MIS HIJOS QUERIDOS:
Mientras lean esta carta el Día de la Navidad, ésta será la primera vez que estamos separados en esta época especial. Yo tomaré la cena de la Navidad con la familia de uno de mis socios de negocio, Sr. Río. Ellos son buena gente, y me dijeron que tendremos pavo y relleno como el que mamá siempre prepara en casa para la cena de la Navidad. Aún así, realmente extrañaré a cada uno de ustedes. Desearía que este proyecto especial con la compañía no significaría tener que estar lejos de mi hogar. Estoy recordando hoy muchas de las Navidades maravillosas en los años pasados y del amor de Dios hacia todos nosotros.
Cristina, tú fuiste nuestro primer bebé, y recuerdo la Navidad cuando tenías sólo nueve meses. Tú arrugaste tu narizita y mirabas fijamente a ese curioso caballero viejo vestido de rojo con la larga barba blanca. Él por supuesto no se parecía a tu papi o a alguien más que tú conocieras y amaras, pero tenía una risa alegre, y tú finalmente le devolviste una risita. Cuando él te dio una galleta mientras te sentabas en sus rodillas, estabas completamente engazada.
Luego, en unas Navidades más después, tu hermanito Jorge se sentó debajo del arbolito de Navidad contigo. Jorge, cómo nos reímos mientras tratabas de deshacer las moñas y los listones de los regalos. Por supuesto que Cristina seguía en su intento de echarle una ojeadita a lo que estaba dentro; pero luego ella se dio cuenta que el regalo mayor se encontraba envuelto en un papel de regalo de muchos colores brillantes. ¡Que ansiosa estabas por saber lo que contenía cada caja!
VERSO CLAVE: ¡Dios realmente nos ama!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. — Juan 3:16
Entonces Cristina, cuando tenías cinco años, pensé que mi corazón explotaría de tanto orgullo. En la noche de Navidad desempeñaste el papel de María en el programa Navideño en la Escuela Dominical. Pensamos que te asustarías cuando vieras a todas esas personas sentadas en el auditorio, porque el auditorio estaba llenísimo. Pero tú dirigiste tu mirada a la gente, te marchaste directamente hacia la plataforma como una profesional. Te mirabas tan linda en la escena donde el ángel te habló para decirte que serías la madre del Hijo de Dios—Jesús.
La próxima Navidad, Jorge, tú fuiste un niño ovejero. Nunca olvidaré que serio te veías en tu bata color marrón y la pequeña capucha anaranjada atada alrededor de tu carita. Tenías una ovejita blanca de peluche para cargar en tus brazos, pero al fin de cuentas la anduviste arrastrando por toda la plataforma por una oreja. Te robaste el corazón del público cuando te enfrentaste al micrófono y cantaste: “Desearía haber sido un pastor, cuidando mi rebaño por la noche . . . ”
Aún, todas esas memorias se desvanecen en comparación al gozo que llenó el corazón de tu madre y el mío la Navidad cuando los dos decidieron entregarle su corazón a Jesús. Recuerdo las lágrimas que corrieron por tus mejillas, Cristina, mientras orabas en el altar después del mensaje Navideño. Yo estaba allí, y también tu madre, para orar contigo. Vimos el gozo que se reflejó en tu rostro mientras te acercabas a Jesús y Él entró a tu corazón.
Jorge, cuando Cristina te dijo cuán feliz ella estaba y cómo Jesús quería entrar a tu corazón también tu, estabas tan abierto, y tan receptor. Te arrodillaste al pie de tu cama y sentiste ese cambio instantáneo mientras Dios te salvaba a ti también. Tu mamá y yo nunca olvidaremos el gozo que sentimos cuando nos dimos cuenta que ambos le habían entregado su corazón a Dios. La Navidad fue muy significativa ese año. El regalo del amor del Dios fue especialmente verdadero y precioso para cada uno de nosotros.
Ahora, no quiero que estén tristes porque no estoy con ustedes esta Navidad. El mismo Dios que llenó de alegría todas esas Navidades maravillosas que pasamos juntos en el pasado está con ustedes este año también. Y Él también está aquí conmigo. Aunque medio mundo separa a su papi de ustedes en esta época tan especial, el amor de Dios va alrededor del ancho mundo, y eso nos une en Él.
Deténganse a pensar, Jorge y Cristina, Dios ama a Su hijo, así como yo los amo a ustedes, aun que mucho, mucho más. Él nos ama tanto que en esa primera Navidad Él envió a Su Hijo para nacer como un pequeño bebé aquí en la tierra. No me gusta estar lejos de ustedes, y estoy seguro de que Dios allá en el Cielo no le gustó estar separado de Su único Hijo tampoco. Aún así, Él hizo eso por ustedes y por mí.
Valoren Su amor en sus corazones, hijos mis, manténganlo con ustedes siempre. Así como los regalos de Navidad que hoy abrirán, el papel de envoltura solamente se tira; es lo que está adentro lo que cuenta. El amor de Dios cuenta por la eternidad, por los siglos de los siglos jamás.
Algún día ese amor que está en sus corazones responderá al llamado celestial y nuestra familia estará toda junta con Él.
Hasta que nos juntemos de nuevo, Su papi querido
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Regalos dados Gratismente