“TU MADRE está muy, muy enferma. Si el Señor no interviene pronto, temo que ella no estará con nosotros mucho tiempo.”
Los ojos de Santiago se llenaron de lágrimas mientras en su mente él oía el eco de las palabras de su padre. Mirando por la ventana de su cuarto hacia el cielo oscuro, él pensaba por qué esta enfermedad le había vino a su madre. Mientras pensaba en ella, él recordó un dicho que ella decía regularmente. “Cualquiera que sea la necesidad que tú tengas hoy, Dios escuchará si tú simplemente le oras.”
Arrodillado al lado de su cama, Santiago oró. “Oh, Dios, Tú sabes cuánto me duele mi corazón por dentro. Yo sé que Tú puedes sanar a mi madre . . . Señor, si Tú la sanas yo te prometo que yo . . . ¡no comeré almuerzo por un año!” Él continuó orando y después llegó un momento de tranquilidad en su corazón y luego se durmió.
Durante los próximos días su madre empeoró. Pero Santiago se mantuvo orando y a menudo repitió su promesa a Dios.
Una mañana él se despertó a los sonidos de alguien llorando que provenían de la habitación de sus padres. El temor se apoderó de su corazón mientras él corrió por el pasillo hasta llegar a la habitación y entró por la puerta abierta. “¡Mamá, Papá! ¿Qué sucede?”
“Nada malo, Santiago, nada en absoluto.” Respondió su padre con su rostro radiante. “Tu madre y yo nos regocijamos de algo maravilloso. Cuéntale, querida.”
“El Señor me tocó temprano esta mañana y sé que Él me ha sanado completamente.”
Santiago se maravilló al oír la voz clara y fuerte y la expresión resplandeciente sobre su rostro. A demás estaba sentada en una silla—cosa que ella no había podido hacer en semanas.
VERSO CLAVE: Cumple con tus promesas a Dios.
Pague tus votos al Altísimo. — Salmo 50:14
“Oh, mamá, he estado orando por un milagro y Dios ha contestado.” Exclamó Santiago mientras corría hacia ella.
El gozo del milagro era sólo lo Santiago podía pensar esa mañana. Pero mientras se sentaba en el salón de comer en la escuela a la hora del almuerzo, otro pensamiento entró a su mente. ¡No puedo comer esto! ¡Dios ha sanado a mi Mamá y yo le hice una promesa a Él! Y allí sentado viendo a los demás comer, él dudaba del hecho de cumplir realmente con su promesa.
Cuando Santiago llegó a casa estaba contento de vera a su mamá de pie y hasta trabajando en la cocina!
“¡Hola, Mamá!”
“Santiago, no te imaginas lo bueno que es estar de pie nuevamente! Dame tu termo, déjame lavarlo. ¡Oye! ¡Parece que todavía está lleno!
Santiago se sentó y le explicó a su mamá sobre la promesa que él había hecho.
“Bueno, hijo ese fue una gran promesa que hiciste por mí. Estoy segura que el Señor te honrará por cumplir con tu promesa.”
Los próximos días no fueron tan difíciles para Santiago durante la hora del almuerzo porque él se podía concentrar en lo maravilloso que era tener a su madre viva. Después de un tiempo, él comenzó a preguntarse si continuar no comiendo almuerzo era realmente necesario.
“¿Papá, qué tan importantes son las promesas?” Su papá bajo su periódico que tenía en mano y le hizo seña a Santiago para que le pasara la Biblia, su padre le dio una mirada muy seria.
“Esa es una pregunta muy buena, Hijo. Tu mamá me contó acerca de tu promesa y yo presentía que tú desearías saber algo más con respecto a hacer las promesas. En Eclesiastés leemos: ‘Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla: porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.’ Santiago, realmente no tuviste que prometer exactamente lo que hiciste. Pero en vista de que lo hiciste, cómo cristiano estas obligado a cumplir con esa promesa. El Señor sabe que tú lo hiciste por amor a tu madre, y yo creo que tú puedes contar con Él para que te ayude a cumplir con esa promesa.”
Santiago se sentó silencioso y estaba pensando por unos minutos. Finalmente, él dijo: “Gracias Papá. Sabes qué papá, yo creo que he aprendido una lección muy importante acerca de hacer promesas. Si nosotros decidimos hacerle una promesa a Dios, debemos estar seguros que es algo que realmente estamos dispuestos y podemos hacer.”
El año sin comer almuerzo de Santiago llegó a su fin. Mientras salía de la puerta de su casa con una bolsa de almuerzo en su mano se volteo y miró a sus padres y les dio una sonrisa.
“¡Oh si! Por poco se me olvidaba decirles . . . Yo le hice una promesa a Dios esta mañana!”
Sus padres sorprendidos respondieron juntos: “¿Tú hiciste qué?”
“Yo le dije al Señor que yo le serviré con todo mi corazón por el resto de mi vida. ¡Me imagino que si Él pudo ayudarme a cumplir con aquella promesa que le hice hace un año, entonces Él puede ayudarme a cumplir con esta nueva promesa!”
Mientras Mamá y Papá miraban a Santiago caminar por la acera, su papá sonrió y le comentó a su esposa: “Mucha sabiduría hay en nuestro hijo de catorce años . . . un montón de sabiduría.”
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: Un Verso en Círculo