DIOS LE DIJO A MOISÉS cómo Él quería que Su gente viviera, y Moisés escribió los mandamientos de Dios. Los Hijos de Israel aprendieron por estas Leyes lo que Dios exigía del hombre. Aunque una persona por sí misma no podía agradar a Dios, Dios encontró la manera a través que una persona pudiera adorarle en una forma aceptable. Un sacrificio de animales, junto con la fe, podría reparar el pecado. Este sacrificio señalaba el futuro al día que Jesús moriría como el Sacrificio Perfecto y haría la expiación por los pecados de toda la humanidad. Retrocedamos hacia atrás tres mil años en la historia, y miremos cómo alguien como Joshah, hijo de Amaziah, habría hecho la expiación por su pecado.
Joshah cambió el asa de su cesta nerviosamente de una mano a la otra mientras caminaba a lo largo de la senda polvorienta. Dentro de la cesta, dos palomas murmuraban y batían sus alas en agitación. Ya casi llegaba al Templo. En su mente ensayaba las palabras de ceremonia religiosa que diría. Yo he pecado contra los mandamientos de Dios Supremo. ¿Harás tú, como el ungido de Su sacerdocio, una ofrenda por el pecado en mi nombre para que mi falta pueda purgarse?
Joshah tragó saliva, con el sabor del polvo que quemaba su garganta. Aunque él había visto a muchos otros demorarse en el Templo, cargando una cabra o cordero o palomas los cuales serían su ofrenda por el pecado, él nunca antes había estado allí. Sólo hace quince días que se había convertido en mayor de edad, y ahora era considerado un hombre entre su gente.
Cuando era niño, sus pecados habían sido expiados por sus padres. Ahora, el peso completo de sus delitos y la responsabilidad de hacer expiación moraba en él.
Vacilando por un momento al borde del patio angosto el cual enceraba el Templo, pensó una vez más sobre la decisión, rápidamente tomada, la cual requería de esta visita al sacerdote. Hace tres días, él había estado orientando el rebaño de ovejas de su padre hacia su lugar de apacentamiento. En el camino, había notado que el buey que le pertenecía a su vecino, Gehaziel, estaba descarriado. Gehaziel era un hombre injusto, y desde su juventud Joshah nunca había tenido una buena opinión de él. Él sabía muy bien que la Ley le exigía que devolviera el buey a su amo, pero él había seguido con su rebaño sin detenerse.
¡Que carga de culpa había descendido inmediatamente sobre él! ¡Había pecado! Y ya no podría esperar que sus padres hicieran una expiación en su lugar. La culpa era suya, exclusivamente suya.
VERSO CLAVE: “La Ley señalaba a Jesús.”
Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. — Juan 1:17
Por primera vez en todos sus doce años, Joshah se había sentido sucio, un pecador.
Esa noche, Joshah no podía comer. Incluso el pan caliente, fresco del horno de piedra, no le abrió para nada su apetito. Cuando su padre, Amaziah, le había preguntado si le gustaría unirse con los hombres en el lugar de reunión al aire libre, él sólo fue porque sabía que su padre le haría preguntas con respecto a su negación.
Más tarde esa noche, cuando se acostó en su petate y mirando la actuación de sombras ante la presencia de la luz parpadeante de la lámpara, se dio cuenta que no podía pensar en nada más que en el pecado que él había cometido. Se había movido y cambiado tantas veces de posición en forma intranquila que por fin su hermano mayor Jamlek le había dicho que se quedara tranquilo o se fuera a dormir bajo los árboles. Sabiendo que cualquier otra señal adicional de su preocupación llamaría la atención de sus padres o hermanos. Entonces se esforzó en mantenerse inmóvil, pero no había podido.
Los siguientes dos días habían sido incómodos. Consumido con el pensamiento de su propia iniquidad, Joshah se había dado cuenta que era imposible concentrarse en otra cosa. Finalmente no pudo llevar la carga por más tiempo. Anoche buscó a su padre justo después de la cena.
“Padre, he pecado.” Él lo había confesado en voz baja. Fue incapaz de levantar sus ojos a la cara de su padre. Al ser interrogado en manera comprensiva por su padre, la historia entera había salido.
“Sabes, hijo mío, que como ahora ya eres mayor de edad y es tu responsabilidad ir ante el sacerdote y pedirle que haga la expiación por tu pecado.” Al asentir Joshah su cabeza silenciosamente, él padre continuó. “Escucha muy bien mis palabras, Hijo. El Señor Dios ha creado la disposición para el perdón de los pecados, pero tú debes obedecer los mandamientos acerca del sacrificio para que tu ofrenda pueda ser aceptada ante Sus ojos.” Con expresión de lamento en su cara, Amaziah le había explicado cuidadosamente cada uno de los pasos que Joshah debía tomar. Cuando él terminó, hubo un momento de silencio entre ellos dos. Luego Amaziah puso su brazo sobre los hombros de su hijo.
“Entiendo, hijo, que mañana irás a visitar a Gerson, el sacerdote, con el espíritu apropiado de arrepentimiento por tu pecado. Que Dios te acompañe y que acepte el sacrificio que le ofrecerás.”
Ahora el momento había llegado. Antes de que su valentía le fuera a fallar, Joshah se movió rápidamente atravesando el patio y se paró en la entrada del Templo. “¿Está mi señor el sacerdote allí?” preguntó.
Casi inmediatamente, el propio Gerson estaba de pie ante él. “¡He pecado!” Comenzó a explicar Joshah. Las palabras que había aprendido tan cuidadosamente de su padre salieron de su boca, y luego siguió la confesión de su mal comportamiento. El corazón de Joshah buscaba el perdón y el alivio de esta carga de culpa. “Podría mi señor el sacerdote aceptar estas dos palomas y realizar un sacrificio al Señor Dios en mi nombre?”
El sacerdote tomó las dos palomas de la cesta que Joshah le presentó, y las examinó con mucho cuidado para asegurarse que no tenían mancha. “Sí, Dios aceptará estos pájaros como tu ofrenda.” Dijo por fin Gerson. “Pon tus manos sobre las cabezas de estos pájaros, y al hacerlo, permite que la carga de tu culpa se coloque en ellos.”
Mientras Joshah puso sus manos sobre las cabezas de los pájaros, un sentimiento extraño de paz entró a su corazón. Él había hecho lo que él podía. Él había traído su ofrenda al sacerdote con fe. Ahora Gerson cumpliría su obligación ante el Señor, y al sacrificar las palomas Joshah encontró la expiación por su pecado.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: La Ley y Jesús