MIGUEL ROMÁN, el dueño de una tienda de bicicletas, alzó su vista cuando sonó el timbre de la puerta, para avisarle que alguien estaba entrando. “Hola, Tomás,” le dijo al joven quien entró. “Hola, Miguel,” fue la respuesta. “¿Está lista mi bicicleta?”
“No todavía no está lista, tuve que ordenar una pieza, y no estará aquí hasta el lunes por la tarde. La tendré lista el martes por la mañana.”
Los ojos de Tomás se encendieron con ira. “¿Qué quieres decir con que no está lista? ¡La necesito para la carrera de esta tarde!”
Miguel lo miró con consternación. “Oh, Tomás, realmente lo siento. Debiste haberme dicho que ibas a tener una carrera. Yo hubiera pedido la pieza urgentemente.”
Tomás estaba enfadado. “Es toda tu culpa, y ahora no podré ganar esa carrera. Dame mi bicicleta. ¡Puedes estar seguro que nunca más la traeré a esta tienda de nuevo!” Arrastrando la bicicleta, salió cerrando la puerta de golpe.
Al fin del día, Miguel cerró con llave la puerta de la tienda y se dirigió al parque. Suspiró mientras caminaba por el sendero que era un camino corto hacia su casa a pocas cuadras. El incidente con Tomás realmente le perturbó. Tomás había crecido en el barrio y Miguel siempre le había tenido aprecio. Pero Tomás sí tenía un temperamento y un problema con su lengua cada vez que se enojaba. Miguel deseaba saber si había una oportunidad para calmar el asunto, o si Tomás realmente no volvería a la tienda de nuevo.
Aun cuando estos pensamientos pasaban por su mente, Miguel notó una figura conocida en el camino al frente de él. ¡Tomás! Corriendo para alcanzar-lo, puso una mano sobre el hombro de Tomás. Antes que él dijere una palabra, Miguel habló.
VERSO CLAVE: Jesús, ayúdame a controlar mi lengua.
De la abundancia del corazón habla la boca. — Mateo 12:34
“Tomás, realmente lamento este asunto con tu bicicleta. De seguro que fue muy triste que no pudieras participar en la carrera. Se me ocurre una idea . . . llamaré algunos lugares mañana y veré si puedo localizar esa pieza en otro lugar. Y no te cobraré por el trabajo.
Tomás lo miró, parecía desilusionado. “Oh, no te preocupes, Miguel. Siento haber explotado esta mañana. Yo estaba decepcionado. Estoy sorprendido que todavía me quieras hablar después de las cosas que te dije. Cuando me enfado, salen de mi boca cosas que yo nunca quiero decir.”
“Bueno,” dijo Miguel. “Muchas otras personas han tenido ese problema también. La lengua ha causado problemas al hombre desde el principio de los tiempos. La Biblia habla acerca de ella. Aún se dedica un capítulo entero en Santiago al problema de la lengua, comparándola a un incendio grande que es encendido por una chispa.”
“No sabía eso,” dijo Tomás. “Puedo ver cómo la lengua puede ser igual a un fuego fuera de control, pero ¿qué puedo hacer sobre esto?
Miguel respondió: “Necesitas un cambio en tu corazón. La Biblia dice: ‘De la abundancia del corazón habla la boca.’”
¿Qué significa eso? Tomás preguntó.
“Bien, Tomás, piénsalo. ¿Qué puedes sacar de un armario lleno?
Tomás mirando confundido. “Supongo, que lo que está en él.”
“Correcto,” dijo Miguel. No puedes sacar lo que no está ahí. Lo que mantienes en el armario es lo que saldrá del armario. Y lo que guardes en el corazón es lo que saldrá de tu corazón. Nada se cambia por sí mismo a menos que quieras cambiar.
Ahora observa este parque. Es un lugar hermoso, con césped terciopelado y árboles altos y majestuosos. Todo esto no sucedió así por así. Las personas quienes los sembraron tenían un plan. Limpiaron la basura, luego sembraron y se encargaron del lugar.
Tu corazón es igual a este parque. Necesitas sembrar buenas cosas en tu corazón para que lo bueno salga de el. Tú no puedes hacerlo por ti mismo. Ahora si tu corazón está lleno de pensamientos malos, como la mala hierba, ahogarán todos los buenos pensamientos que intentes crecer. Así que primero tienes que arrancar la ‘mala hierba.’ Pero hay tantas que no las puedes hacer solo, necesitas la ayuda de Dios.
Cuando le pidas a Él que entre en tu corazón, Te perdonará y sembrará semillas de amor y paz. Luego cuando hables, cosas buenas saldrán; igual cómo el armario del que te hablé, no puedes sacar lo que no has puesto en él.
Esto hizo a Tomás pensar.
Varios días después, mientras corría por el parque, Tomás se le cruzó a Miguel. Tomás perdió el equilibrio y se tropezó. Normalmente al suceder esto se oiría una sarta de malas palabras más allá de la cuadra. ¡Pero algo le había sucedido a Tomás! Él había aceptado el consejo de Miguel, y un cambio en su corazón se había efectuado.
“¡Wow! ¡Creo que estoy un poco torpe hoy!” Dijo Tomás, mientras se limpiaba su rodilla. “De todos modos, Miguel, ¿cómo estás?
Miguel lo miró sorprendido. “Esa no es la respuesta que usualmente hubiéramos oído de ti después de una caída como esta, Tomás.”
Tomás sonrió. “Miguel tengo algo que contarte, el viejo armario ha sido limpiado desde la última vez que te vi.”
Miguel sonrió. ¡Eso es maravilloso, Tomás! ¡No pudiste darme una mejor noticia!
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Qué Dijo Él?