DONDE QUIERA QUE VOY, mis oídos se sintonizan a algo. En el centro comercial, hay muchas personas pasando. Niños gritando. Gente riéndose. Niños llorando. Dos amigos tienen sus cabeza juntas, pero yo oigo sus palabras . . . “Bueno, la que está de venta en la tienda Nordstrom es realmente bonita.” Algunas cosas que oigo me ponen contento—un padre diciéndole a su hijo: “¡Eres un buen chico!” Otras cosas me ponen triste—una pareja intercambiando palabras desagradables.
Mi escuela es un lugar tan lleno desde el momento que suena el primer timbre en la mañana. Los estudiantes gritan saludos mientras se apresuran a sus diferentes clases, topándose unos con otros en el pasillo. Oigo palabras obscenas de algunos, disculpas de otros. Donde quiera que voy oigo cosas buenas y malas. Pero yo sí puedo desconectar mis oídos de lo que no quiero oír.
No siempre recuerdo todo lo que oigo. A veces Mamá o Papá me dicen que haga algo y se me olvida. O alguien me cuenta un chiste y puedo recordarlo todo menos la parte más graciosa. Aun en la clase mi profesor le gusta que tomemos notas para que podamos repasar lo que él ha dicho. Pienso que lo que escuchamos es muy importante. Algunas veces oro: “Dios ayúdame, a escuchar y a recordar las cosas que Tú quieres que yo guarde en mi mente y en mi corazón.”
VERSO CLAVE: Mis oídos escucharán a Jesús.
El oído de los sabios busca la ciencia. — Proverbios 18:15
A veces las personas dicen cosas que no son verdaderas. En clase el otro día, Blanca me dijo que Ricardo roba las ropas que usa para ir a la escuela. He escuchado cosas crueles de mis amigos. Me alegro de que no tengo que creer todas las cosas que escucho.
Caminando de la escuela a mi casa, puedo oír un estéreo sonar fuerte. Esa música rock realmente martilla en mis oídos. Y ¿cuáles son las palabras de esa música? Cuando las oigo, no me gustan. Los músicos tratan de hacer que muchas cosas suenen bien que yo sé que a Dios no le gusta, tal como música que habla de drogas, alcohol y conducta inmoral. Las cosas que oímos pueden contaminar nuestra mente al punto de que se hace difícil tener pensamientos limpios. Pero las palabras de buenos cantos se quedarán en nuestra mente también. Y mientras los aprendemos, el significado entra en nuestros corazones.
Hay mucho que yo oigo toda la semana en la escuela y en los alrededores de la ciudad que no me gustan, pero hay un lugar donde puedo oír cosas buenas, mi iglesia. Algunas veces oigo con mis oídos y no entiendo lo que estoy escuchando. Necesito que Dios me ayude realmente a escuchar de manera que pueda recordarlo. Luego, cuando necesite ayuda con los problemas que llegan a mi vida, la respuesta estará en mi corazón, lista para ser usada.
Cada vez que voy a la iglesia oigo más acerca de cómo vivir como un cristiano. Algunas de las cosas que oigo me incomodan porque me llegan las palabras a mi corazón—por ejemplo el tema de Domingo de Resurrección que hemos estado estudiando este mes. Para mí el escuchar que Jesús murió en la cruz porque me amó tanto me hace sentir que debo hacer más por Él. Supongo que este sentimiento en mi corazón es la manera cómo Jesús me da a conocer lo que Él quiere que yo haga. Reconozco que necesito leer la Biblia y orar más a menudo. Eso me ayuda a permanecer fuerte como un cristiano, y de estar más atento a las cosas que debo y no debo escuchar.
En la Biblia leo que si escucho la Palabra de Dios y la hago, soy como un hombre sabio que construyó su casa sobre una roca; cuando llegó la tormenta y soplaron los vientos, su casa no se derrumbó, porque estaba construida en una fundación sólida. Si escucho y hago lo que Dios me dice, tengo una fundación sólida para mi edificación espiritual. Si no escucho y obedezco, soy como el hombre necio; él quien construyó su casa en la arena y cuando llegó la tormenta, su casa se derrumbó.
“Señor, ayuda a que mis oídos siempre estén abiertos a Tus palabras para que así yo pueda hacer lo mejor para Ti.”
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Descifra el Código
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