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Dios Nos Da la Victoria

Currículo
Respuesta para Estudiantes
166
TEXTO: Josué 6:1-20

Pablo aprendió que la oración es la clave cuando Dios nos da la victoria.

(Continuación de la semana pasada)
PABLO SE DESPERTÓ ante el sonido confuso de su hermano mayor quien a esa hora hablaba con alguien. Su habitación todavía estaba oscura, y a penas pudo reconocer a su hermano arrodillado ante su cama del otro lado de la habitación.
“Tomás,” interrumpió Pablo, “¿qué haces levantado tan temprano?”
Sin moverse de sus rodillas, Tomás respondió lentamente, yo sólo estaba orando para que el Señor te ayude a enfrentar las “Águilas Rojas” esta mañana. “Estoy realmente preocupado.”
“Pues, ya eso no me preocupa. Yo sé que el Señor se hará cargo de eso.”
Pablo caminó hacia la sala y abrió las cortinas, y sintió cierta preocupación mental, a pesar de haber oído esa declaración valiente de su hermano hacia unos minutos. Yo sé que el Señor me puede librar como hizo con David cuando enfrentó al gigante. Pero no me puedo imaginar cómo Él lo hará. Yo boté todas mis armas después que dejé la pandilla cuando el Señor me salvó. Además Jesús dijo que debemos dar la otra mejilla y no devolver golpe.
Tratando de encontrar la respuesta que necesitaba, Pablo abrió la Biblia de la familia que estaba sobre la mesa de sala. Una ilustración que mostraba a los hijos de Israel dando vuelta a Jericó. Llamó su atención y se detuvo para pensar en la situación de ellos. Él reconoció que todos los hombres poderosos de Israel no podían hacer nada mientras los muros que los separaban de sus enemigos estaban firmes. Volviendo a la referencia Bíblica, leyó la historia de cómo cayeron milagrosamente los muros cuando Josué y el pueblo hicieron cómo Dios los mandó.
¿Ahora, Señor, ¿cómo quieres tú que yo maneje esta situación?

VERSO CLAVE: Dios me da la victoria.
El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. — Hebreos 13:67

Pablo se arrodilló al lado del sillón y comenzó a pedir guianza al Señor. Y él no cesó de orar hasta recibir la respuesta. Cuando levantó la cabeza vio que sus padres y su hermano estaban orando con él.
“Tu madre quiere que yo vaya contigo a la escuela hoy, Pablo, pero yo le dije que eso sólo sería posponer lo que sabemos que tienes que enfrentar,” dijo su padre.
Pablo respiro profundamente. “Yo sé que me traje esto sobre mi mismo por estar envuelto en esa pandilla. Pero también sé que el Señor irá conmigo a la escuela hoy.  Inclusive Él me enseñó el arma que yo debo usar.”
“¡No!” gritó su madre.
“No te preocupes mamá. Él me dijo que lleve mi Biblia conmigo. No estoy seguro por qué, pero voy a obedecer tal cómo los Israelitas hicieron cuando ganaron la victoria en Jericó.”
El sol brillaba, y Pablo sonrió mientras caminaba hacia la escuela. Él caminó una cuadra, luego dos, luego tres cuadras sin ver a las Águilas Rojas. Sus ojos rapidamente miraron los callejones oscuros mientras él los pasaba uno tras otro. Llegó a la cuarta cuadra sin que todavía hubiera señal de la pandilla. Solo quedan dos cuadras, pensó Pablo. Me pregunto si vendrán.
“Despacio” gruñó una voz abruptamente. Pablo se detuvo, reconciendo la voz de Nicolas, el jefe de las Águilas Rojas. Agarrando fuertemente la Biblia, dijo una oración rápida y levantó la cabeza para encarar a la pandilla que salía de su escondite y que se pusieron al frente de él con los brazos cruzados.
”No tienes puesta tu chaqueta de las Águilas Rojas. ¿Se te olvidó?” Nicolas era un tipo grande y nadie se metía con él, ni con sus dos navajas que siempre cargaba, una de las cuales él tenía en su mano mientras hablaba.
La garganta de Pablo estaba seca, pero su corazón estaba lleno de confianza en Dios mientras él hablaba. “No Nicolas, no la olvidé. Yo no soy un Águila Roja, el Señor salvó mi alma, y como les dije a ustedes cuando los dejé, Él me libró de la vida que ustedes viven todavía.”
“¿Bien, cómo desearías ser rescatado de la vida que estás viviendo ahora mismo?” Nicolas gruñó entre los dientes y sacó la otra navaja del estuche.”
Pablo abrió su Biblia en el pasaje de escritura que su hermano había visto en la mañana. El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. “Nicolas lo peor que tú puedes hacer es matarme, pero eso me pondría en la presencia del Señor. Y no creas que eso me molesta. Mi alma está segura y tú no la puedes tocar. Haz lo que te parezca con mi cuerpo. Pero recuerda que la palabra de Dios que tengo en mi mano es la mejor arma que el hombre puede tener. Y cómo acabo de leer, el Señor es mi ayudador.”
Pasaron unos momentos tensos mientras Pablo enfrentaba la pandilla sosteniendo la Biblia abierta a pocas pulgadas de los cuchillos que Nicolas tenía encima. Nicolas se asomó amenazadamente a Pablo quien se mantuvo firme.
“El Señor te ama Nicolas.”
Hubo un momento largo de silencio, luego con un cambio ligero de expresión, Nicolas abruptamente se voltio a la otra dirección, poniendo los cuchillos en sus estuches. En cuestión de segundos, el resto de la pandilla le siguieron. Mientras Pablo los veía desaparecer, un sentimiento de alivio embargó su ser. Él sabía que la batalla había terminado y que había tenido la victoria!

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Victoria en Jesús