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Un Error de Juicio

Currículo
Respuesta para Estudiantes
152
TEXTO: Mateo 7:1-5, 15-23; Romanos 2:1-3

Aquella tarde, Pedro aprendió que anticipar las conclusiones podría a menudo conducir a un error de juicio.

PEDRO GIRÓ LAS RUEDAS de su modelo de carro de carreras mientras él pensaba cuantos días había invertido para tenerlo listo para esta carrera. La parte más difícil había sido llegar al peso correcto. Los carritos de carrera no tenían ningún motor, simplemente se deslizaban en una pista larga declinada. El carro con más pesado, sería el más veloz. Pero si tu carro era demasiado pesado serías descalificado. Pedro había pesado su carro cuidadosamente y lo desvaneció hasta que su carro de carreras tenía el peso máximo.
José se puso detrás de Pedro y miró sobre su hombro. “Guau, Pedro.” Dijo con admiración que denotaba envidia. “Ese carro es impresionante. No creo que las ruedas en mi carro de carreras se . . . ”
Otra voz interrumpió a los muchachos. “Sí, tu carro se ve precioso, Pedro, pero ¡nunca vencerá al mío! Pedro alzó la vista a mirar a Guillermo quien estaba parado cerca con una mirada de desprecio en su cara.
Pedro sólo le respondió a Guillermo con una sonrisa. “El tuyo podría ganar.” Respondió él: “tendrás tu oportunidad.”
Justo en ese momento uno de los hombres que estaba acomodando la pista de carreras llamó a los muchachos: “Oigan muchachos ¿nos podrían ayudar por unos minutos? Pedro fue y detuvo el apoyo que el hombre indicaba.

VERSO CLAVE: “No debemos juzgarnos unos a los otros.”
Así que, por sus frutos los conoceréis. — Mateo 7:20

“Gracias por la ayuda.” Dijo el hombre cuando la pista estaba colocada. Pedro regresó y recogió su carro. Ahora él debía darse prisa. Ya casi llegaba el tiempo para empezar la carrera y aún no había ido donde los jueces para que le permitieran entrar el carro a la carrera. Se apresuró a llegar a la mesa donde estaban los jueces. Un minuto después, uno de los jueces colocaba su carro en la balanza.
“Veamos. Sabes que los carros de carreras no pueden pesar más de 8 onzas.”
La aguja de la balanza se movió, seis, siete, ocho, ¡ocho onzas y un cuarto!
“Lo siento.” Le dijo el juez con ceño fruncido. “Temo que tendré que descalificar tu carro. Se pasa del peso limitado.” El juez volteó el carro de carreras. “Aquí está el problema, Hijo. No necesitas esta segunda pesa de plomo en el fondo de tu carro.”
“Pero yo no . . . dijo Pedro bruscamente. ¿Cómo . . . ? ¿Cómo . . . ?”
Instantáneamente él supo la respuesta. Alguien había colocado el peso extra al carro de carreras mientras ¡él estaba ayudando a colocar la pista de carreras!
Guillermo. Tuvo que haber sido Guillermo. Pedro recordó su mirada de desprecio cuando él le dijo: “¡Nunca vencerá al mío!” Él simplemente se aseguró que así lo fuera.
Desilusionado, Pedro observó la carrera sin su carro. Dos carros bajaban velozmente por la pista. Finalmente sólo quedaban dos carros más, ¡los de José y Guillermo!
Luego se dio un breve descanso para colocar de nuevo la pista de carreras. Nadie excepto Pedro se dio cuenta que José se acercó al carro de Guillermo rápidamente dobló un eje un poquito, pero uno de los jueces se dio cuenta de su acción.
“Sabía que mi carro podría vencer a cualquier otro carro menos a los carros de Pedro y Guillermo.” José le admitió, admitió al grupo el cual se reunió rápidamente a su alrededor. “Realmente quería ganar. Lo del carro de Pedro fue fácil, simplemente le coloque un peso extra y fue descalificado de la carrera.”
Pedro no escuchó más. Él había estado seguro que había sido Guillermo quien lo había hecho, pero en realidad ¡José era el culpable!
Guillermo estaba hecho una furia. “¡Infeliz!” Le decía acusadoramente a José. “¿Qué quieres decir con que estropeaste mi carro?”
Pedro no estaba muy feliz de lo que había sucedido, pero su actitud fue diferente. “¿Por qué no me dijiste que significaba tanto para ti la carrera, José? Tal vez habríamos construido el carro de carreras juntos.”
Su respuesta tranquila hizo que Guillermo se volteara hacia él en gesto sorprendente. “¿Te estás enojado? ¡Él arruinó tu oportunidad de ganar en la carrera también!
“No, no estoy enojado, Guillermo. Seguro, estoy decepcionado. Pero habrán otras carreras. Y por cierto, te debo una disculpa. Durante toda la carrera estuve pensando que tú habías sido probablemente quien le había colocado el peso extra a mi carro.”
Ahora Guillermo lucía más asombrado. “En realidad no te puedo culpar. Fue insolente contigo antes de la carrera. Se volvió a José y encogió sus hombros, y se quedo un momento sin palabras.”
Unos minutos después se hizo un anuncio por el altoparlante que la carrera se había propuesto para el siguiente día. Pedro tendría la oportunidad de correr su carro al fin de acabo. Pedro sonrió entre sí mismo. Después de todo, la tarde no había sido una pérdida total. Había aprendido una lección importante sobre juzgar a los demás.

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