“¡NO QUIERO y tampoco tengo que hacerlo!” Exclamó Alfonso mientras cerraba la puerta de un golpe y se dirigía a la escuela.
Sus padres se miraron uno al otro y menearon la cabeza irremediablemente. Sin decir una palabra caminaron hacía la sala donde esperaban sus dos hijos menores.
“¿Qué le sucede a Alfonso, Mamá?” Preguntó Lily con una mirada preocupada sobre su rostro. “Él de veras ha cambiado.”
“Sí, me temo que él ha cambiado, Querida. Hubo un tiempo cuando él le placía la devoción familiar cada mañana. Ahora . . . ”
“Ahora vamos a orar por él, ¿no es así?” Interrumpió su papá. “Tan pronto cómo leamos algo en la Biblia.”
Después de la devoción familiar, los otros niños se fueron a la escuela y la casa se quedó silenciosa, mirando por la ventana el señor Torres suspiró y dijo: “Mi amor, creo que él está en esa etapa cuando los muchachos cuestionan si la religión de sus padres es lo que ellos realmente quieren. Él sabe que esta casa es una casa de oración. Dios nos ha bendecido, incluyéndolo a él, por esa razón. Seguiremos orando para que el Señor le abra sus ojos pronto. Él comience a amargarse.”
Durante las próximas semanas, Alfonso se alejaba más y más de la familia. Él trató de alejarse de la Escuela Dominical y se negaba a participar cuando sí asistía a la iglesia. La familia Torres siguió orando por él. Su devoción por la mañana los unió aun más mientras compartían el deseo común para que Dios interviniera en el asunto. En ocasiones raras cuando Alfonso sí venía, él se sentaba en la parte trasera con los brazos cruzados y pretendía no estar oyendo, aún cuando sus hermanos menores honestamente oraban por ese “deseo especial.”
VERSO CLAVE: Oremos juntos con nuestra familia.
Venid, hijos, oídme; El temor de Jehová os enseñaré. — Salmo 34:11
Un día soleado, la señora Torres se sentó en su pórtico y comenzó a leer la correspondencia. Mientras leía una carta de su hermana algo le llegó a la mente. “Esto,” se dijo a sí misma, “¡puede ser la respuesta!”
Esa tarde, ella le enseñó la carta a su esposo. Cuando él terminó de leerla, sonrió y luego dio una mirada seria. Después de hacer dos llamadas telefónicas se dirigió a su esposa y le dijo: “Dile a Alfonso que iremos por un pequeño viaje el sábado.”
Después de manejar por varias horas, el Señor Torres se salió de la carretera rápida y condujo su carro por una calle donde se veía el campo y el terreno abierto. Ellos no le habían dicho a Alfonso hacía donde iban de manera que Alfonso se puso curioso. Mientras ellos se acercaban a un portón grande, su padre habló con el guardián del portón quien tenía puesto un uniforme. Luego continuaron hacía un caserío triste y luego a través de otro portón con una pared alta. Finalmente, Alfonso se inclinó hacía el asiento delantero y con una voz agitada le preguntó a su papá: “¿Qué hacemos aquí? ¡Esta es la prisión del estado!”
“Te trajimos aquí para que visites a tu primo. Joel cometió un delito el año pasado y ahora está en la cárcel. Lo hemos mantenido en secreto hasta ahora por varias razones.”
Alfonso estaba escéptico y casi no habló una palabra mientras eran guiados por varias puertas y portones. Él sé encogía cada vez que la puerta se cerraba de golpe detrás de ellos, dejándolos encerrados.
A través del vidrio grueso en el salón de visita, Alfonso y Joel platicaban una conversación corta por un tiempo. Joel de repente se puso serio.
“Alfonso, sólo me es permitido una visita corta así que escúchame bien. He estado oyendo lo que te ha estado sucediendo, por eso le pedí a mi mamá que hiciera los arreglos para que vinieras a visitarme. Yo sé hacia donde te diriges, porque yo estaba ahí hace siete años. Yo pensé que tenía un mejor camino . . . yo quería ser libre. ¿Tú sabes lo que quiero decir? Mis padres me criaron de la misma manera que los tuyos te están criando. La Biblia dice que los padres deben enseñarles a sus hijos la Palabra de Dios y que también deben orar con ellos y por ellos. Pero es la decisión de los hijos si quieren hacer caso o no. Si sólo yo hubiera hecho caso, si sólo yo hubiera aprovechado los privilegios que yo tenía en esa casa, yo no estaría en este lugar hoy en día. El Señor tuvo misericordia de mí y hace tres meses aquí en mi celda, le dije que estaba arrepentido de haber hecho las cosas que hice. ¡Él salvó mi Alma! Y ahora estoy libre, pero no puedo salir de este lugar hasta dentro de cinco largos años. Espero que mi mensaje sea claro. Me tengo que retirarme ahora. Estaré orando por ti.
Alfonso no movió un músculo por varios minutos después que Joel fue removido y llevado de nuevo a su celda. Cuando él se volteó a enfrentar a sus padres sus ojos estaban llenos de lágrimas. El aspecto de su rostro hizo que sus padres esperaban que muy pronto toda la familia volvería a adorar al Señor juntos.
ACTIVIDAD DE LECCIÓN: ¿Qué se Nesecita?