“¡CHICOS, ALÉJENSE de esta casa!“ Una voz ruda les llamó. Débora y Armando dieron una mirada asustada al hombre en el patio donde estaban parados, y rápidamente corrieron al otro lado de la calle.
“¡Wow! El Sr. Solís parece ponerse más bravo todos los días!” Armando murmuró. “Primero no permitió que Luis jugara con nosotros; ahora no permite que nos acerquemos a su casa. Deseo saber ¿por qué nos odia tanto?“
“No sé, ¡pero realmente lo siento por Luis. Él ya no puede venir a la Escuela Dominical tampoco.“
“Lo siento.” Dijo Armando. “Y parece que el señor Solís no va ha cambiar de pensamiento.”
El otro día en la escuela, Armando le habló a Luis durante el recreo. “¿Por qué no nos permite tu papá ir a tu casa?“
“Cuando le dije a mi papá acerca de la Escuela Dominical, y de que había obtenido la salvación, él se rió de mí. Pero cuando le dije que él era un pecador también y necesitaba ser salvo, realmente se enfadó y dijo que no iría a ninguna parte con ustedes, o ningún otro cristiano.“
“Luis, oraré para que algo cambie sus pensamientos. Por lo menos nos veremos en la escuela.“
El próximo sábado en la tarde Débora y Armando estaban montando sus bicicletas por la casa de Luis. Débora se paró de repente. “Armando,“ ella susurró, “mira allí en la casa de los Solís. Parece que alguien está tratando de entrar por la ventana del sótano. ¡Llamemos a la policía! Creo que Luis y su papá están fuera de la ciudad.“
“Por qué deberíamos ayudar al Sr. Solís?“ Él ya no permitirá que Luis vaya a la Escuela Dominical más, así que ¿por qué debemos de hacer algo por él?
“Armando,“ regañó Débora. “La Biblia dice que debemos amar a nuestros enemigos. Además, Luis es un cristiano. La Biblia también nos dice que si nos mostramos bondadosos con nuestros hermanos y hermanas en Cristo, otras personas sabrán del amor de Jesús. Ciertamente no sería bondadoso permitir que la casa de Luis sea forzada si podemos hacer algo para evitarlo.“
“Esta bien, ¡vigilaré mientras tú llamas a la policía!” Dentro de pocos minutos la policía llegó a tiempo para detener a los ladrones. Débora y Armando fueron interrogados por la policía antes de irse a casa.
El lunes, Armando y Débora estaban pasando por la casa de los Solís después de salir de la escuela, cuando oyeron que alguien les llamaba: “¡Oigan, chicos!“
VERSO CLAVE: Ayúdame a mostrar bondad.
Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. — Romanos 12:10
“Oh no, es el Sr. Solís.” Débora hizo una mueca. “¡Deberíamos correr!”
“No, esperen, quiero hablarles,” El Sr. Solís los llamó de nuevo. Se detuvieron sorprendidos. El Sr. Solís se acercó a ellos. “La policía me dijo cómo ustedes los llamaron cuando vieron que alguien trataba de entrar en mi casa cuando yo no estaba aquí y bien . . . estoy muy agradecido. La mayoría de los chicos no se preocuparían por hacer algo como esto, especialmente después de la manera en que yo los he tratado. ¿Por qué lo hicieron?
Débora levantó la voz: “Bien Sr. Solís, la Biblia dice que debemos amar a nuestro prójimo, y, además, ahora Luis es cristiano. Eso significa que somos de la misma familia, la familia de Dios. Los hermanos y hermanas se ayudan unos a otros. De seguro que nos gustaría ver a Luis ir a la Escuela Dominical de nuevo con nosotros.“
“Ustedes dos me han hecho sentirme avergonzado de mí mismo. Quiero que me perdonen. Yo debería estar orgulloso de que mi hijo tenga amigos como ustedes.“
“¿Significa esto que dejará que Luis vaya a la Escuela Dominical, con nosotros de nuevo?“
El Sr. Solís sonrió: “Haré algo mejor. ¡Lo llevare yo mismo!“
¡Débora estaba emocionada! “Sr. Solís, ¡esa es una gran noticia! Todos estarán muy contentos de ver a Luis de nuevo, y ellos estarán especialmente felices de darle la bienvenida a usted.
En la Biblia hay una historia del profeta de Dios, Eliseo. Mientras él pasaba por la ciudad de Sunem, un día, una mujer lo vio y lo invitó a comer en su casa. Después de ese día, siempre que Eliseo pasaba por Sunem, era invitado a comer en esa casa. Un día, la mujer le pidió a su esposo que construyera una habitación en la azotea de su casa. La habitación sería para que Eliseo descansara durante sus visitas. A su esposo le gustó la idea, de manera que construyó la habitación. La próxima vez que Eliseo visitó la ciudad, él estaba sorprendido y complacido al ver la habitación que fue construida justamente para él. Él quiso pagarles por su bondad, así que le dijo a su criado, Giezi, dile a la mujer, “Tú has sido muy bondadosa. ¿Qué puedo hacer por ustedes?“ Los dos dijeron que no querían nada. La mujer dijo que eran felices de vivir como estaban.
Luego, Eliseo le preguntó a su criado que deberían hacer por la mujer. Giezi le dijo que la pareja no tenía hijos. Elíseo llamó a la mujer. Mientras estaba parada en la puerta de la habitación, Eliseo le prometió que tendrían un hijo, y dentro de un año le había nacido un hijo a la mujer y a su esposo.
La mujer y su esposo le dieron a Eliseo sin esperar ser recompensados, pero recibieron una recompensa maravillosa.
En estas historias, Débora y Armando, y la mujer de Sunem hicieron lo que la Palabra de Dios nos dice que hagamos—mostrar afecto fraternal. Ellos dieron sin esperar recompensa, y Dios les bendijo en gran manera.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Ama a Tu Prójimo