“¡NO OTRA VEZ!” Luis se quejó: “Papá, el abuelo se fue de aquí hace tres semanas. ¿Ahora él regresa para la Navidad? Él echará todo a perder.”
El papá de Luis suspiró profundamente, doblando de nuevo la carta que había recibido. “Lo siento, hijo. Sé que es duro para ti cuando él da ordenes todo el tiempo. Él actúa como si todavía estuviera en el ejercito. El resto de su familia no lo soporta, es por eso que él regresar aquí. Él suspiró de nuevo. “Cuando tu abuela estaba viva era mucho más fácil.”
“Papá, ¿por qué es tan difícil de tratar al abuelo? Algunas veces él es tan agradable. Pero se enoja tan fácilmente y es tan mandón que la mayoría de las veces es difícil estar cerca de él.”
“Luis cuando yo era un joven había un tiempo muy corto cuando mi padre era una persona amable y servicial. Eso fue cuando toda nuestra familia iba a la iglesia. Durante ese tiempo me di cuenta de mi necesidad de salvación, y llegué a ser un cristiano. Yo tenía diez años, era dos años menor de lo que tú eras ahora. Pero pronto después de eso, Papá fue promovido y transladado a otra base. Nos mudamos lejos de esa iglesia, y Papá pareció perder el interés en las cosas de Dios. Él se puso amargado y enojado con la vida, y se resentía con cualquiera que le hablara de Dios. Tu abuela y yo orábamos juntos por él. Aunque ella ya está muerta, yo continúo orando para que él vuelva a Dios.”
“Creí que te cansarías, ¿qué tiempo llevas orando por el abuelo?”
“Más de veinticinco años, Luis. Admito que algunas veces me desanimo, pero Jesús dijo que continuemos orando aunque no veamos el resultado de inmediato. Yo sé que Dios quiere que el abuelo sea salvo. Uno de estos días el abuelo querrá ser salvo también. De todos modos la carta dice que él estará aquí en diez días.”
VERSO CLAVE: ¡Continúa orando!
También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. — Lucas 18:1
Mientras los días pasaban, todos estaban ocupados preparándose para las Fiestas Navideñas. Luis no podía decidir si debía estar contento por las Fiestas Navideñas o enojado porque el abuelo estaría con ellos. En las devociones familiares, la noche an tes de la llegada del abuelo, Papá oró por el abuelo como siempre. Luis pensó en todas las veces en que su papá había orado esa oración y se preguntó cómo era que él seguía orando lo mismo por tantos años. El abuelo nunca cambiaría.
La siguiente mañana cuando estaban en el aeropuerto, Luis pensaba en cómo el abuelo los saludaría. Él le daría la mano a Papá, permitiría que Mamá lo abrazara, luego miraría a Luis y diría: “Bueno muchacho, no has cambiado mucho, ¿no es así? Aún no sabes como pararte recto. Nunca serás un buen soldado si no te puedes parar recto." Sólo con la idea de cómo el abuelo le regañaría el se paró un poco más recto.
Aún así, era emocionante ver el avión llegar a la terminal. Luis miró ansiosamente para ver a su abuelo. No era difícil localizarlo. Parado rectamente como si todavía fuera un soldado, se sobresalía de la multitud. “¡Allí está, Papá!” Luis señaló emocionadamente.
Cuando el abuelo los localizó, su expresión severa cambió a una de alegre reconocimiento. Pronto los alcanzó, bajó su equipaje y los abrazó, tanto a Mamá como a Papá. Y luego puso su mano sobre Luis. “Seguro que estoy alegre por la Navidad, muchacho. Gracias por dejarme venir.”
Luis, preparado para un comentario severo, no podía pensar en qué decir. Él dijo: “Estámos contentos de tenerte con nosotros, Abuelo.” Luego, desconcertado, recogió uno de los bultos del abuelo, y caminó hacia el carro.
Sentado en el asiento trasero con su abuelo, Luis pretendía estar interesado en el tráfico. Pero en realidad estaba escuchando la conversación entre sus padres y su abuelo. ¿Qué le habría ocurrido? Luis pensó. Él está tan agradable como Papá. Estamos casi en casa, y todavía no me ha regañado o encontrado culpa en alguien. Tal vez esta Navidad no será tan mal después de todo.
Esa noche después de la cena, Papá le pidió a Luis que trajera la Biblia para la devoción familiar. Ah no, Luis pensó. ¿Qué pasará ahora? Abuelo siempre halla alguna excusa para irse antes de la lectura de la Biblia. Pero a su asombro, el abuelo acomodó su silla un poco retirada de la mesa, buscó una posición más cómoda y se preparó para escuchar. Luis miraba a su padre y a su abuelo, casi sin saber que pensar. Papá miró al abuelo y sonrió. “Creo que debes decirle a Luis lo que me dijiste hace un momento, Papá.”
Inclinándose hacia adelante en sus silla, el abuelo dijo en una voz suave: “Luis, sé que tu padre ha orado por mí por años para que yo llegase a ser cristiano. Quiero que sepas que aquellas oraciones han sido contestadas. Finalmente comprendí la razón por la cual yo estaba tan infeliz todos estos años. Era porque yo había alejado a Dios de mi vida. Fue duro para mí entregar mi vida a Dios, pero estoy seguro que Él usó las oraciones de tu abuela y las de tu padre para ayudarme a orar. Él me ha perdonado, ya no soy el mismo abuelo de antes.”
Los ojos de Luis se abrieron más grande, y tuvo que pestañear para evitar de llorar. Por eso el abuelo estaba tan diferente. ¡Que regalo de Navidad! Casi no podía creer que finalmente había sucedido.
Papá abrió la Biblia. “Un verso,” él dijo: “me ayudó a continuar orando aún cuando parecía que no había esperanza y ninguna razón para continuar orando. En Lucas 18:1, Jesús habló sobre la necesidad de ‘orar siempre, y no desmayar.’ Entendí que si ese era el consejo del Señor, era un buen consejo. Y funcionó.”
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Sigue Orando