REYNALDO SALTÓ fuera de la camioneta de la Escuela Dominical, y Carlos, Juan, y Armando lo siguieron. “Reto a quien llegue primero a la puerta,” gritó Reynaldo, corriendo hacia la entrada de la iglesia. Armando lo siguió, pero Carlos y Juan se quedaron atras.
“¡Vamos, muchachos!” gritó Reynaldo volteando sobre su hombro. “Ya casi empieza la Escuela Dominical.” Armando entró, pero los otros dos continuaban en el estacionamiento. Finalmente Reynaldo se volvió a buscar a sus amigos, “Vamos,” repitió. “Ya casi empieza la Escuela Dominical. ¿Por qué no van a entrar?”
Carlos buscó en su bolsillo y sacó un billete. “Juan y yo realmente no queremos ir hoy. Tengo un billete, y pensamos caminar a la tienda y comprar una Coca. ¿Quieres venir?”
Por un momento Reynaldo no contestó. Realmente estimaba a Carlos y a Juan y le gustaba estar con ellos. Pero después de un momento, sacudió la cabeza. “No . . . voy adentro.” En su mente pensó, “Ustedes saben que cuando venimos en la camioneta, se supone que debemos ir a la Escuela Dominical”.
Casi pareció que Carlos le leyó el pensamiento, porque dijo en tono burlón, “¿A quién le importan sus viejas reglas? Hoy no tengo ganas de ir a la Escuela Dominical.” Él vaciló, y añadió en forma de excusa, “Realmente no me gusta nuestro nuevo maestro.”
VERSO CLAVE: ¡Estoy del lado de Dios!
¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. — Éxodo 32:26
“Estás bromeando,” dijo Reynaldo mirándole con sorpresa, “yo pensé que era muy amable. Claro han sido sólo dos domingos desde que nos promovieron a su clase, pero me parece un tipo bastante bueno”.
“Bueno, a mí no me agrada,” repitió Carlos. “Y a Juan tampoco. ¿Cierto Juan?” Continuó sin darle oportunidad al otro chico de responder. “Así que nos vamos a escapar. No te preocupes, estaremos de vuelta antes de que la camioneta salga de vuelta a casa. El conductor nunca se enterará de que no estuvimos en la Escuela Dominical.” Y con eso, los dos niños se dieron la vuelta y salieron deambulando del estacionamiento.
Reynaldo se dio vuelta y se dirigió hacía la puerta de la iglesia, con un ceño de preocupación creciendo en su rostro normalmente alegre. Entró lentamente a la iglesia y a su departamento. Armando lo encontró justo en la entrada. “Apúrate, Reynaldo es casi tiempo de comenzar. Si quieres decir tu verso a la secretaria y ganarte tus puntos.”
Reynaldo abrió su RESPUESTA para darle una ojeada al verso. Él lo había aprendido la noche anterior, pero de pronto su mente estaba en blanco. Ah, si, “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo.” Ese era un verso fácil. Se acercó a la tabla de versos donde se encontraba la secretaria.
“Hola, Reynaldo,” lo saludó ella amablemente. “¿Sabes hoy ese verso?” Asintiendo su cabeza, se lo dijo y ella le puso una marca junto a su nombre. “Buen trabajo. No has fallado al decir tu verso por tres meses. Tú estás justo ahí al inicio de la lista.”
Reynaldo prácticamente no se dio cuenta de lo que ella decía. Pensaba en Carlos y en Juan. Y también pensaba en las palabras que acababa de pronunciar: “¿Quién está por Jehová?” Durante todo el tiempo de los cánticos, estas palabras hacían eco en la mente de Reynaldo. Él las había leído anteriormente. Sabía que eran las palabras de Moisés a los hijos de Israel, así que nunca pensó que tuvieran mucho, si acaso, que ver con él. Pero el incidente en el estacionamiento esa mañana le había hecho pensar. Sabía que por un momento se sintió tentado a irse con sus dos amigos.
Su mente se fue meses atrás en la Escuela Dominical. Carlos y Juan realmente nunca parecieron interesados por nada de lo que sucedía. Siempre eran los últimos en llegar. Y en ocasiones habían sido groseros con el maestro, Reynaldo recordó. Ah, nada realmente terrible. Tan sólo hablaban en clase o hacían comentarios sin sentido tras sus manos y cosas así. En algunas ocasiones, Reynaldo a veces copiaba sus malos comportamientos. Ahora pensaba si esto era parte de escoger de que lado estarían.
Mientras Reynaldo escuchaba a su maestro hablar de Gedeón en la historia Bíblica de la semana, algo más captó su atención. Cuando Gedeón envió mensajeros a las tribus de Israel, muchos hombres de ahí se le unieron. Él también los influenció para que tuvieran valor y lucharan por el Señor.
Cuando terminó la clase, Reynaldo había tomado su decisión. Iba a hacer lo que sabía que era correcto. No estaba seguro de cómo responderían Carlos y Juan. ¿Pero, quién podría decirlo? Sí él ponía el ejemplo, tal vez ellos tomarían la decisión correcta también.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Cuál es su Selección?