“¡ADRIAN!” La voz preocupada de su padre captó la atención de Adrian, y Adrian asomó la cabeza a la esquina de la entrada a la sala. “Sí . . . ¿Me necesitas, Papá?”
“Adrian, la Biblia del bisabuelo no está en el anaquel. Tu madre dice que ella no la ha movido o visto en la casa. ¿La tomaste por alguna razón?” Adrian tragó en seco: “Sí, lo hice, Papá. ¿Recuerdas que la semana pasada terminamos nuestra unidad de la historia de la Guerra Civil, en mi clase de Estudios Sociales? Bueno, yo tomé la Biblia porque quería mostrarles a los chicos de la escuela la firma de Abraham Lincoln (uno de los presidentes de los Estados Unidos). Ellos no me creían cuando les dije que teníamos una Biblia en nuestra familia que él había firmado.”
El padre de Adrian frunció las cejas en desapruebo. “Me hubiera gustado que me la hubieses pedido permiso antes de tomarla. Tú sabes cuan valiosa es. ¿Dónde esta ahora? ¿La trajiste acasa, no es así?”
“Creo que sí. Probablemente está en mi mochila.” “¡Probablemente!” exclamó su padre. “En realidad espero que sepas donde está, Adrian. Ve y busca en tu mochila ahora mismo. Esa Biblia es una posesión valiosa que hay que tratarla muy delicadamente.”
VERSO CLAVE: Yo escojo a Jesús.
Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? — Marcos 8:36
Adrian caminó hacia el pasillo y localizó su mochila debajo de su chaqueta. Desatando las hebillas, él buscó en ella . . . Libro de matemáticas, libro de salud, algunos papeles, pero no la Biblia. ¡Oh, no! Papá iba a estar furioso. El se retrasó en el pasillo, tratando de recordar si él había puesto la Biblia dentro de su mochila la semana pasada después de la clase. O podría estar la Biblia en su escritorio de la escuela? ¿La guardaría el Sr. Vega? Sencillamente él no podía recordar con seguridad.
“¿Bien?” La voz severa de su padre vino del cuarto una vez más. “¿Encontraste tu mochila Adrian? ¿Está la Biblia ahí?”
Adrian se quejó en sí mismo. Él no quería hacer sentir mal a su papá, pero no podía recordar donde estaba la Biblia. Debí haber sido más cuidadoso con ella, él pensó. Yo supongo que me había olvidado cuan importante son las cosas como esas para mi padre.
Su papá entró al pasillo. Una mirada en el rostro turbado de Adrian le dio la respuesta. “No la encontraste,” dijo directamente.
“Papá, estoy seguro que está en la escuela. ¡Tiene que estar! Supongo que la olvidé y pensé que la puse en mi mochila. Probablemente está en mi escritorio, o quizás el Sr. Vega la tiene. De todos modos yo estoy seguro que la puedo encontrar mañana.”
Su padre estaba muy disgustado. “Adrian, ¿cómo pudiste haber sido tan descuidado? ¡Esa Biblia sería tuya algún día, pero la valoraste tan poco que ni siquiera recuerdas que hiciste con ella! Ha sido un tesoro especial en nuestra familia por años, entregada de padre a hijo. Contiene notas hechas por tu bisabuelo cuando era pastor en la pequeña iglesia de Minneapolis. Tenía nombres y fechas anotadas de cuando cada miembro de la familia se salvó. Su presencia en nuestra casa ha sido un recuerdo espiritual y visual de la herencia cristiana que tenemos. Y tú la llevaste a la escuela sin pedir permiso, y luego la pierdes.”
Adrian no podía mirar a su padre. En vez de eso, tenía la mirada fija en sus tenis y murmuró: “Lo siento, Papá. La buscaré mañana.”
Al otro día en la escuela, él buscó en su escritorio. Habló con el Sr. Vega, su maestro. Hasta preguntó en la oficina de la escuela si alguien había visto una Biblia. Pero no la encontró.
Adrian no le puso mucho valor a la Biblia que era un tesoro familiar. En nuestro texto esta semana, leímos una historia sobre un joven llamado Esaú, quien tampoco valoró algo de importancia. Esaú vendió su primogenitura a su hermano menor. La primogenitura era una bendición especial, normalmente dada por el padre a su hijo mayor. ¡El vender su primogenitura fue una mala decisión! Esaú vivió para lamentarse de la decisión que él hizo ese día.
¿Qué clase de decisiones estás tomando? ¿Estás poniendo los verdaderos valores a las cosas que contaran para la eternidad?
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Cuanto Vale?