TEXTO: Filipenses 3:7-15
El autodisciplina le ayuda a éste atleta a ganar la carrera.
ÉL TOMÓ SU POSICIÓN, listo para arrancar al sonido del disparo de salida. Cada músculo estaba listo. Las largas horas de entrenamiento y de disciplina quedaban atrás. ¿Le ayudaría esto para obtener el primer lugar en la carrera?
Concentrado en la pista que parecía una cinta delante de él, no se daba cuenta del ruido que producían los espectadores en las gradas a su derecha. Por su mente pasó una repetición de las horas de preparación para este momento. Había corrido milla tras milla todos los días, lloviera o saliera el sol. Se había alimentado con comidas restrictivas que eran parte de su dieta alta en proteínas. ¡Sin pastel de chocolate o donas glaseadas! Se había ido a la cama a las diez de la noche todos los días. Había hecho sus ejercicios, muchos ejercios. Y, por supuesto, todos los buenos corredores deben mantenerse alejados de los cigarrillos, el alcohol, y las drogas.
No siempre fue fácil. Ir a la cama temprano no le permitía conducir su carro por la calle ancha y pasar un rato con la multitud “de moda.” Y en lugar de quedarse en los pasillos después de la escuela, conversando con las muchachas, debía ir directo a la pista y correr bastantes millas antes de irse a casa.
VERSO CLAVE: Jesús puede ayudarme a hacer lo que debo.
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias. — Romanos 6:12
¿Había valido la pena estos sacrificios?
Sonó el disparo de salida, y una fracción de segundo después estaba en movimiento. Los músculos disciplinados respondieron sin vacilar. Meses de entrenamiento riguroso lo habían preparado para este esfuerzo, y en segundos sus pasos adquirieron un ritmo que mantendría durante la carrera.
Minutos más tarde, los meses de preparación probaron ser de utilidad. Junto con algunos pocos lentamente comenzó a tomar la delantera. Él instinto lo obligaba a esforzarse para adelantarse más a los corredores cercanos. Pero, sabiendo que su fuerza le haría falta después, mantuvo su ritmo, conservando su energía a propósito.
Él bloqueó toda distracción, el público, los edificios, los otros corredores. Sabía que tenía que concentrarse en correr esta carrera y correrla bien. El tiempo parecía correr rápidamente. Aún estaba respirando normalmente mientras se aproximaba al final de la ruta.
¡Casi ahí! Su entrenamiento lo había preparado para un poderoso esfuerzo final, el último arranque de velocidad. ¡Un pie frente al otro, paso tras paso, la meta justo enfrente! ¡Y no había nadie frente a él!
La alegría lo invadió cuando notó que la carrera era suya. Medio segundo después se inclinó sobre la cinta mientras ésta se rompía con su pecho. El rugido del público hizo eco a su alrededor. ¡Lo había logrado! ¡Había ganado la carrera!
¿Puedes volver a revisar la historia y descubrir qué cosa le ayudó al corredor a ganar la carrera? Fue autodisciplinado.
Aun cuando su entrenamiento había sido riguroso y había requerido que él se abstuviera de hacer cosas que hubiese querido, había puesto de lado esas cosas porque tenía la vista puesta en una meta, ganar la carrera.
Como cristianos, también tenemos la vista en una meta, ¡el Cielo! Y para ser “ganadores” debemos ejercitar el autodisciplina.
¿Cómo?
Debemos concentrarnos en lo que significa ser un cristiano dedicado totalmente. Todo lo que pensemos y todo lo que hagamos debe estar en acuerdo con la Palabra de Dios. Nuestro “entrenamiento” incluiría el estudio diario de la Biblia y la oración, la consagración, la privación de cosas que nos distraigan de vivir para el Señor. Puede que no siempre sea fácil, del mismo modo que no siempre fue fácil para el corredor. ¡Pero si hacemos ese esfuerzo, también seremos ganadores!
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¡Tome Control!