MIRANDO HACIA ATRÁS, puedo recordar correr y correr tan lejos como mis piernas me lo permitían, por las piedras esparcidas de los campos. Irrumpiendo dentro de la casa tranquila de la anciana, (ella ya tenía más de ochenta años en ese entonces) y me eché en sus brazos.
“Baruch haboh,” su voz tranquila me dio la bienvenida con el antiguo saludo hebreo. Bienaventurado es aquel que entra.” Sus manos suaves cepillaron los cabellos de mi frente. “¿Y qué es lo que trae al pequeño Rubén a mi lado con la velocidad de una flecha?”
“He terminado de llevarles agua a los hombres en los campos, y Mamá dijo que podía venir donde ti para que me cuentes una historia.”
“¿Es una historia lo que quieres, entonces?” Ella me sonrió dulcemente, y luego añadió sabiamente. “¿Una historia verdadera?”
“Sí, contesté entusiasmado. “Quiero que me cuentes acerca de cuando la harina y el aceite no se terminaron.” Sentía que no podía esperar que comenzara el relato aunque yo sabía en mi corazón el relato no me cansaba de escuchar cómo Dios había obrado un milagro por ella.
VERSO CLAVE: Debo tener fe.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. — Hebreos 11:1
“Los tiempos eran muy difíciles,” ella comenzó poniendo un brazo alrededor de mí, y atrayéndome a su lado. “Hubo un tiempo en que por muchos meses no llovía en toda la tierra. El suelo estaba duro y seco, y todas las plantas y árboles estaban secos y marchitos.
“Los arroyos y lagos que suplían nuestra tierra con agua se habían secado. El agua era tan preciada como el oro, y así también la comida. Día a día, yo miraba nuestra pequeña porción de comida reducirse. Tu padre era un muchacho pequeño, así como de tu tamaño Rubén. Cuánto me dolía el corazón cuando lo veía ponerse más delgado. Le daba una porción de mi comida, pero todavía no era suficiente y empezó a ponerse muy débil.
“Por fin, llego el día cuando miré en la tinaja de harina y en la vasija del aceite y vi que sólo había suficiente para una pequeña torta. Esa era la última de la casa, y yo sabía que después de comerlos, moriríamos.
“Cómo me dolió mi corazón esa mañana cuando salí a buscar leña para preparar el fuego. ¿Nos había desamparado Dios? Mi confianza estaba en Él, pero no veía ninguna ayuda para nosotros.
“Pero Rubén, debes recordar que nuestro Dios no comete errores. Nuestra fe estaba siendo probada, pero en su gran amor, Él tenía un plan para cuidar de nosotros. Mientras yo reunía la leña, un hombre se acercó por las calles polvorientas, me llamó y me pidió agua para beber.
El agua estaba tan escasa como la comida, pero mientras yo miraba a aquel hombre polvoriento y cansado, vi que también él tenía una necesidad. Me fui a casa, y cuando lo hacía, el hombre me pidió que le trajera un bocado de pan también.
“Si yo tuviera que considerarme a mi sola, no hubiera vacilado, pero le dije al hombre nuestra situación triste: que sólo tenía suficiente harina y aceite en la casa para hacer una última torta, luego mi hijo y yo moriríamos.
“Entonces el hombre me dijo algo sorprendente. Dijo que le hiciera a él primero una torta, y después que le hiciera una para mi hijo y una para mí. Me dijo que la tinaja de harina y el aceite no se escasearían si yo obedecía.
“De alguna manera, el Señor dejó caer fe en mi corazón. ¡Creí en Él! Cuán agradecida estoy por eso. Las palabras del hombre, el profeta Elías, eran verdaderas. Le hice la torta, y se la llevé. Cuan fuerte estaba latiendo mi corazón cuando regresaba a casa para mirar de nuevo en la tinaja de harina y la vasija de aceite.
“¡Verdaderamente había sucedido un milagro! ¡Todavía quedaba algo! Y así fue que el Señor conservó mi vida, y la de tu padre y la del profeta de Dios los días que siguieron, hasta que por fin, llovió de nuevo en nuestra tierra.”
Un largo suspiro se me escapó mientras ella terminaba su historia, mirando pensativo en el espacio. Puedo recordar mirar su rostro arrugado. Y aunque yo era sólo un niño; Me puse a pensar, Dios, ayúdame a tener la fe como mi abuela.
Hoy en día, como un adulto y con hijos, esa es mi oración todavía.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: La Fe en Acción