Querido Hermano:
Te escribo de prisa este día por un asunto de gran urgencia para ti y para los de tu región con quienes tienes asuntos.
Ha captado mi atención que cierto hombre noble, el Señor Jehuel, pronto estará en tu área. Aparentemente él es muy conocido en los círculos regionales. Es más, recientemente me han hecho saber que el mismo gobernante le tiene gran aprecio. ¡Ah, que yo hubiera sabido este importante hecho antes! Pero no debo adelantarme en la redacción de esta historia.
Debo comenzar diciéndote como llegue a saber de este hombre. Hace casi dos meses, este Señor Jehuel vino a nuestra área y se estableció a doce estadios de mi casa. No habiendo oído nada de este hombre antes de que llegara, naturalmente no tenía prisa en hacer amistad con él. Con mi posición importante, deseaba investigar y asegurarme de que él era un asociado aceptable para mi familia.
Con esta intensión, les escribí a algunos de mis conocidos en el área de donde él era, investigando su carácter y varios aspectos de su antecedente.
VERSO CLAVE: Ayúdame a no hacer una excusa.
Venid, que ya todo está preparado. — Lucas 14:17
Aún no había recibido ninguna respuesta cuando inesperadamente un día, recibí un mensajero que vino del Señor Jehuel invitándome a un gran banquete que tendría en su casa esa misma noche.
Estando inseguro de sus cualidades para ser aceptado de inmediato en nuestra sociedad, inventé una excusa. Le informé al mensajero que había comprado una porción de tierra y que necesitaba inspeccionarla esa noche. Por supuesto, mi excusa era pobre. ¿Quién sería tan tonto en comprar un terreno sin inspeccionarlo primero? Pero fue lo único que se me vino a la mente en ese momento. En realidad, no le puse mucha importancia. El mensajero aceptó la excusa sin comentar nada y se fue.
Mi hermano, eso fue un error tonto, y te escribo con la sincera esperanza de que no cometas ese mismo error.
Al día siguiente cuando fui a la ciudad a atender algunos negocios, el mercado estaba lleno de gente que comentaba el gran evento de la noche anterior. Me di cuenta de que algo inusual había ocurrido cuando me detuve en la zapatería de Jacobo para ordenar un par de sandalias. ¡Su zapatería estaba llena y a esa hora temprana de la mañana! La gente se reunía alrededor de Jacobo felicitándole afectuosamente por su gran “suerte”. No tenía idea de lo que pasaba, de modo que finalmente me acerqué a un hombre y le pregunté que estaba pasando. Él me explicó que Jacobo había sido invitado la noche anterior a un gran banquete en la casa del Señor Jehuel.
Por supuesto, que esto captó mi atención inmediatamente, ya que yo también había sido invitado al mismo banquete. ¿Pero Jacobo? Confieso haberme sentido sorprendido de que él había sido incluido. Después de todo, un zapatero usualmente no es de nuestra compañía. Más tarde me di cuenta que Jacobo había recibido una invitación de último minuto. Dicen que el mensajero del Señor Jehuel estaba en las calles, momentos antes de que empezara el banquete. Al encontrar a Jacobo quien iba camino a casa, el mensajero insistió que Jacobo viniera con él a la cena.
Ahora para el clímax de mi historia. Aparentemente la cena misma era un acontecimiento social de mucha abundancia, como nunca había sido visto en estos lugares. La comida era magnífica y los alrededores inigualables. Pero lo más increíble, después de la cena el Señor Jehuel se puso de pie y comenzó a hablar. Explicó que su misión era una ordenada por el rey, que había sido enviado a la ciudad para ayudar a la gente por medio de regalos, de dinero, y materiales. El propósito de su banquete era el darse a conocer pronto a la gente del pueblo y repartir la porción para esa área. Y que estaría moviéndose a otras localidades del reino.
El banquete de esa noche era la única ocasión para hacer las reparticiones. A mi entender, todo el que estuvo presente recibió regalos y dinero todo completamente inesperado. Y mi hermano, ¡perdí esa única oportunidad! ¡Cuánto he lamentado mi excusa impulsiva! ¡Cuánto me ha costado!
Te escribo con la esperanza para que tú no cometas el mismo error que yo he cometido. Porque sé que nuestro carácter y conducta son muy parecidos. Si el Señor Jehuel, apareciera en tu ciudad, no rechaces su invitación. Te ruego, por tu bien. Aprende de mi error.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¡Ninguna Excusa!