:22). Debemos ser un ejemplo para los otros “en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12).
Pablo aconsejó a los creyentes en Efesio que “andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Efesios 4:1). La manera cómo manejamos las circunstancias o nos relacionamos con las personas debería reflejar nuestro compromiso con Cristo y quienes somos como Cristianos. Habrá momentos en los que debemos tomar decisiones éticas. ¿Cómo tomamos estas decisiones siendo seguidores de Cristo santificados?
Podemos comenzar buscando en la Biblia lo que dice acerca de un tema en particular. Debemos examinar nuestra vida diaria con Dios, para asegurarnos que no hay obstáculos entre nosotros y recibir la dirección de Dios. Debemos escuchar cuidadosamente a nuestra conciencia y el Espíritu de Dios a medida que habla a nuestros corazones. Es posible que queramos consejos bíblicos de alguien que entiende nuestras circunstancias y que vive según los valores de Dios. Adicionalmente, haciendo las siguientes preguntas nos puede ayudar a aplicar principios bíblicos a nuestro proceso de toma de decisiones.
¿Comprometerá mi fe y mi compromiso con Cristo?
¿Qué haría Jesús?
¿Cómo afectará a los demás?
¿Es justo para todos los involucrados?
¿Cómo afectará quién soy?
¿Es razonable?
¿Va en contra de la Palabra de Dios de manera alguna?
Finalmente, debemos obedecer lo que conocemos. Debemos responder a lo que Dios nos pida hacer a través de Su Palabra, la orientación del Espíritu Santo, nuestra conciencia y lo que simplemente sabemos es lo correcto.
La integridad se construye con el tiempo a medida que diligentemente ponemos en práctica las enseñanzas de Dios ante las decisiones que tomamos en la vida. Queremos vivir cada día como individuos santificados, controlados y guiados por el Espíritu Santo. Entonces, las palabras de Cristo estarán en nuestras mentes, el amor de Cristo dictará nuestras acciones y el poder de Cristo guiará y dirigirá nuestras respuestas para cada situación que se nos cruza en el camino. Estaremos viviendo nuestra devoción vital por Dios en la arena diaria de la vida pública.
¡Los resultados valen todo esfuerzo!
Cheryl Downey forma parte del personal editorial en la Sede Internacional de la Iglesia de la Fe Apostólica en Portland, Oregon, Estados Unidos.