HACE MUCHOS AÑOS ATRÁS vivía un hombre rico con sus dos hijos, Jonatan y José. Un día, les llamó y les dijo: “Hijos míos, ahora son lo suficientemente mayores para dejar esta casa y construir su propia casa. Soy dueño de un terreno hermoso cerca del mar, ahora se los doy a ustedes. Construyan sus casas, formen sus familias, vivan, y sean prósperos. Recuerden honrar a Dios tal como yo les he enseñado y Él bendecirá sus vidas. Pero presten atención a estas palabras: Asegúrense en construir en la gran piedra que se encuentra en lo alto de la ensenada. Allí sus casas estarán seguras de los diluvios y tormentas. Váyanse ahora y que el Dios de Abraham los acompañe.”
Los dos hermanos estaban de pie ante la hermosa franja de playa exactamente debajo de la roca y contemplaron la basta extensión de mar que se presentaba ante ellos. El hijo más joven José, puso sus ojos sobre las arenas brillantes. Al ver cómo las olas las bañaban apaciblemente en la playa se quedó meditando por un momento, luego se volteó a mirar a su hermano. “Ya no seguiré contigo, Jonatan, ya que he decidido construir aquí en estas arenas doradas.” “Hermano,” respondió con cuidado el más grande. “¿No recuerdas las palabras de nuestro padre?” Tenemos que construir sobre la gran piedra. Él señaló al alto farallón herbáceo arriba de ellos.
VERSO CLAVE: “Voy a hacer lo qué Jesús dice.”
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. — Mateo 7:24
“Yo construiré donde yo escoja.” Respondido José. “Pero las arenas son inestables. ¡Debes tener una buena fundación que sirva de soporte a todo momento!” Razonó Jonatan. “Ven conmigo y construiremos juntos.”
“¡No me vas a mandar!” Dijo José, luego se alejó enojado. Jonatan se regresó lentamente al sendero y se dirigió sólo hacia la gran piedra.
El tiempo pasó y construyeron las casas. José construyó una mansión grandiosa sobre la playa. Tenía piscinas interiores, salones grandes, y suelos de mármol. Jonatan construyó una casa hermosa con granero y establos grandes en lo alto de la piedra.
José celebraba grandes banquetes y fiestas, y con frecuencia entretenía a sus amigos, pero Jonatan era conocido por sus buenas obras al ayudar a los pobres y también construyó un lugar de adoración para los campesinos. Los dos hermanos no se veían mucho.
Los años pasaron. Pero una tarde, Jonatan observó nubes oscuras desde su ventana que se reunían en el horizonte, nubes como él nunca había visto antes. Él miró preocupadamente hacia abajo a la mansión de José sobre la playa.
Al mismo tiempo, José también estaba contemplando las nubes negras que avanzaban velozmente. Cuando llegaron más cerca, un pensamiento extraño pasó por su mente. Era como si las palabras de su padre se reprodujeran después de tanto tiempo: “¡Pongan atención! ¡Deben construir sobre la gran piedra! Allí sus casas estarán seguras de los diluvios y las tormentas.”
Pero yo estaré seguro aquí en la ensenada, él pensó entre sí mismo mientras intentaba alejar cuando intentó apartar la preocupación de su mente.
La tormenta llegó a la media noche, y una ola grande que chocó contra la ventana despertó a José. Él escuchó con terror cuando las columnas en los salones crujían y se desplazaban, afuera gemían los vientos salvajes. Su corazón latía aceleradamente, corrió a la puerta para escapar de la mansión que estaba a punto de derrotarse. Aún en ese momento en que corría, los suelos comenzaron a hundirse porque no existía una verdadera fundación que lo soportara. El mar el cual él había pensado una vez tan tranquilo y hermoso saltaba incontrolable por todos lados. Tratando escapar por la puerta trasera, fue arrastrado por una ola poderosa y fue tirado contra las aguas agitadas. En medio de tal convulsión notó la gran piedra con la casa de Jonatan fijada en forma segura en lo alto protegida de las aguas amenazantes. Con un ensordecedor crujido su casa se hizo pedazos y se derrumbo completamente. Intentó llamar, pero las aguas se abalanzaron sobre él cubriéndolo.
José despertó con el sonido del mar el cual parecía lejano. Jonatan estaba sentado a su lado en la cama en la cual estaba acostado. “¡Agradécele al Señor por haberte salvado de la tormenta, José! Pensamos que te habías ahogado, pero todos nos reunimos a tu alrededor y oramos. El Señor ha respondido nuestras oraciones y estás con nosotros.”
“Hermano”, susurró José débilmente: “Que tonto he sido. Debí haberte hecho caso. Escuché la advertencia, pero no la obedecí. Ahora he perdido mi casa y todo lo que poseía... No tengo nada.”
“Pero Dios ha salvado tu vida, José. No has perdido todo. Nosotros te ayudaremos a construir una casa aquí sobre la roca, donde perteneces.”
Las palabras suaves de Jonatan crearon esperanza en el corazón de José. Sí, pensó él, esta vez construiré sobre la roca.
Como el hombre sabio que construyó sobre la piedra, nosotros debemos construir sobre nuestra roca, Jesucristo. Podemos descansar seguramente y firmemente en Él. Y aunque las tormentas del pecado y diluvios de problemas puedan traer hacia abajo, con Jesús como nuestra fundación permaneceremos firmes.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Qué Estoy Haciendo?