VERSO CLAVE:
Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en lo secreto de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra. — Eclesiastés 10:20
Uno de los ejemplos más hermosos de conducta apropiada hacia la autoridad gubernamental en toda la Biblia se nos demuestra en la vida de Daniel. En ésta se cuenta que era un muchacho hebreo, quizás de descendencia real, que se vio forzado a alejarse de su gente y patria, y fue puesto en una corte pagana en la ciudad de Babilonia. Al mantenerlo cautivo (esencialmente un esclavo), habría sido fácil que él odiara a sus captores y sentir resentimiento y rebelión. En vez de eso, incluso después de muchas pruebas y muchos años de servicio, lo que está escrito demuestra que Daniel fue tan cooperativo en este ambiente extranjero que las personas no pudieron encontrar ninguna falta en él hasta que dictaron una ley la cual exigía que escogiera entre Dios y el rey Darío. Él no sólo obedeció el derecho civil de los babilónicos, medas, y persas dónde no chocaba con la Ley de Dios; sino, debido a su confianza en Dios y la sabiduría dada por Él, realmente subió a una posición donde, como el hombre a cargo después del monarca gobernante, él administró esa ley.