ESTABA OSCURO en la pequeña habitación. Ananías se movía inquietamente en su cama angosta. ¿Qué lo había despertado? Luego lo escuchó de nuevo; su nombre era llamado. Él escuchó atentamente, levantándose sobre sus codos. ¡Ahí estaba de nuevo! Entonces Ananías comprendió. “Heme aquí, Señor,” él respondió.
La respuesta hizo que Ananías se levantara más en su cama, con incredulidad. “Ananías, quiero que te levantes y vayas a la calle llamada Derecha. Allí está un hombre en la casa de Judas. Su nombre es Saulo; él es de la ciudad de Tarso, está ciego, y ha visto en una visión a un varón llamado Ananías, que ora por él para que él pueda ver de nuevo. Él está orando.”
Al principio Ananías tenía miedo. “Pero Señor,” él dijo: “Yo sé de ese Saulo. Él es un hombre malo. Él viene a Damasco para meter a la cárcel a aquellos que te sirven. Él tiene permiso para meter en la cárcel a todos los que creen en Jesús.”
“Yo lo sé, Ananías, pero yo le he llamado y le he escogido para que sea Mi ayudante y siervo. Yo le mostraré cuantas cosas difíciles tendrá que sufrir por Mí. Sigue tu camino, Ananías”
Pensando sobre esa rara petición, Ananías se preparó y salió de la casa. Se fue por las calles de Damasco, doblando por aquí, hasta que llegó a una calle muy estrecha llamada Derecha. Mientras caminaba, pensaba acerca de lo que había escuchado. ¡Pensar que Dios había cambiado a Saulo de Tarso! Por semanas los cristianos de Damasco, habían escuchado de cómo Saulo estaba sacando a la gente de sus casas en diferentes ciudades, y poniéndolas en la cárcel, aun causando que fueran matados. Justo la otra noche habían oído que él venía hacia Damasco con cartas dándole el poder para arrestar a personas de aquí también.
VERSO CLAVE: Estoy dispuesta a hacer lo que Jesús diga.
Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra. — Isaías 1:19
Además, hace tres días, que habían escuchado una historia extraña. Cuando Saulo estaba acercándose a la ciudad, “Él había caído al suelo, y una luz más brillante que la luz del sol había iluminado alrededor de él y de las personas que estaban viajando con él. Una voz le había hablado. Cuando Saulo pudo ponerse de pie de nuevo estaba ciego, y tuvo que ser guiado de la mano.
Ananías movió la cabeza mientras caminaba. De manera que esa historia era realmente verdadera. ¿No le había dicho el Señor que Saulo estaba ciego? ¿Realmente podía Saulo ser un cristiano ahora? Cuando él llegó a la casa de Judas, Ananías tocó suavemente. La puerta se abrió inmediatamente, casi como si le estuviera esperando. Luego cuando le fue permitido entrar a la casa, preguntó dónde se encontraba el hombre llamado Saulo.
Entrando silenciosamente a la habitación, Ananías vio al hombre quien era bien conocido en Israel. Ananías se dio cuenta que Saulo estaba ciego. Aun así, mientras le miraba más de cerca, Ananías podía ver una mirada de paz en el rostro de Saulo.
En su mente Ananías podía escuchar la voz del Señor diciendo: “lo he escogido… le es necesario sufrir por mi nombre.” Un gran amor por este hombre llenó su corazón. “Hermano Saulo, el Señor Jesús, me ha enviado. Él te está sanando.”
Mientras él colocaba la mano sobre la cabeza de Saulo, de repente, el aire cambió. Saulo se volvió hacia él y con una voz de asombro dijo: “¡Puedo ver de nuevo!” Los brazos de Ananías cayeron sobre los hombros de Saulo. Juntos oraron y dieron gracias a Dios por las cosas maravillosas que había hecho por Saulo.
Más tarde, Ananías salió de la casa donde Saulo se estaba hospedando, él se puso a pensar en las excusas que él le había dado al Señor para ir a orar por Saulo. Y dijo: “Gracias Señor por ser tan paciente, y por ayudarme a obedecerte. Estoy muy contento de que me permitieras ayudar a Saulo. Él solía ser el peor enemigo de los cristianos y ahora es amigo y hermano.”
Nunca hubieras visto a Ananías como un héroe de la Biblia. Quizás aun no recuerdas haber escuchado acerca de él antes. Pero podemos aprender una lección importante a través de este ejemplo. Él estaba dispuesto y fue obediente. Él hizo lo que Dios le dijo, aunque pareciera una petición extraña y aun peligrosa. Puede ser que no siempre entendamos las cosas que Dios nos pide que hagamos para Él, pero si somos dispuestos y obedientes, Dios nos usará.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Puedes Ayudar?