ESTEBAN ENTRÓ silenciosamente a la habitación donde su abuelo estaba en cama. Acercando una silla a la cama, extendió la mano para tomar la mano retorcida de su abuelo. Con voz tierna dijo: “Abuelo . . . ” Luego pausó, no sabiendo que decirle después.
El abuelo viró la cabeza hacia Esteban. “Hola muchacho.” Una sonrisa familiar acompañó su saludo, a pesar de que su voz era débil. “Yo quería hablar contigo . . . ”
. . . por última vez. Esteban agregó las palabras mentalmente aunque no las dijo en voz alta. Y algo como un nudo se le atascó en la garganta mientras el miraba la figura frágil sobre la cama. ¡Ahora, abuelo se veía terriblemente flaco! Había perdido mucho peso desde la última vez que Esteban lo había visitado.
Llegó a su memoria muchas, pero muchas cosas tales como cuando se sentában cerca de la fogata oyendo al abuelo contar historias de su niñez; caminando por la yerba mojada por el rocío para llegar al lago para pescar; el rostro del abuelo cuando el le contaba a Esteban que el fue sanado de un cáncer cuando el médico dijo que sólo viviría algunos meses; escuchando cuando él abuelo daba su testimonio en la iglesia . . .
VERSO CLAVE: La vida eterna es mi regalo de Dios.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna. — Romanos 6:23
Abuelo no debía morir. Los buenos momentos que habían compartido juntos no podían terminar. Abruptamente, Esteban viró el rostro y miró fijamente por la ventana, tratando de contener las lágrimas que caían de sus ojos.
El viejito acostado en cama notó la inquietud que le afligía a Estehan. “Esteban,” su voz frágil rompió lo que estaba pasando por la mente del joven. “No nos vamos a decir adiós. Este no es el fin.”
Esteban miró otra vez a su abuelo, con una pregunta en su mirada. ¿No sabe él que estaba muriendo? ¿Nadie se lo había dicho todavía?
“¿Recuerdas la historia de aventura que leímos juntos hace algunos meses, Esteban?” fue la pregunta sorpresiva que el abuelo preguntó. “Apenas podías esperar lo que iba a suceder en el próximo capítulo.”
Esteban lucía aun más desconcertado. ¿Estaría delirando el abuelo? Pero él escuchó mientras el viejito prosiguió.
“Dios ha escrito muchos capítulos de mi vida durante estos ochenta y tres años que yo he estado en la tierra. Pero el último capítulo no se ha escrito todavía.” Un recuerdo del pasado se dejó escuchar a través de su débil voz. “Había un capitulo de misericordia—¡Dios me salvo! Un capítulo de guianza—Dios me dirigió a mudar mi familia al otro lado del país a Oregon de manera que pudiéramos adorar a Dios con gente que enseñaba toda la palabra de Dios. El me ha protegido. Y me ha consolado . . . Recuerdo como Él nos cubrió con sus brazos cuando perdimos a tu tío Joel durante la guerra.”
“Durante estas últimas semanas creo que me ha ayudado a descifrar el capítulo del valor. Pero todavía queda un capitulo, Esteban. Jesús les dijo a sus discípulos: ‘Voy a preparar un lugar para vosotros.’ ¡Y sin mucha demora voy a ver ese lugar! Yo creo que el capitulo más excelente de todos está por escribirse.”
De inmediato todo el asunto empezó a tener sentido en la mente de Esteban. La lucha que él estaba experimentando en su interior por las últimas dos semanas—después que finalmente reconoció que su abuelo no iba a mejorar—empezó a resolverse. Dios no los había olvidado. Él había oído todas las oraciones que Esteban había orado por su abuelo. Y sus planes estaban en progreso.
“Dios ha suplido todas mis necesidades durante estos años después que le entregué mi vida. Y ahora —¡la vida eterna. Esteban! Eso es lo que espero con anticipación. Pronto me voy‚ al cielo, y te esperaré‚ allí.”
Esteban apretó la mano de si abuelo y la mantvo apretada. “Pues bien, abuelo,” dijo con voz suave. “No nos diremos adiós . . .- sino hasta luego.”
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Vivir Para Siempre