“¡O, NO!” ¡Faltaban sólo cinco minutos para que el autobús escolar pasara, y el tazón con cereal frío acababa de tumbarse en la ropa de Andrés! “¿Y ahora qué?” ¡Mejor me cambio de ropa rápidamente!
Después de limpiar las hojuelas de maíz de sus pantalones y echándolas en la basura, Andrés subió los escalones de dos en dos. Él sacó otro par de pantalones de la gaveta y arrojó los sucios en un canasto de ropa sucia.
Los minutos extras significarían que Andrés tendría que correr a la escuela, pero llego a tiempo. Después de meter su chaqueta dentro de su armario en la escuela, cerró la puerta con un golpe y se apresuró a su clase. Él miró hacia el escritorio del profesor mientras abría la puerta. ¿Estaría el Sr. Carter enojado porque Andrés había entrado precipitadamente apenas sonó el timbre de la escuela? Pero el señor Carter no estaba allí. En lugar de él, estaba un hombre alto con gafas observando desde el escritorio del profesor. ¡Un sustituto!
Probablemente Andrés no se dio cuenta, pero justo esa mañana él había sido testigo de dos ejemplos de la palabra “sustituta.” Él había sustituido un pantalón limpio por uno sucio, y había visto a una persona tomar el lugar de otro como profesor sustituto.
La Biblia nos habla acerca de un hombre, Abraham, quien aprendió acerca de la sustitución. Abraham estaba tratando de vivir su vida de una manera que le agradara a Dios. Dios se complacía en la manera en que Abraham le servía, y prometió bendecirle por muchas generaciones dándole un hijo, aún cuando él y su esposa eran muy viejos (Génesis 17:19). Ellos llamaron a su hijo Isaac. Él era un buen chicos y significaba mucho para sus padres en sus edades avanzadas.
Un día, algo asombroso sucedió. Dios le dijo a Abraham que llevara a Isaac al monte Moriah y que lo ofreciera como un ¡sacrificio! Imagínate los pensamientos que corrieron por la mente de Abraham. ¿No le había prometido Dios que éste chicos sería el comienzo de una gran nación? ¿Qué estaba sucediendo?
VERSO CLAVE: Jesús tomó mi lugar.
Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. — Génesis 22:8
Muchas cosas pudieron haber pasado en ese momento, pero la Biblia nos dice que la mañana siguiente Abraham estaba en camino a la montaña que Dios le había indicado. Él no había atraído la atención de nadie acerca de lo que él haría, ni preguntó si era del agrado de alguien, ni perdió tiempo rogándole a Dios que cambiara de pensar. Él estaba obedeciendo las instrucciones de Dios, sin saber que pasaría.
Abraham tomó consigo dos siervos, un asno, leña, fuego, soga para atar el sacrificio, un cuchillo a y su hijo. Al tercer día del viaje Abraham encontró la montaña correcta. Él le dijo a sus siervos que esperaran con el asno. Él e Isaac subirían para adorar y volverían más tarde. Abraham creyó que aunque Isaac muriera, Dios lo traería de nuevo a la vida (Hebreos 11:17-19). Él estaba seguro de que esa promesa que Dios le había prometido a él con respecto a Isaac no podía fallar.
Isaac había aprendido acerca de los sacrificios y debió haber ayudado a su padre anteriormente. Mientras subía la montaña él se puso a pensar. Él preguntó: “Padre mío . . . he aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” Él sabía que ellos siempre traían un animal consigo, Abraham le dijo que Dios proveería el cordero. Isaac respetaba la fe que su padre tenía en Dios y no le pidió más detalles. Era obviamente algo entre su padre y Dios.
Después de construir el altar y poner la leña en su lugar, Abraham le explicó todo a su hijo con el fin de que Isaac se dejara atar con la soga y se acostara sobre el altar. Isaac comprendió la importancia de obedecer a Dios. Hasta ahora, Abraham había estado en esto solo, pero en este momento él e Isaac estaban en esto juntos. Ambos esperaron en Dios. Abraham alzó su cuchillo y de repente un ángel le llamó: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió rápidamente: “heme aquí.” El ángel le dijo que no lastimara a su hijo. ¡Qué alivio debieron haber sentido después de oír esto!
¿De qué se trata este incidente? Dios había estado probando a Abraham para ver si todas las promesas que él había hecho con su boca estaban realmente en su corazón. Por la disposición de Abraham de entregar lo que significaba lo principal para él, Dios pudo ver que Él era primero en la vida de Abraham.
Entonces Abraham notó un carnero trabado por sus cuernos en un arbusto cercano, tomó el carnero y lo ofreció sobre el altar en lugar de su hijo. ¿Fue una coincidencia que el carnero apareciera justamente cuando Abraham lo necesitara? No, Dios había provisto la ofrenda, un sustituto para Isaac.
Años más tarde, el Hijo de Dios estaría muriendo en una cruz por el pecado de todas las personas del mundo. Todo hombre nacido en este mundo desde Adán, nace con pecado en su corazón. La Biblia nos dice que la paga del pecado es muerte, por lo tanto deberíamos morir para pagar por nuestros pecados, pero Jesús estuvo dispuesto a ser nuestro sustituto. Él estuvo dispuesto a morir por nosotros.
Abraham amaba mucho a su hijo, y debió haber sido duro tener que sacrificar a Isaac. Seguramente, debió ser difícil para Dios sacrificar a Su único Hijo Jesús como pago por el pecado. Pero Él hizo esto por nosotros porque nos ama.
Jesús fue nuestro Sustituto y tomó nuestros pecados para que fuésemos salvos. Podemos aceptar su regalo pidiéndole que nos perdone nuestros pecados, y nos propongamos, con Su ayuda, a vivir para Él.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Dios Se Proveerá