VERSÍCULO PARA MEMORIZAR: Pero alégrense todos los que en ti confían. — Salmo 5:11
La puerta de la celda se cerró con un golpe sonoro. El sonido de las botas del carcelero al caminar producía un eco en la prisión fría, oscura, mientras se alejaba con rapidez.
Ahora todo quedó en silencio. Los únicos sonidos eran los de una rata corriendo a toda prisa a través del piso sucio y el respirar pesado de los prisioneros. Dormían, si podían, o simplemente se sentaban con la perspectiva de una larga espera en una noche interminable, solitaria.
El tiempo pasó. A medianoche, cuando la prisión estaba más oscura que nunca, los prisioneros oyeron un sonido extraño. ¿Era música? ¡Sí! ¡Alguien cantaba! Nunca habían escuchado algo así antes. Los alegres cánticos de alabanza venían de alguna parte. ¿Quién podría cantar aquí en una prisión oscura y miserable?
Eran Pablo y Silas. Estaban en la mitad de la prisión y no podían dormir. Sus pies estaban hinchados por estar en cepos. Sus espaldas les dolían por los golpes recibidos durante la tarde. ¡Algunos hombres muy malos los habían lastimado y les habían encerrado en prisión solamente porque servían a Jesús!
Pablo y Silas no estaban asustados o enojados por la forma en que habían sido tratados. Amaban a Dios. También sabían que Dios los amaba, y que Él estaba justo allí en la celda con ellos. Estaban muy agradecidos de que Jesús fuera su Amigo. ¡Oraron y estaban seguros que Dios escuchaba sus oraciones de manera que ellos no podrían sino cantar!
Cuando Pablo y Silas estaban cantando, hubo un gran terremoto. La prisión comenzó a estremecerse y las puertas de la prisión se abrieron de par en par.
El carcelero quedó terriblemente asustado cuando vio que las puertas de la prisión se habían abierto. Pensó que seguro ¡los prisioneros se habían soltado y huido! Él iba a suicidarse, pero cuando sacó su espada, Pablo exclamó, “No te lastimes. Todos estamos aquí”.
El carcelero rápidamente buscó una luz y entró en la celda. Él cayó delante de Pablo y Silas. Él supo que Dios había enviado el terremoto a poner en liber-tad a esos buenos hombres. Quiso saber cómo podría quedarse libre de todos los pecados que tenía en su corazón.
Pablo y Silas estaban felices de contarle sobre Jesús. El carcelero creyó en lo que oyó. Le dio su corazón a Jesús, y luego llevó a Pablo y Silas a su propia casa. Allí lavó sus heridas y les dio de comer. Después el carcelero y su familia y Pablo y Silas se regocijaron y alabaron todos a Dios.
Jesús también es nuestro Amigo. Y no tiene importancia si estamos felices o tristes, siempre podemos cantar porque Jesús nos ama y está todo el tiempo con nosotros.
Esta lección de la Biblia es la historia de Pablo y Silas en prisión. Su hijo se enterará que porque esos dos hombres confiaban en Dios, pudieron cantar y alabar a Dios aun bajo circunstancias difíciles.
Vende los ojos de su hijo y llévelo de la mano por un “Paseo de Confianza” alrededor de su casa y patio. Guíelo alrededor de cualquier obstáculo y mantenga una conversación durante el paseo. Cuando terminen, compare el paseo con nuestro caminar con Jesús. No siempre vemos lo que está adelante, pero si confiamos en Jesús, no tenemos nada que temer. Incluso podemos divertirnos, cantar y reír si estamos confiando en que Jesús cuidará de nosotros, y nos guiará hasta el final de la vida.
Versículos para ayudar a su hijo a comprender esta lección Bíblica. DOMINGO: Salmo 5:11 | LUNES: Salmo 119:165 | MARTES: Salmo 4:8 | MIÉRCOLES: Juan 14:27 | JUEVES: Juan 16:33 | VIERNES: Hechos 16:25 | SÁBADO: 1 Tesalonicenses 5:8