TEXTO: Pedro 1:1-11; 3:17-18
Yo sabía que yo tenía que perdonar a Tony si quería crecer como una Cristiana.
“¡BUENO, YA DIJE QUE LO SENTÍA!” repetía mi hermano menor Tony, mirando con cara de miedo, y volteando la vista a los pedazos de vidrio en el suelo. Mi muñeca, mi hermosa muñeca coreana, estaba hecha pedazos.
“¡Con lamentarte no arreglas mi muñeca!” grité. Sentía un nudo en mi garganta, mientras me arodillé a recoger los fragmentos de la muñeca. “¡Vete, sal de mi habitación! ¡Y jamás vuelvas a entrar!”
Cuando Tony salio, me senté en el piso y recogí un pedazo de los despojos. Podía sentir cómo mis ojos se llenaban de lágrimas. La muñeca estaba arruinada. De ninguna manera podría unirse de nuevo; habían pedacitos por todo el piso.
Mamá entró y preguntó: “¿Qué fue todo eso, Tamara? Tony acaba de entrar a la cocina como si hubiera perdido a su mejor amigo. Dijo algo de una muñeca quebrada . . .” Ella se detuvo al observar los fragmentos en el piso. “¡Oh, Tamara! ¡No la hermosa muñeca que te regaló tu Abuelo! ¿Cómo es que sucedió?”
Mi angustia se convirtió en palabras furiosas. “¡Tony, él lo hizo! Él entró con esa pelota suya, queriendo que yo saliera a jugar con él. Él me la tiró aun antes de que me diera cuenta qué quería, y claro está que yo no tuve el tiempo para atraparla. Pegó contra mi librero y la muñeca cayó. Ahora mira, Mamá. ¡Está arruinada! ¡Y es toda su culpa! ¡Jamás lo perdonaré!”
Mamá puso un brazo alrededor de mi hombro. “Tamara, cariño, yo sé que te sientes mal por esto. ¡Yo también me siento mal! Sé que esa muñeca era tu tesoro. La has cuidado mucho desde que te la envió tu abuelo. Pero no creo que Tony lo hizo aproposito.”
Prácticamente no la escuché. “¿Qué derecho tenía él de entrar aquí, de todas maneras?” Secándome las lágrimas, continué diciendo: “Él no debe entrar en mi habitación sin tocar. Y luego, además, ¡tirarme una pelota! ¡Jamás lo perdonaré!” repetí.
Pero incluso, mientras lo decía, sabía que estaba equivocada. Y sabía que Jesús no estaba contento con mi actitud.
La cena esa noche no fue muy alegre. Tony estaba silencioso y yo no podía mirarle. Yo no tenía deseos de comer y creo que Tony tampoco. Ni siquiera comió una pieza completa de pollo y usualmente yo tengo que comer rápidamente para poder tomar una segunda porción antes de que él se coma todo lo que queda.
VERSO CLAVE: Yo quiero crecer para Cristo.
Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. — 2 Pedro 3:18
Más tarde, mientras yo ayudaba a Mamá a poner los platos en el lavaplatos, ella dijo algo que parecía no tener nada que ver con mi problema, hasta después, cuando me fui a mi habitación y realmente comencé a pensar en ello. Ella dijo: “Tamara, ¿has empesado tu tarea de tu clase de la Escuela Dominical?”
Tal vez yo debería explicar algo acerca de mi clase de la Escuela Dominical. A mi maestra le gusta que encontremos formas en que nuestras lecciones se apliquan a nuestras vidas, de modo que cada semana se asigna un proyecto para entregar el domingo siguiente. Esta semana nuestro proyecto era escribir sobre alguna ocasión en la semana cuando nos enfrentáramos a una situación que nos diera una oportunidad de “crecer en gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.”
Bueno, como dije antes, subí a mi habitación después de terminar en la cocina. Creo que todavía tenía las palabras de Mamá en mi mente. Porque cuando entré en la habitación y vi los pedazos quebrados de mi muñeca sobre el librero, súbitamente las palabras “crecer en gracia” parecieron repetirse en mi mente una y otra vez. ¿Significaría esto que ésta era una oportunidad para mí para “crecer en gracia”?
Me senté al borde de mi cama y lo pensé. Yo sabía que Jesús había dicho que debíamos perdonar a otros cuando hicieran algo en contra nuestra o algo que nos lastimara. Realmente no había tenido muchas oportunidades para hacer esto. Tal vez ésta era una oportunidad, pero no iba a ser fácil. Mi muñeca no podría componerse, nunca tendría otra como ella. Aún así, sabía que tenía que perdonarlo si quería crecer como cristiana del modo que Dios quería.
Sin moverme de donde estaba, cerré los ojos. “Jesús,” oré, “ayúdame a perdonar a Tony. Ayúdame a crecer en Tu gracia y enséñame a ser el tipo de cristiana que Tú quieres que yo sea.”
Abrí los ojos y pensé un poco más. No creo que Tony quizo quebrar mi muñeca. Él solo quería jugar, y se le olvidó tocar. Yo realmente amo a mi hermanito, aunque a veces sea una peste. Durante la cena, yo pude ver que él realmente estaba arrepentido por el hecho.
En ese momento escuché un toquido leve en mi puerta. “Sí . . . entra,” dije, levantando la vista.
Era Tony. “Tamara . . .” dijo él, “toma.” Se acercó a mi cama poniendo un dólar de plata en mi regazo, el dólar de plata que tío Juan le había dado hacía algunos meses, y que había sido su posesión más valiosa desde ese entonces.
“¡Tony! ¿Para qué es esto?” le pregunté.
“Siento mucho haber quebrado tu muñeca. No fue mi intención. Tal vez puedas comprar otra con este dólar.”
“Oh, Tony.” Se me hizo un nudo en mi garganta de nuevo, pero esta vez no era causado por enojo. “Tony, no tienes que darme tu dólar. Sé que no fue tu intención quebrar mi muñeca de porcelana. Te perdono.”
La luz volvió a sus ojos marrones, y una sonrisa cruzó su carita pecosa. “¿Lo dices de veras, Tamara?” Él agarró mis manos. “¡Qué bueno! ¿Entonces vendrás a jugar pelota conmigo ahora?”
Cuando me levanté para salir con él, me pareció que yo había crecido varias pulgadas. No, realmente no era mas alta, pero había crecido en la gracia y el conocimiento del que aprendíamos en la Escuela Dominical. ¡Yo podía sentirlo!
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¡Añade Estos y Madura!