TEXTO: Números: 13:17-33; 14:22-24
Esperando a que comenzara el servicio en la capilla, Carmen pensó acerca de lo que la había hecho diferente a los demás.
CARMEN SE SENTÍA nerviosa mientras esperaba, pensando si la llamarían para dar su testimonio esa noche. Era una sensación vieja y familiar. ¿Dejaría de sentirlo algún día? De algún modo siempre aparecía en algunas situaciones, especialmente cuando tomaba alguna afirmación por Cristo. Se rió entre sí misma mientras recordaba la primera vez . . .
Ese día había bullicio y ruido normal en el comedor de la escuela. Se llevó su comida y cruzó el comedor hacía su pequeño grupo de amigos de la escuela. Siempre había hecho lo necesario para ser aceptada por todos, pero sabía que ese día sería diferente. Justo la noche anterior había entregado su corazón a Cristo en una cruzada juvenil. Ella se sentó y trató de reunir todo el valor que tenía e inclinó la cabeza para orar. ¡Ah, cómo sentía que revoloteaba su estómago de nervios! Al terminar de orar no pudo evitar notar lo silencioso que estaba a su alrededor.
A partir de ese día siempre fue diferente a los demás. En ocasiones recordaba haber escuchado unas cuantas risitas, mientras oraba y daba gracias por su almuerzo. Pero, a su asombro, se había ganado el respeto de sus compañeros. Seguido ellos acudían a ella cuando tenían problemas, esperando que ella pudiera ayudarles. Un día, mientras se apresuraba por un pasillo en la escuela, un muchacho que era muy popular la detuvo. Ella sonrió al recordarlo. Él quería decirle lo mucho que la respetaba . . . que creía que ella era una verdadera dama. Le gustaba el hecho de que siempre usaba faldas modestas en lugar de pantalones. También le gustaba su cabello largo. Carmen jamás olvidó aquello. Realmente le había dado animo.
VERSO CLAVE: Yo seguiré a Jesús.
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. — 1 Juan 2:15
Aun ahora le daba animo mientras se sentaba en el centro de detención juvenil con otros niños cristianos (que vinieron a visitar) y veía a los hombres jóvenes entrar en fila. Pronto estaban todos sentados en un gran círculo.
Ahora tranquilízate, se dijo Carmen a ella misma . . . especialmente a su estomago. Nunca había estado aquí antes y era lo más atemorizante hasta ahora. Se preguntaba qué diría si fuese llamada para testificar. Estaba casi demasiado nerviosa como para pensar. Uno por uno los jóvenes cristianos compartieron lo que Cristo había hecho por ellos. Carmen notó que algunos de los hombres que escuchaban tenían lágrimas en los ojos. Más tarde, se asombró cuando uno de ellos se dirigió a ella.
“¿Carmen, no sabes quién soy? Fui a la escuela contigo. ¿Recuerdas?”
Carmen estaba pasmada, era Jorge Neli, uno de sus excompañeros de escuela. “Sí, por supuesto, lo recuerdo,” contestó ella.
“Siempre supe que tenías algo verdadero, Carmen,” dijo Jorge, tratando de reprimir sus lagrimas. “Yo te miraba casi a diario. Llegué a sentir tanta curiosidad por ti que comencé a observar también a tu hermano y a tu hermana. Yo sabía que tú tenías una verdadera familia cristiana. Me hubiera gustado haber tenido ese tipo de familia. Pero ahora estoy metido en un verdadero lío, como puedes ver. Quisiera hacerte una pregunta, ¿si está bien?
“Seguro,” contestó Carmen, esperando poder ayudar a Jorge.
“¿Qué hacías cuando las cosas se ponían difíciles? ¿Cómo enfrentabas los problemas de la vida?”
Carmen se detuvo por un momento. Ella no había esperado esto. Señor, ayúdame ahora, oró ella. Sabía lo mucho que Jorge necesitaba a Jesús en su vida.
“Jorge, yo oraba. Cada vez que surgía una situación difícil, oraba, me volvía hacia el Señor y le pedía que me ayudara. Nunca hubiera podido ser cristiana si hubiera tratado de hacerlo por mí misma. Pero Jesús me ayuda cada día.”
“Carmen, quiero lo que tú tienes. Siempre lo he querido pero nunca supe dónde encontrarlo. ¿Es demasiado tarde?”
“No Jorge. Por eso venimos aquí esta noche. Podemos orar contigo y Cristo puede hacer un verdadero cambio en tu vida también.”
Carmen se dio cuenta que la vida cristiana que había vivido en la escuela habia valido la pena. Aquí había alguien que había sido tocado por su vida por Cristo. Y ahora tendría el gran privilegio de orar con él. Su corazón se sentía como una mariposa grande y hermosa, volando muy, muy alto. Y ella sabía que pasara lo que pasara, no importando lo que sintiera por dentro, realmente había valido la pena afirmarse por Jesucristo.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Libre Para Estar Limpio