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En el Camino Hacia la Victoria

Currículo
Respuesta para Estudiantes
71
TEXTO: Jueces 6:36-40; 7:1-8

Con la ayuda de Dios, podemos ganar la victoria.

SUPE EN EL MOMENTO en que toqué el vellón que la victoria era nuestra, porque el vellón estaba seco, aunque la tierra alrededor estaba empapada de rocío [agua]. ¡Una ola de emoción se apoderó de mí. Y sentí una sensación en mis dedos.
¡Libertad! Éramos un pueblo que tenía la intención de ser libres. Los años de temor, y de humillación ante nuestros enemigos estaban por terminar. Si sólo nuestro ejército el cual se había reunido aquí de Aser, Zabulón, y Neftalí pudieran ver esa realidad. Ya era suficiente de esta servidumbre. Estaríamos libres para edificar altares al Señor, libres a la esperanza, libres para planificar, libres para ser Israel una vez más.
Mi confianza estaba completamente en el Señor, de manera que cuando Él me habló de nuevo sentí que yo estaba listo para cualquier cosa que Él tenía que decir. “El pueblo que está contigo es mucho.” ¿Mucho? Cuando los contamos el número era treinta y dos mil, mientras que los madianitas en el valle del norte son como la langosta en el verano. Al mismo tiempo que eso pasó por mi mente, recordé que Dios no nos fallaría.

VERSO CLAVE: No temeré. ¡Jesús está conmigo!
Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. — Jueces 6:12

Su otro requisito fue totalmente inesperado, pero se los dije al pueblo de todos modos. Les dije: “Todos los que tengan miedo, devuélvanse.” Luego me detuve a observar que veintidós mil, las dos terceras partes de ellos, tomaron sus armas y abandonaron el campamento de batalla. Por un momento, mientras los observaba desfilar lentamente a mi lado, el temor se apoderó de mí. Si se iban tantos, ¿cómo podría yo salir y pelear con los madianitas con un número de hombres tan pequeño? En mi temor me pregunté: ¿no estaba siendo muy irresponsable al guiar a mis hombres hacia una destrucción segura?
Al recordar el vellón seco en mis manos reactivó la seguridad que Dios me había dado. Dios había venido a nuestro rescate hace muchos años cuando habíamos estado en la esclavitud de Egipto. Él había abierto el Mar Rojo en dos para darnos la liberación, y nos libertaría de nuevo si tan sólo le obedecemos.
Parecía que Dios estaba determinado a probar mi confianza en Él. “¡El pueblo aún es mucho!“ Él me dio instrucciones de llevarlos al arroyo que corría cerca del campamento. Yo podía ver que los hombres deseaban saber qué estaba pasando, de cualquier manera todos obedecieron mi mandato. En la tarde el sol estaba alto todavía y nuestras gargantas estaban llenas de polvo para el tiempo en que habíamos llegado a la orilla del arroyo. Normalmente me hubiera unido a los hombres mientras calmaban su sed tomando agua fresca, pero habían otras instrucciones para mí.
Yo tenía que fijarme de cómo cada hombre bebía cuando llegaba a la orilla del agua. Trescientos hombres lamieron llevando el agua con la mano a su boca. Separé aquellos hombres de los demás, como Jehová me había indicado.
Luego el Señor me dijo: “Con estos trescientos hombres que no lamieron el agua os salvaré, entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar.”
Usando sólo trescientos hombres, nadie podría dudar que Dios estaba obrando por el pueblo de Israel. Por medio de este puñado de hombres Él demostraría Su maravilloso poder. La historia demuestra que cuando Dios está con Su pueblo, señales y maravillas serán el resultado.
¡Los madianitas estaban en su camino a la derrota! Una vez más el Dios verdadero triunfaría en la tierra de Israel.

ACTIVIDAD DE LECCIÓN: El Valor de Gedeón