TEXTO: Génesis 45:1-15; Mateo 6:14-15
Dios le ayudó a sentir perdón verdadero aunque él había sido castigado por el crimen de otro hombre.
IMAGÍNATE con una bola de hierro y una cadena atada a tu pierna, tu espalda adolorida a causa de los azotes de látigos, y sabiendo que pasarás año tras año en un calabozo frío y oscuro. Que castigo más terrible, ¡y tú no habías cometido el crimen!
¿Podrías perdonar a la persona responsable de ponerte en ese lugar?
Un chico de dieciséis años de edad escuchó las palabras: “Veinticinco años de labor forzado.” Él había llegado a Tacoma, Washington, precisamente cuando se había cometido un asesinato. Él había sido acusado y declarado culpable, aunque otro había cometido el crimen.
Durante los próximos dieciocho años fue tratado como un criminal. Una vez, porque él habló en la fila, fue colocado en un calabozo a veinte pies debajo de la tierra, sus manos fueron atadas a la puerta de la prisión. Al tercer día mientras estaba colgado allí, encadenado por las muñecas, gritó con desesperación a Dios. ¡Dios lo oyó! Esa misma noche fue removido del calabozo a trabajar en el hospital de la prisión. Trabajó allí por los siguientes tres años, y luego fue descargado de la prisión. Pero en ese tiempo su mente y su cuerpo estaban casi destruidos y no tenía hogar ni amigos a donde ir.
Cuando fue liberado le fue entregado un bole-to para Portland, Oregon. Después de cuatro días de estar buscando un trabajo, sin comida y sin lugar donde dormir, la desesperación se apoderó de él. ¿Qué podía hacer? ¿Dónde podía ir? No parecía haber respuesta. Empezó a caminar hacia el puente Burnside para arrojarse al río. Precisamente cuando estaba trepando por las barandillas el guardián del puente lo vio. Halándolo le dijo al ex prisionero: “¡No puedes hacer eso!” Mientras se tambaleaba por el puente, miró hacía arriba y vio el letrero “JESÚS, la Luz del Mundo” encima de la misión de la Fe Apostólica. Algo hizo que él entrara allí, y se encontró en un servicio de la iglesia. Al fin del servicio, ¡deseaba orar! Pero
VERSO CLAVE: Ayúdame a perdonar.
Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. — Efesios 4:32
estaba demasiado débil por la falta de comida para llegar al altar. Alguien le ayudó y allí él clamó a Dios por perdón. Una paz inundó su corazón atribulado.
En los meses que siguieron él siguió atendiendo la misión y a menudo compartía lo que Dios había hecho por él. Una noche mientras él contaba su historia, algo extraño sucedió. Un hombre extraño se levantó en medio de la audiencia y corrió por las escaleras. Más tarde alguien le dijo al ex prisionero: “¡Ese hombre sabe algo acerca de ti!” Investigando, más tarde, él localizó al hombre en un hospital del condado de San Francisco, muriéndose de tuberculosis.
Después de conocerlo, una noche el enfermo le pidió al ex prisionero que le leyera la historia del hijo pródigo. Luego le hizo una pregunta rara: “¿Puedes perdonarme por el mal que te he hecho?”
Sorprendido el ex prisionero contestó: “¡Tú no me has hecho ningún mal!”
Las próximas palabras que escuchó parecieron casi increíbles. “¡Sí, yo soy el hombre que cometió el crimen por el cual fuiste enviado a la prisión!”
Los pensamientos del ex prisionero volaron hacia atrás a aquellos largos años en la prisión. Las abrazaderas de acero alrededor de su pierna, las paredes húmedas, el trabajo duro día tras día. ¡Su vida había sido arruinada! ¿Cómo podría él perdonar verdaderamente? Él no pudo responderle al hombre.
Dejando al hombre enfermo, entró solo a una habitación pequeña y cerró la puerta. Se arrodillo en el piso de cemento, y oró. Por casi tres horas se olvidó de todo mientras suplicaba a Dios que le diera un verdadero espíritu de perdón.
Por fin una voz le dijo: “Perdónalo por Mí causa.” Él regresó y tomó al hombre moribundo en sus brazos. “Te perdono,” le dijo “pero tú tendrás que pedirle perdón a Dios también.” El hombre oró y Dios tuvo piedad en él y lo salvó. Tres días después el hombre enfermo murió en los brazos del hombre que había sufrido por su crimen.
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Hay una historia en la Biblia la cual da otro ejemplo de perdón. La historia de José, un joven vendido a la esclavitud por sus propios hermanos. ¿Cómo reaccionarías tú a eso? José estuvo en la capacidad de mirar mas allá del mal que le habían hecho y perdonó a sus hermanos.
Sin duda, el mayor ejemplo de perdón que tenemos fue cuando Jesús habló desde la cruz, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Él nos mostró con su muerte el verdadero significado del perdón. Él nos dice en Mateo 6:14: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará a vosotros vuestro padre celestial.”
Un desprecio, un insulto, un rumor maligno, una agresión sin provocación . . . probablemente experimentarás algunos de estos en algún mo-mento en tu vida. ¿Cómo responderás? No es fácil perdonar a alguien que ha hecho algo en contra tuya. ¡Pero tu propio perdón de Dios depende de esto!
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Por qué Perdonar?