TEXTO: Hechos 26:1-20
El padre de Eduardo dijo que debíamos estar dispuestos a ir.
SEGURAMENTE TODO ESTO ES sólo una pesadilla, pensó Eduardo. Miró a su papá y a a su mamá. Pronto alguien reirá y dirá que todo era una gran broma. Pero nadie lo hizo. Por el contrario, ellos sólo lo miraban con la misma expresión seria.
De pronto su hermana se soltó en llanto. “Yo no quiero ir. Tengo miedo de mudarme a otro país,” lloró, abrasando su muñeca más cerca. Eduardo sentía algo muy parecido. Él había esperado llegar de la escuela a casa, comer un refrigerio e ir a jugar baloncesto con sus amigos. ¡Pero ahora esto! ¡Era como si alguien le hubiese echado una tonelada de ladrillos sobre él!
“Hemos orado mucho sobre esto. Estamos seguros de que es la voluntad de Dios que nos mudemos. Dios nos ha mostrado que el mundo es su viñedo y Él tiene un lugar especial para que nosotros trabajemos. Debemos estar dispuestos a ir a donde Él nos mande. Él ha prometido estar con nosotros y ayudarnos, y creemos que Él lo hará.”
Eduardo escuchó las palabras de su padre, pero parecía que venían de muy lejos. Todo este asunto no parecía real. ¿Cómo podía Dios hacerle esto? Hacía un momento se sentía a salvo y seguro, pero ahora el mundo parecía haberse volteado de cabeza. Se sentía desgarrado por dentro entre la vida que conocía y la que sus padres pensaban en aventurarse.
VERSO CLAVE: Ayúdame a estar dispuesto.
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. — Isaías 6:8
“Sentimos, con toda justicia, Eduardo,” continuó su padre “que tú debes elegir por ti mismo. Podemos hacer arreglos para que vivas aquí con una familia de la iglesia hasta que te gradúes, o puedes venir con nosotros. Por supuesto, nos gustaría tenerte con nosotros, pero eso podría ser egoísta de nuestra parte.” Hizo una pausa. “Eduardo, ¿te gustaría hablar de esto ahora o te gustaría tomar un poco de tiempo para pensarlo?”
Eduardo se detuvo. Sus sentimientos estaban demasiado embrollados como para decidir. Él reconoció algunos de ellos . . . una tristeza que amenazaba con tragárselo, un temor a lo desconocido, aunque también un poco de emoción. No se sentía seguro como para confiar en ninguno de ellos. Pero ¿cómo podría saber lo que era lo correcto?
“¿Y qué de todas las demás cosas que hacemos por el Señor? ¿Acaso no podríamos contentarnos con vivir aquí y seguir sirviendo a Dios como lo hemos hecho en el pasado?”
“Sí, Eduardo. Podríamos, si Dios lo quisiera. Pero parece ser que Él tiene otros planes para nuestras vidas ahora.”
“¿Por qué tengo que hacer una decisión como ésta?” preguntó Eduardo, molesto.
“Algunas veces las decisiones que debemos tomar son difíciles, incluso dolorosas. Pero, si vamos a servir a Dios entonces debemos esperar tomar decisiones difíciles. Sabemos que esto no es fácil para ti, pero también sabemos que Dios te ayudará a tomar la decisión correcta.”
“Necesito un poco de tiempo para pensar en esto,” dijo Eduardo. Se levantó y caminó hacia su habitación.
Eduardo quería saber la respuesta. Recordó algunas historias de misioneros cristianos que fueron martirizados por Cristo . . . eso lo hizo temblar. Pero Jesús había estado dispuesto a morir por él. Recordó el día en que realmente creyó en esa verdad. Él había sentido el amor de Jesús alcanzarlo a través del tiempo desde el Monte Calvario hasta su corazón.
Ahora, al orar sobre su decisión, se hizo consciente de ese mismo amor que lo sobrepasaba y llegaba hasta otros en lugares lejanos. Él sabía que era el amor de Jesús. En un momento, un momento muy especial, él lo supo. Ese momento se cristalizó con el tiempo. Fue un momento de decisión . . . de conocimiento . . . de deseo de encajar en el diseño de Dios.
“Bueno, ¿cuándo empacamos?” preguntó esa noche durante la cena.
“¿Así de simple?” rió su padre, recostándose en su silla y relajándose un poquito.
“¡Bueno, no fue tan simple, pero sí sé que quiero irme con ustedes!”
“¿Estás seguro, Eduardo?” preguntó calmadamente su madre. “Queremos que estés seguro.”
“Estoy seguro, Mamá, lo sé. Simplemente se siente bien en mi interior. ¡Ya estoy emocionado por iniciar el viaje!”
“Te puedo garantizar que será emocionante,” prometió su padre. “Y estaremos esperándolo aún más, sabiendo que estarás allí con nosotros.”
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Puede Utilizarme Jesús?