VERSÍCULO PARA MEMORIZAR: Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. — Juan 17:20
Victor bajó lentamente del autobús. Normalmente amaba la escuela dominical, pero hoy no quería entrar. “Buenos días, Victor”, le saludó la maestra Clara mientras sostenía la puerta para que entraran los niños. Él no pudo decir una sola palabra. Ese nudo grande estaba en su garganta otra vez.
Silenciosamente encontró una silla en el sitio de reunión. Él no tenía ganas de trabajar en el centro de actividades. Notó a la maestra Sara estar lista en el piano. De repente esos pensamientos regresaron otra vez a su mente. Tal como una mosca atrapada en un frasco, zumbando de un lado a otro en su cabeza.
El domingo pasado, la maestra Sara había dado una reseña acerca de los amigos. Ella había llevado a una señora bonita con el cabello canoso. Ella contó a los niños que esta señora había orado con ella. Ella ayudaba a la maestra Sara cuando tenía una preocupación o un problema grande. Cada vez que la maestra Sara no sabía qué hacer, le preguntaba a esta señora amable. Cuando terminó la reseña, la maestra Sara dijo a los niños que la señora ¡era su madre! Eso fue lo que hizo que Victor se sintiera mal. Su madre no sabía de Jesús. Ella no sabía cómo orar, entonces ¿cómo podía ella orar por Victor?
En ese momento la maestra Clara se sentó a su lado. “Victor, ¿te pasa algo malo? Me hace falta tu gran sonrisa”.
Al principio Victor pensó que no podría contarle. Pero cuando le miró a su cara preocupada, todo salió a la luz. “Me siento tan triste”, dijo. “No tengo nadie que ore por mí. Ni mi padre. Ni mi madre. Ni mi hermano mayor, Daniel. Así que, ¿qué puedo hacer?”
La maestra Clara pasó el brazo por su hombro. “Victor”, dijo ella suavemente, “aunque tu familia no conoce a Jesús, muchas personas oran por ti. Oro por ti cada semana. Otros maestros aquí en la escuela dominical también lo hacen. Pero te tengo noticias aun mejores. ¡Jesús oró por ti!”
Los ojos color café de Victor mostraron sorpresa. “¿Jesús oró por mí? No, eso no puede ser, maestra. Jesús vivió hace mucho tiempo. Él no me conoció”.
La maestra Clara tomó una Biblia de su bolsa. “Sí, lo hizo, Victor. Mira, dice aquí que Jesús oró por Sus ayudantes y para todas las personas que creían en Él a través de sus palabras. Tú crees en Jesús, ¿no es así, Victor? Recuerdo el domingo que le pediste que entrara en tu corazón”.
“Oh, sí, Maestra Clara”, contestó. “Entonces tú fuiste parte de la oración de Jesús, Victor”.
Lentamente una gran sonrisa cubrió el rostro de Victor. Los pensamientos que le habían molestado toda la semana se desvanecieron. “Estoy pensando que iré al centro de actividades”, dijo a la maestra Clara. “Haré el proyecto ahora”.
Ésta será nuestra lección final en esta unidad sobre la oración. El punto central será que Jesús oró por nosotros quienes somos Sus seguidores. ¡Qué pensamiento tan maravilloso!
Ayude a su hijo a entender qué tesoro tan especial es saber que Jesús nos vio a través de los tiempos y nos mencionó en Sus oraciones. Permita que su hijo haga una marcalibros especial que enfatice este pensamiento como su proyecto para esta semana.
En papel grueso, haga que su hijo trace una mano con los dedos cerrados. Recórtela y coloree ambos lados de tal manera que parezcan estar orando. Deje que su hijo las decore como él desee y escriba las palabras, “Jesús oró por mí”, en uno de los lados. Haga un hueco en la parte superior de la marcalibros, pase un pedazo de hilo a través del hueco, y asegúrelo con un nudo.
Versículos para ayudar a su hijo a comprender esta lección Bíblica. DOMINGO: Juan 17:20 | LUNES: Isaías 55:1 | MARTES: Juan 3:16 | MIÉRCOLES: Mateo 11:28 | JUEVES: Romanos 10:13 | VIERNES: 1 Timoteo 2:4 | SÁBADO: Apocalipsis 22:17