GERARDO TIRÓ su azadón con disgusto. ¿Para qué la usaba? Éstas plantas de fresa estaban cubiertas con mala hierba. Tenías que ponerte de manos y rodillas y hollar alrededor de ellas para encontrar una simple fresa . . . y esas que encontrabas estaban tan arrugadas que casi no valía el esfuerzo.
Sus planes para hacer dinero extra este verano vendiendo fresas ¡se habían arruinando! Gerardo se tiró sobre el césped al lado de su siembra y miró fijamente al cielo muy triste. Ese sol cálido se sentía tan bueno, éstas fresas deberían estar absorbiéndolo y creciendo. En cambio se veían como que si se hubieran secado hace un mes.
El catálogo de semillas que impulsó todo este proyecto no sirvió para nada, él pensó amargamente. Ellos lo hicieron verse tan fácil. Y las fresas que ellos mostraron eran enormes y se veían deliciosas que casi podías probarlas al míralas en la fotografía.
Además de este gran fracaso de cosecha, él había perdido los dieciocho dólares que había gastado en las semillas y fertilizantes y algunos instrumentos de jardinería. Este era su proyecto y él tenía que pagar por todo. Papá me lo había aclarado desde el principio. Pude haber comprado un guante de béisbol y pude haber jugado béisbol todos estos meses, pensó él disgustadamente. O pude haber comprado esa mochila que vi en el centro de Deportes Miguel y aún me quedaría un par de dólares!
Supongo que arrancaré estas plantas, pensó. Es cosa segura que no voy a poder vender ni una fresa de ellas. Las plantas sólo están llenando la parte trasera del patio. Mamá podría tener unos cuantos metros más de espacio para sembrar unas lechugas y habichuelas.
VERSO CLAVE: ¡Dios espera algo de mí.
Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después. — Lucas 13:9
Gerardo se puso de pie, sacudió la hierba de la parte trasera de su pantalón, y agarró su azadón. Justamente cuando comenzaba a hollar la primera planta su papá se apareció en la esquina de la casa. “¿Estas trabajando en las plantas de fresas, Hijo?”
“No,” dijo Gerardo, su disgusto por todo el proyecto ahogaba su voz. “¡Sólo mira este enredo! Voy a arrancarlas y deshacerme de ellas. No sirven para nada y Mamá podría usar el espacio para sus cosas."
De algún modo entretenido, una mirada compasiva cruzó por el rostro de su padre. “No se ven muy saludables, ¿no es así?” comentó mientras miraba las plantas que estaban frente a ellos.
“¡No, no lucen saludables!” Gerardo respondió. “No sé por qué empecé esto en el primer lugar. De todos modos, he perdido demasiado tiempo y dinero en ellas.”
“Oh, espera un momento, Hijo,” su papá lo refrenó. “Yo he estado observando tus plantas también. Creo que podemos salvarlas. Recuerdas que te dije una o dos veces que la mala hierba alrededor de ellas estaba muy alta y que las fresas necesitaban ser regadas cuando no había mucha lluvia como la lluvia leve de este verano.”
“Sí,” Gerardo se veía un poco avergonzado. “Yo no veía el daño que haría la mala hierba, y les he echado agua . . . de vez en cuando.”
"Intentemos algo. Te ayudaré a limpiar la malahierba de alrededor de las plantas, si en cambio, me das tu palabra que mantendrás la mala hierba apartada de ahora en adelante. También, tendrás que recordar regarlas más a menudo, todos los días.”
Gerardo se miró dudoso. “Ah, Papá. ¿Crees que realmente valgan la pena? Pienso que deben haber sido plantas malas para comenzar. Mira a esas pequeñas fresas. ¡No se parecen a las que están en el catálogo!”
“Tienes razón sobre eso,” su papá se rió. “Pero con un poquito de trabajo creo que todavía podemos pagar tu inversión. ¿Qué tal si lo intentamos?”
“Bueno, está bien,” dijo Gerardo finalmente, todavía un poco renuente. “Les daré otra oportunidad. Pero si estas plantas no producen algunas fresas comestibles en poco tiempo, las voy a arrancar de una vez y para siempre.”
¿Te recuerda esta historia a la que estudiamos en nuestra lectura de la Biblia esta semana? Jesús contó una parábola acerca de un hombre que estaba inconforme porque su higuera no estaba produciendo fruto. Él estaba listo para cortarla hasta que el que atendía la viña le pidió que le diera un año más para cultivarla y abonarla.
Jesús no sólo estaba enseñando una lección de cómo apegarnos a nuestros ensayos de jardinería. Él quería que la gente que le escuchaba viera la importancia de dar frutos espirituales; en otras palabras, actuando y comportándose y viviendo como un cristiano verdadero. Podríamos comparar al que cuidaba la viña con Jesucristo. Si Él ve que uno no está haciendo todo lo que debe como cristiano, Él desea trabajar con aquél y ayudarle a producir la clase de “fruto” que un cristiano debe estar produciendo.
Piensa en esto, ¿Estás mostrando la clase de desarrollo espiritual que Dios busca en tu vida?
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Qué Ven Los Demás?