IMAGÍNATE una cálida y clara noche de verano con el brillar de los diamantes en el cielo. ¿Has tratado de contar todos estos puntos de luz? Contempla el cuadro del resplandor del área de una playa. ¿Qué sería tratar de contar cada grano de arena? ¡Imposible!
Pero una vez Dios hizo una promesa a un hombre que su descendencia sería tan grande “como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar” (Hebreos 11:12). Ese hombre fue Abram, luego Dios le cambió el nombre y se llamó Abraham. Él fue el primer hebreo. Dios escogió a Abraham para que fuera el padre de los judíos y uno de los antepasados de Jesús.
VERSO CLAVE: Dios tiene muchas bendiciones para mí, si le sigo.
Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. — Génesis 15:1.
¿Por qué bendijo Dios a Abraham de un modo tan especial? Para la respuesta, debemos volver cuatrocientos años después del arca de Noé, a una ciudad llamada Ur de los Caldeos. Aquí encontramos un hacendado de ovejas llamado Taré, y sus tres hijos, Abram, Nacor, y Harán. Todos ellos tenían campos grandes y hierba para sus ovejas y ganado.
Ahora, la gente de Ur había olvidado que Dios había destruido el mundo con el diluvio a causa del pecado. Ellos dejaron que el pecado entrara a sus vidas, y no amaron, ni adoraron a Dios. Ellos adoraron a ídolos, el sol, la luna, estrellas y aún animales y ríos. La gente de Ur le pusieron a su ciudad el nombre de su dios luna, Ur. En medio de toda esta maldad, Abram, el hijo de Taré, se atrevió a ser diferente. Él creyó y sirvió al Dios verdadero.
Muchas veces hoy en día es difícil oponernos a nuestros amigos en la escuela para hacer lo correcto. Puede ser que se burlen o nos traten diferente a los demás. Abram no tenía temor de ser diferente. Él estuvo en desacuerdo con toda la ciudad, incluyendo su propia familia, porque conocía el poder y el amor de Dios. La Palabra de Dios nos dice: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor” (2 Corintios 6:17). Abram estaba dispuesto a hacer esto para el Señor.
Un día Dios habló con Abram y le dijo que saliera de su tierra y de su parentela, a una tierra que Él le mostraría. Abram no se dilató en obedecerle a Dios porque le amaba y quería complacerle.
¿Puedes imaginarte reuniendo todas tus cosas y dejando el hogar, la familia, y tus amigos para ir a un lugar desconocido? Eso fue lo que hizo Abram. Él reunió todas sus posesiones y salió con su esposa, Sarai, y su sobrino, Lot, a una tierra extraña.
Dios guió a Abram a una tierra llamada Canaán. Él le dijo a Abram que a causa de su fidelidad, Él haría de la familia de Abram una gran nación y haría su nombre famoso. Así también prometió la tierra de Canaán a la familia de Abram. Y de seguro la bendición más especial de todas, Él le dijo a Abram que a través de él, serían benditas todas las naciones de la tierra. Posiblemente Abram no entendió todo lo que significaba esto. Hoy sabemos que era parte del plan de Dios que el Salvador, Jesucristo, sería descendiente de Abram. Cuando Dios hizo esa promesa, Él le cambió el nombre de Abram por Abraham, que significa “padre de muchas naciones.”
¡Cuán grandes bendiciones recibió Abraham porque creyó y siguió a Dios! Pero la historia de Abraham no terminó allí, hace cientos de años atrás. Su ejemplo puede ser un reto para nosotros hoy en día.
Si hacemos como hizo Abraham, creer a Dios y seguirle en todo lo que Él pide, ¿qué hará Dios por nosotros?
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Cree y Sé Bendecido