JUAN MIRÓ afuera desde la ventana del salón de clase. Él estaba ordenando sus pensamientos para comenzar a escribir sobre la seguridad. El maestro les había dicho a los estudiantes que podían escoger cualquier forma de seguridad para escribir, había mucho de que escoger: seguridad del tráfico, seguridad en el agua, seguridad en el hogar, . . . la lista era interminable. Finalmente Juan decidió escribir sobre la seguridad en la cacería. Él recordó lo emocionado que había estado el otoño pasado mientras se preparaba para su primer viaje de cacería. La noche antes de su partida, él había empacado toda la ropa y todo el equipaje que pensó que necesitaría: pantalones extras, guantes, sombrero, talego para dormir y botas. Cuando él anunció que ya estaba listo para partir, su padre tomó unos minutos para revisar la maleta de Juan. Después de unos minutos su padre frunció el ceño con curiosidad y dijo: “Juan, ¿por qué no empacaste la chaqueta roja que tu madre te compró para llevártela?”
VERSO CLAVE: Mi protección es Jesús.
Y veré la sangre y pasaré de vosotros.— Éxodo 12:13
Juan buscó en su maleta y dijo: “O Papá, empaqué en lugar de ella mi chaqueta vieja color marrón. Mira, aquí está. Me imagino que si llevo puesto algo rojo, los venados me verán. ¡Quiero escabullirme entre ellos!”
Su padre sonrió, pero sacó la chaqueta color marrón de la maleta de Juan. Y le dijo: “Puedo entender que quieras escabullirte entre los venados Juan, pero no te preocupes porque ellos noten tu chaqueta roja. Los venados no reconocen los colores, pero un cazador sí.”
Juan recuerda que su papá había ido al armario del pasillo y regresó trayendo la chaqueta roja en sus manos. “Aquí está” dijo, “Métela en tu maleta. Yo estaré usando la mía también, cuando vayamos al bosque mañana. Esto es importante. ¡Esa chaqueta roja puede salvar tu vida!”
Hace muchos años los hijos de Israel, mientras eran cautivos en Egipto, necesitaban protección igual que Juan había necesitado su chaqueta roja. Pero no era protección de los cazadores que los hijos de Israel necesitaban protección; era del juicio de Dios sobre los egipcios. Dios le habló a Moisés y le dijo que su juicio final sobre Egipto sería la muerte de cada primogénito en cada hogar.
Para que los hijos de Israel fueran protegidos, deberían seguir el mandato de Dios. Moisés le dijo a cada familia que Dios había mandado a que escogieran un cordero sin defecto de sus rebaños. Ellos matarían el cordero y rociarían su sangre en el dintel y los postes de la puerta de su hogar. Así como la chaqueta roja de Juan era una señal para que los cazadores no le dispararan, la sangre de los corderos en los dinteles de la puerta sería una señal de que el cordero había sido muerto y en ese hogar habían guardado el mandato de Dios.
El hecho de que los israelitas tenían fe en Dios, y habían matado los corderos, no los saIvó de la muerte. Sólo siguiendo las instrucciones y aplicando la sangre en el dintel de la puerta fueron salvados. Hoy en día se necesita la Sangre de Cristo para salvarnos de la muerte eterna, cuando Jesús murió en la cruz y resucitó, Él completó el plan perfecto de Dios para la salvación. El Cordero sin defecto, derramó Su sangre para que pudiéramos ser salvos.
Debemos estar seguros de que tenemos la sangre de Jesús aplicada a nuestros corazones. Nosotros podemos hacer esto orándole a Jesús y diciéndole cuanto sentimos el haber pecado, y que no queremos pecar otra vez. Entonces Él nos perdonará y seremos salvados de la muerte eterna.
La noche finalmente llegó cuando el anuncio que Dios se les presentó al pueblo de Egipto. A la media noche, el Señor fue por Egipto, y en cada casa donde la sangre no había sido aplicada, el primogénito murió.
Así como la sangre del cordero protegió a los hijos de Israel de la muerte física, la Sangre de Jesús nos protege de la muerte espiritual si le pedimos que entre en nuestros corazones.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Promesa de Protección