“ES ENVALDE pedirle a Leticia que vaya. ¡Su mamá no la dejará ir!”
Todo el grupo empezó a reírse.
“Su mamá no la deja hacer nada.” Uno de ellos comentó.
“Bueno, quizás yo no quiera ir.” Yo les respondí. Me di vuelta y me alejé, pero estaba llorando mientras me alejaba. Aún estaba molesta cuando mi amigo, Pedro, me encontró al lado de mi armario de escuela (locker).
“Oye, ¿por qué las lágrimas, Leticia?” Él preguntó. “¿Has estado pelando cebollas en la clase de cocina?”
Me sonreí a pesar de cómo me sentía. Pedro siempre sabía cómo hacerme reír. Yo le explique cómo las muchachas en mi clase de tercer período planeaban ir el próximo día a ver una película en el cine de la ciudad en vez de ir a la escuela, y se estuvieron burlando de mi mamá porque yo no iría.
“Qué importa.” Dijo Pedro. Esa era su expresión favorita.
“Eso suena como que esas muchachas tienen un problema ¿De todas formas para qué sirven los padres?” Pedro continuó diciendo. “¿Solamente para cocinarte la comida, y lavar tu ropa y despertarte para la escuela en las mañanas?”
VERSO CLAVE: Yo amaré y obedeceré a mis padres.
Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre. — Proverbios 1:8
“Bueno, no.” Dije yo. “Más que eso. Ellos deben cuidarnos y darnos un lugar donde vivir.”
“¿Qué más?” Pedro tenía una pequeña sonrisa sobre su cara. “¿Te enseñan algo?”
“Creo que nos enseñan lo bueno y lo malo.” Respondí yo.
“Eso es correcto, en estos aspectos, pero hay mucho más que eso.”
“¿Qué quieres decir?” Pregunté.
“¿Sabe tu madre de este escape de la escuela para ir al cine?”
“No, claro que no. Yo sólo no quiero ir porque sé que no es correcto.”
“A eso quería llegar.” Continuó Pedro. “¿Cuántas madres crees tú que actualmente saben que sus hijas están planeando escaparse de la escuela mañana?”
“Probablemente ninguna de ellas.” Respondí yo. “Exactamente.” Dijo Pedro. “Ves, ninguna madre o padre, tía o tío, abuela o abuelo puede tener cuidando todo el tiempo, diciéndote que hacer y que no hacer. Los padres deben hacer más que sólo enseñarles a sus hijos más que sólo el bien y el mal. Deben educarlos de tal manera que ellos puedan decidir por ellos mismos no hacer el mal. Quizás las madres de esas otras muchachas no hicieron eso.”
Cuando llegué a casa, entra a la casa y tiré los libros sobre el sofá. Mamá entró, y al verla me recordé la conversación que tuve con Pedro. Algo de esto debió mostrarse en mi rostro porque ella me dio una segunda mirada y luego preguntó: “¿Cómo estuvo tu día, Leticia?”
“Bueno . . . ” Yo vacilé.
“Bueno, ¿qué?” Preguntó mi madre.
“Pedro me dio algo sobre qué pensar el día de hoy. Tengo mucho que agradecerte, Mamá.”
“¿Agradecerme?” Ella se miró confundida, pero ahora estaba sonriendo un poco. “¿Por qué? ¿Porque soy una buena cocinera? ¿O porque te di un suéter nuevo para tu cumpleaños? ¿O quizás porque oro por ti cada día?”
No me había dado cuenta que Papá estaba parado en la puerta escuchando lo que estábamos diciendo. “Estás agotando tus adivinanzas.” Él dijo mientras se acercaba a nosotros. “Yo sospecho que esos aquellos son todos una pequeña parte de esto. Jovencita, ¿qué despertó este tema?”
Luego toda la historia salió a relucir. Terminé diciendo: “Así que por eso es que les estoy agradeciendo a ambos porque me han amado lo suficiente para enseñarme a hacer lo que yo sé que es correcto, aún cuando no están a mis alrededores.”
“Bueno, eso es parte del trabajo que Dios nos dio cuando te dio a nosotros. Además, queremos que tú vivas hasta los cien años.” Él dijo con una risa burlona.
“¿Qué?” Pregunté.
“La Biblia dice en Efesios: ‘Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.’”
Mamá habló otra vez: “La Biblia tiene instrucciones, junto con promesas, para ambos padres e hijos. Si guardamos Sus mandamientos no podemos fallar.”
De repente, me di cuenta qué afortunada yo era realmente, y me empecé a sentir apenada por aquellas muchachas quienes se escaparían de la escuela mañana.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¡Está en el Libro!