BENJAMÍN CERRÓ su libro de biología de un golpe y lo movió al lado de su cuaderno sobre la cama. Por fin había terminado su tarea, aún sin estar ni cerca de resolver el problema que había discutido con el Sr. Samuel esta tarde. Su conversación hacía eco en su mente una vez más: “Tú has heredado esta tendencia de hacer el mal, pero no directamente de tu padre natural.”
¿Qué quiso decir el Sr. Samuel? Él dijo algo acerca de una solución. Pero después de haber leído este capítulo en su libro de biología estaba claro que él no podía cambiar el rasgo físico que él había heredado de sus padres. El Sr. Samuel había dicho que por el pecado de Adán, todo el mundo había nacido con un corazón pecaminoso. Entonces, ¿podía eso ser cambiado?
Los ojos de Benjamín miraron el bolígrafo robado el cual levantó preguntas en su mente. Otra vez ese sentimiento de debilidad lo sobrecogió. Él estaría muy feliz si pudiera librarse de cualquier cosa que le hiciera querer robar.
Unos minutos después de las tres de la tarde del día siguiente, el Sr. Samuel jaló una silla al lado del pupitre de Benjamín, y se sentó. “Ahora . . . ¿dónde estábamos, Benjamín?”
Benjamín jugaba con un lápiz por un momento, luego respondió: “Bien, conversamos sobre la posibilidad de que yo habría heredado el deseo de robar. Usted me dijo que por el pecado de Adán, todo el mundo nacía con pecado en su corazón. Usted dijo que había una solución, pero yo no entiendo cómo puede ser. Yo no puedo cambiar el color de mis ojos, o el tamaño de mis orejas. Así que ¿cómo puedo cambiar lo que hay dentro de mi corazón?
VERSO CLAVE: Jesús es mi Redentor.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. — 1 Corintios 15:22
“Tú no puedes, Benjamín,” respondió tranquilamente el Sr. Samuel.
Benjamín lo miró quietamente: “¡Pero usted dijo que había una solución!”
“Tú no puedes cambiar tu corazón, pero ¡Dios sí puede! Él proveyó un remedio para el pecado. Yo te mencioné a Adán. A través de un hombre el pecado entró al mundo, y a través de un hombre, el pecado puede ser quitado.”
“¿Qué quiere decir?” Preguntó Benjamín frunciendo el ceño.
El Sr. Samuel sacó un Nuevo Testamento de su bolsillo. “Aquí en 1 Corintios 15:22 dice: ‘Porque así como en Adán todos mueren también en Cristo todos serán vivificados.’ La Biblia enseña que el castigo por el pecado es la muerte. Así que cada uno de nosotros merece la muerte.”
“Pero Dios envió a Su propio Hijo, Jesús, a esta tierra en la forma de un humano. Como Él era el Hijo de Dios, Él nació sin pecado. Jesús era el único que podía tomar el castigo por el pecado de otro, porque Su propio corazón estaba libre de cualquier maldad. Él murió en la cruz un día, para pagar el castigo tuyo y el mío, Benjamín. En Juan 3:16 leemos: ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Benjamín aún estaba confundido. “¿Quiere decir que sólo creer en Dios quitará el pecado de mi corazón?”
“Tienes que estar arrepentido por las cosas malas que has hecho, Benjamín. Debes estar dispuesto a darle la espalda y hacerlas correctas.” Benjamín miró hacia el suelo. Él pensó sobre el bolígrafo . . . y todas las demás cosas que él había tomado en los meses pasados. Que feliz sería si pu-diera liberarse de cualquier cosa que le haya hecho querer robar.
El Sr. Samuel continuó: “Debes darle el resto de tu vida a Jesús. Cuando le pidas que te perdone, Él quitará el pecado de tu corazón.
Luego querrás volver y arreglar todas las cosas que has hecho mal.”
Benjamín se sentó tranquilamente por algunos minutos. Entonces miró a su maestro. “Se me hace un poco difícil entender por qué Dios enviaría a Su Hijo, Jesús por mí. Quiero decir, yo soy sólo un niño con un papá en la cárcel y muchos problemas. ¿Por qué ha de enviar a Su Hijo para sacarme de este desorden en mi vida?”
El Sr. Samuel respondió rápidamente. “Porque Él te ama, Benjamín. Él quiere que tú tengas tus pecados perdonados y que tengas una paz verdadera en tu interior.”
Al fin Benjamín dijo sí con su cabeza: “Creo que estoy empezando a entender, Sr. Samuel. Muchas gracias por tomar el tiempo para hablar conmigo.” Poniéndose de pie, agarró sus libros y echo su chaqueta sobre su hombro. “Realmente me ha dado algo en qué pensar, Sr. Samuel. No olvidaré lo que usted ha dicho. Creo que usted sabe que yo estoy arrepentido por las cosas que he hecho mal, o no hubiera hablado de ellas con usted. Ahora sé que necesito hablar con Alguien más.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: La Fórmula Correcta