MARIANA MIRABA FIJAMENTE por la ventana de la biblioteca de la escuela, inconsciente de los estudiantes situándose a su alrededor y abriendo sus libros. Las pocas y apresuradas palabras que Jenny había compartido con ella en el pasillo sonaron de nuevo en su mente. “¿Has escuchado acerca de Camilo?” Gabriela había preguntado. “Los maestros de la escuela encontraron la gorra de Camilo en el laboratorio de ciencias donde alguien se metio y desordenó las cosas durante el fin de semana. Fue llamado a la oficina del director durante la última hora. Apuesto a que él lo hizo. Y espero que se meta en problemas. ¡Seguramente lo merece!”
Esta noticia junto con las que había escuchado de otros estudiantes, la tenían preocupada. Camilo era un estudiante rudo que le había hecho la vida imposible a todos desde el inicio de clases. Mariana pensó en el examen que el señor Parker había aplicado justo la semana después del inicio de clases. Camilo había escrito en un papel un par de respuestas para uno de sus amigos al otro lado de la clase e intentó que Mariana se lo pasara. Mariana sólo había meneado la cabeza y volteó la mirada a su examen, pero Camilo persistió. Entonces el señor Parker levantó la cabeza, y Camilo estuvo en problemas. Desde entonces, la agarró contra Mariana.
Él se burlaba de sus respuestas en clase. Se lanzaba contra ella en el pasillo, haciéndola perder su equilibrio. Le empujaba sus libros para que se le cayeran del brazo. O susurraba tras sus manos a sus amigos cuando ella pasaba y entonces todos se reían.
VERSO CLAVE: Jesús tiene las respuestas a mis problemas.
Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová. — Salmo 34:19
Mariana trató de ser amigable, pero eso sólo le había traído muchos comentarios punzantes. Trató de ignorarlo. Habló con su Mamá sobre qué hacer. Incluso había discutido el problema con su consejero. Pero nada parecía funcionar.
Apenas la semana anterior, Mariana casi se había rendido en desesperación. Camilo y un grupo de amigos se encontraban al rededor de la cerca de la escuela cuando ella se dirigía de la escuela a casa. Él extendió un pie cuando ella pasaba y rió clamorosamente cuando ella se tambaleó tratando de no caer. Ella recordó cómo las lágrimas se habían acumulado tras sus párpados, pero se las había aguantado, determinada a no darle la satisfacción de verla llorar.
Esa noche ella oró acerca del problema. “Dios, siempre me enseñaron que Tú tienes la gracia y la respuesta para toda situación. Por favor ayúdame con este problema que tengo con Camilo.”
De alguna manera, después de orar sobre el problema, ya no parecía tan grande. Dios le había dado paz mental sobre toda la situación. Ella simplemente estaba segura de que Él se ocuparía de ese problema.
¿Acaso podía ser ésta la solución de Dios? Camilo había sido acusado de entrarse a la escuela después que las puertas de la escuela estaban cerradas y destruir el salón de ciencias. Probablemente él sería expulsado de la escuela. Si no estaba cerca no podría molestarla más.
Sin embargo, por alguna razón, Mariana no creía que ese fuera la solución de Dios. ¡De alguna manera ella lo sabía! Sabia que Camilo no era aquél que había irrumpido en el salón de ciencias.
Todo la escuela había estado zumbando con los detalles toda la mañana. Y uno de los detalles que Mariana había captado era que había sucedido alrededor de las 5:30 de la tarde del sábado. Alguien había visto a un niño trepando por una ventana y había llamado a la policía.
Camilo había estado en el centro comercial del Centro Sur a las 5:30. Mariana lo había visto ahí.
De pronto Mariana recogió sus libros y se levantó. Acercándose hacia el escritorio, calladamente le pidió al bibliotecario permiso para bajar a la oficina. Ella sabía lo que tenía que hacer.
Esa era la solución de Dios. Mariana habló con el director y Camilo fue excusado para que volviera a su salón de clase.
Después de clases, Camilo estaba otra vez al lado de la cerca. Mientras Mariana se acercaba, tuvo una sensación de que él la había estado observando, y tenía razón. Pero en esta ocasión no la detuvo metiéndole el pie. Por el contrario, le interpuso la mano.
“Detente, Mariana.” Vaciló un momento, y luego continuó. “Sólo quiero darte las gracias.”
“Está bien, Camilo, yo no quería que fueras culpado cuando sabía que tú no lo habías hecho.”
Al caminar por la acera, ella sabía que nunca volvería a tener un problema con Camilo otra vez.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Cuál es la Respuesta?