TEMOR SE APODERÓ muy dentro de mí, mientras yo miraba el viento turbar el agua en olas espumosas alrededor de mi pequeña balsa. Se arrojaba y giraba de un lado a otro, yo me agarré desesperadamente del lado tratando simplemente de permanecer sobre ella. ¡Esto no me puede estar sucediendo a mí! Pensé con terror. Pero la verdad me enfrentaba—en un momento yo podría estar caminando hacia la eternidad, y no estaba listo para el encuentro con Dios.
Algunas horas antes me había propuesto ir a la casería de patos en la parte superior del lago Klamath. No había pasado por mi mente que poco tiempo después yo podría enfrentar un desastre. El lago estaba en calma y el cielo azul con unas pequeñas nubes colgando en las puntas de las montañas que le rodeaban. El aire estaba fresco, y mi suerte muy buena—yo le había disparado a unos patos unos minutos antes de orillar el lago.
Empujando entre las yerbas y los matorrales que rodeaban el lago, descubrí que los patos habían caído en el agua. Determinado a no perder mi presa, encontré unos trozos de madera flotando en la superficie y los amaré juntos. Me subí abordo de mi barcaza, agarré una vara larga y comencé a entrar en el lago, en dirección hacia donde habían caído los patos.
VERSO CLAVE: ¡La misericordia de Dios es para usted!
Aleluya. Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. — Salmo 106:1
En mi intento de llegar donde los patos, no me percaté de que el clima había cambiado dramaticamente. Mientras yo remaba mi balsa más adentro del lago, uno de esos cambios de la naturaleza del otoño se presentó, formando una tormenta. En cuestión de minutos el viento creó un torbellino en el lago y sabía que estaba en peligro. Me iba alejando más y más de la ribera. Mis esfuerzos por cambiar la dirección eran inúltiles. Yo sabía que podía morir en cualquier momento.
Mientras yo me agarraba de los troncos, una pesadumbre se apoderó de mí, y recordé la pequeña iglesia de Klamath Falls adonde yo asistía. Siempre me sentaba en los últimos asientos con mis amigos, a veces burlándonos de todo. Los testimonios me molestaban, y trataba de ignorarlos. No escuché con mucho interés los sermones, como tampoco les saqué provecho a los llamados al altar y las oraciones. Yo firmemente había resistido algunos toques de convicción, pero ahora cuando miré hacía arriba y vi la tempestad, comencé a orar.
Mi barcaza se estaba desintegrando y el agua que me mojaba estaba sumamente fría. Sabía que no era posible nadar la distancia hasta la orilla. “Oh Dios,” di un grito de clamor, “si tú me perdonas la vida, yo te serviré.” Fue una oración sincera de lo profundo de mi corazón—el Señor lo sabía, y en un instante sucedió un milagro. La dirección del viento cambió, comenzó a soplar desde el oriente cruzando el lago, algo muy inusual en esa área.
¡Dios me estaba dando otra oportunidad! Comencé a remar furiosamente, y finalmente en el momento en que la balsa se desintegró bajo de mi llegué a agua poco profunda. Tropezando en la orilla, caí boca abajo todo agotado. Pero daba gracias a Dios.
Mi promesa a Dios no fue olvidada. Algunos días después, un domingo en la mañana, me fui a la iglesia y ahí le entregué mi corazón a Dios. ¡El tenía algunas sorpresas reservadas para mi ese día! El diablo me había convencido que yo estaría muy infeliz siendo cristiano, pero mientras yo oraba, Dios llenaba mi corazón con paz. En un momento sentí que el peso de la amargura se fue, y una alegría que no puedo describir llenó mi alma.
Hay tan poca paz en este mundo hoy, pero hay paz en mi corazón. El Dios que controla los vientos y las olas tiene control de mi vida, y yo no lo preferiría de ninguna otra manera.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Todo a Tu Alrededor