VERSÍCULO PARA MEMORIZAR: Pero alégrense todos los que en ti confían. — Salmo 5:11
El viento soplaba con furia y olas gigantes cayeron sobre la cubierta del barco. Las velas soplaron salvajemente, rasgándose de la fuerza del viento. Los maderos del barco rechinaron y empezaron a romperse cuando los marineros trataron de llevarlo a tierra.
“¡Intentemos que el barco quede más ligero!”, gritó el capitán. Empezaron a tirar todo lo que podían al mar, esperando que el agua no entrara. Los marineros estaban aterrorizados. ¡El barco estaba a punto de hundirse! ¡Pensaron que con seguridad iban a morir!
No todos en el barco tenían miedo. Pablo no. Pablo fue uno de los predicadores de Dios, y no era su deseo estar en ese barco. Estaba prisionero. Los soldados le llevaban a otra ciudad a través del mar para meterlo en la cárcel.
Los hombres en el barco desearon fervientemente haber escuchado lo que dijo Pablo. Antes de que dejasen tierra, él les había dicho que el barco debería quedarse donde estaba. Pero el capitán quiso viajar a otro lugar donde se pasara mejor el invierno. De manera que se habían puesto en camino. Y ahora, ¡mire el problema en que estaban metidos!
Pablo comenzó a orar. Él creyó que Dios se cuidaría de él. Pasara lo que pasara, Dios siempre había velado por él.
El cielo se puso más y más negro, y el barco se meció bajo furiosas ondas. Pasaron días y noches y los marineros no vieron el sol o las estrellas. ¿Había alguna esperanza?
Luego un día, Pablo se paró delante todos los otros hombres y les dio algunas buenas noticias. Dios había enviado un ángel con este mensaje, “No tengas miedo, Pablo. Dios quiere que termines este viaje de manera que puedas ver al César. Todo el mundo en este barco estará a salvo”. Pero Pablo les dijo que el barco sería hecho pedazos. ¡Y eso es exactamente lo que ocurrió!
Los marineros habían estado trabajando duramente para salvar el barco. Estaban cansados y hambrientos. Pablo les dijo que necesitaban comer, de manera que se mantuvieran saludables. Y que ellos no tendrían que preocuparse, porque Dios había prometido cuidarse de ellos.
Cuando el barco llegó cerca de tierra, repentinamente encalló y se hizo pedazos. Pablo y algunos de los hombres comenzaron a nadar. Unos cuantos de los hombres se agarraron de las tablas rotas del barco y flotaron hasta la costa. Estaban fríos y mojados. Pero cuando llegó la mañana, los marineros encontraron que ¡ni uno de los 276 hombres que estaban a bordo del barco se habían ahogado! Los marineros y Pablo habían llegado con toda seguridad a una isla, tal como Dios había prometido.
Dios aun se cuida de aquellos que le aman y confían en Él. Puede que nunca estemos en un naufragio, pero sabemos que Dios estará con nosotros dondequiera que estemos.
Esta lección es sobre cómo Dios protegió a Pablo durante su viaje lleno de riesgos hacia Roma, y cómo salvó su vida de un naufragio. Cuando lea el texto de la Biblia y converse sobre esta lección con su hijo, asegúrese de que él entienda que Dios también cuida de nosotros y ha prometido ser nuestro Protector.
Trate de imaginar lo que los medios noticiosos del día podrían haber dicho referente al incidente en esta lección. ¿Cómo describiría el periódico local lo que ocurrió? Después de discutir esto con su hijo, deje que pretenda que está dando las noticias.
Dele una cuchara grande para que la use como micrófono. Hable con él antes sobre los detalles a incluir sobre el naufragio. Hágale comenzar con, “Tenemos un milagro especial que reportar en nuestras noticias el día de hoy . . .”. Ayúdele a cubrir las cinco preguntas del periodismo profesional—quién, qué, dónde, cuándo y por qué.
Versículos para ayudar a su hijo a comprender esta lección Bíblica. DOMINGO: 1 Pedro 5:7 | LUNES: Salmo 91:11 | MARTES: Isaías 43:2 | MIÉRCOLES: Mateo 8:24-26 | JUEVES: Salmo 89:9 | VIERNES: Salmo 107:29 | SÁBADO: Salmo 65:7